Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Domingo 16 de abril, 2017

“Merengues, ricos merengues”, se escucha gritar en la mañana fresca por la salada brisa del mar. El hombre camina por la arena con una bandeja de dulces por sombrero, que se equilibra como un cirquero de las golosinas.

Los primitos salen hacia la arena con el dinero prestado de sus padres para comprar merengues alimonados, duras ‘melcochas’, mazapanes en forma de frutas y cocadas que son más azúcar que coco.

Las risas y el ‘llamado a la diabetes’ hacen una combinación ideal para que, con el sol, los que mantienen la resaca de los antros de la noche anterior sean despertados con un dolor de cabeza que provoca que deseen que el mundo se acabe, para poder descansar en paz, con la calma que el mar mantiene esa mañana.

Como remedio para la cruda se subirán a una lancha para que el mareo etílico se equilibre con las olas del mar y cuando la cabeza suba, el cuerpo la imite y cuando la embarcación baje, la mente haga lo mismo.

Quizá en unos años aquellos niños que persiguieron al vendedor de dulces harán lo mismo que los adolescentes alcoholizados. La playa sería el escenario de sus primeras veces en el amor, el desamor y la borrachera. El ciclo se repite con las generaciones de civiles que se suman a la temporada.

La evolución de la playa en Yucatán ha sido constante. Hace más de una década, antes de que existiera la nueva carretera, el camino que separaba a Progreso de Chicxulub pasaba por el rancho San Pedro, cuyas vacas blanco y negro parecían sacadas de los campos de Suiza. Ese espacio ganadero ya no existe y los coches ya no pasan por ahí.
Pero los personajes como el merenguero o el barquillero, con su arcoíris de ostias dulces, aún caminan por las arenas yucatecas durante la temporada, en la que vacacionistas se trasladan por dos semanas, o más, a la costa.

Las ferias de Chelem, Chicxulub o Chuburná se quedaron con sus canicas y tiro al blanco. Los juegos mecánicos eran nuestro propio DisneyLand y el temor estaba en las tazas giratorias, ante la amenaza de vomitar durante el recorrido.

Las familias siguen rentando casas que cuestan entre 50 mil y 90 mil pesos por las dos semanas en las que conviven olvidando todo de Mérida. En la playa el verde sigue presente, combinado con el azul del mar y el cielo.

Antes, la diversión estaba en los juegos de mesa como el Monopoly y la Lotería. Luego era el Nintendo 64 y el Play Station que se conectaba a una televisión pequeña, pero gorda, la cual se transportaba con facilidad. Una pantalla de 15 pulgadas mostraba las aventuras del plomero italiano Mario, las retas del Winning Eleven y las acrobacias de Tony Hawk Pro Skater.

Hoy, son los Smartphone los que sustituyeron al entretenimiento costero.

Este domingo de Pascua ocurrió un milagro, diferente del que ocurrió hace 2016 años. La venta del alcohol se amplió hasta las ocho de la noche; por la tarde, el agua se convirtió en vino. Ojalá se pueda resucitar dentro de tres días.


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