Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Miércoles 12 de abril, 2017

“San Felipe Oriente es un ejido pequeño, olvidado por las autoridades”, expresan sus pobladores, hombres, mujeres y jóvenes que han logrado desarrollarse económicamente sin los apoyos asistencialistas. El carbón les permite ser empresarios y autogestionar sus vidas.

Aunque el trabajo no está exento de complicaciones, como las exigencias administrativas, los conflictos ejidales y la competencia con los productores ilegales, los miembros de San Felipe Oriente, en el municipio de José María Morelos, inician su sexto año de trabajo con miras a ampliar la comercialización de su carbón hacia la Riviera Maya, Playa del Carmen, Tulum y Chetumal.

El objetivo para este año es generar 215 toneladas de leña para vender en Quintana Roo y a empresarios de la Ciudad de México y Monterrey.

“Somos dueños de nuestro tiempo y nuestro trabajo”, expresa Ismael May Rosel, presidente de la cooperativa Carbón Leña Verde (Caleña), durante una visita de La Jornada Maya a las parcelas de las que se produce el carbón.

Antes, los ejidatarios debían trabajar para los rancheros de los municipios aledaños, ganando entre 80 y 100 pesos al día. Con la producción del carbón pueden ganar entre 250 y 300 pesos diarios, menciona.

Para suplir la ausencia de los hoy carboneros, los ganaderos recurren a trabajadores de Yucatán –por la cercanía entre ambas entidades- para trabajar sus ranchos.

[b]La organización[/b]

De acuerdo con el Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible (CCMSS), 62 por ciento del territorio de José María Morelos es selva, lo que representa el 38 por ciento de Quintana Roo.

La historia del ejido, de acuerdo a Sara Cuervo, coordinadora regional del CCMSS, se relaciona con el parcelamiento de tierras comunitarias del programa Procede, en la década de 1990, ya que San Felipe Oriente fue de los primeros lugares inscritos al mismo. Eso, indica, por la amenaza con la frontera forestal.

La zona se encuentra amenazada porque los ejidatarios poseen terrenos de “alto valor”, lo que provoca falta de gobernanza, la pérdida de valores en el campo, incertidumbre en la propiedad de las tierras y cambios en el uso de suelo.

Considera que los subsidios gubernamentales, más que beneficiar, empujaron hacia atrás procesos productivos de las comunidades, porque se dejó de trabajar la tierra.

[b]Carboneros en la selva[/b]

A las siete de la mañana los carboneros acuden a la selva para cortar los árboles previamente seleccionados y se retiran a las 10. Regresan a eso de las 16 horas y se quedan ahí hasta el ocaso.

Entre sus historias, cuentan que algunos compañeros que se han perdido en la noche, incluso comentan que son atraídos por aluxes que les desorientan. En ocasiones, aparecen muertos a unos kilómetros de regresar a San Felipe Oriente. Otras veces, han escuchado el rugir de los jaguares. Son los peligros que entraña la selva maya peninsular.

Para hacer carbón recurren a un programa de manejo forestal. Los carboneros aceptan que sin él, “arrasaríamos con todo”.

“De aquí buscamos la vida, pero también que le otorguemos otro lapso de vida a los jóvenes y los niños”, indica el comisario ejidal Mauricio Poot.

Los árboles de mayor edad y tamaño son marcados. Los carboneros llevan una motosierra y en apenas unos segundos derrumban uno. Su tronco es trazado por los dientes afilados, que atraviesan la madera y cortan en varios pedazos los citinchés.

Cada pedazo obtenido se lleva a un contenedor metálico que se enciende. Algunos de los hornos se deforman por la manera en la que están hechos; otros, más resistentes, cuentan con una chimenea por la que expelen los humos, lo que evita su acumulación en el interior.

En cada uno de los hornos caben 4 mil 415 kilos de madera verde, que otorgan 730.5 kilos de carbón. La relación es de mil 51.56 kilos de madera para generar 174.6 kilos de carbón. Para llenar un tráiler contenedor se necesitan 22 mil 600 kilos. En 2016 obtuvieron 187 toneladas.

El producto es negro, ahumado y duro, deja su rastro sobre la piel humana y las paredes en el que se coloca.

Don Miguel May reconoce que aprendieron el trabajo de carboneros por necesidad, cuando llegó en el 2002 el huracán Isidoro, que provocó la pérdida de las milpas.

Su mercado como carboneros en esa época eran los herreros, pero se amplió hacia los vendedores de pollos rostizados, aunque eran irregulares y sólo estaban por el dinero. Desconocían el procedimiento para hacer de la extracción de carbón un proceso legal.

Para trabajar la leña, los carboneros se inscribieron en el programa de manejo forestal de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en 2011.

La dependencia federal les permitió trabajar 623 hectáreas por 10 años, entre 2011 y 2020, para la tala de ocho especies distintas de árboles de maderas comercializables.

Durante los primeros tres años les fue difícil encontrar un mercado para comercializar el producto, pero en 2014 se creó la empresa Carbón de Leña Verde (Caleña), lo que ha facilitado la vinculación con otros productos.

Una vez que se establecieron como Caleña y su producto, El Brasero del Oriente, decidieron incursionar en el mercado de la costa de Quintana Roo para vender a quienes comercializan el pollo rostizado, pero también a restaurantes de asados.

“Se hizo a un lado al intermediario, al coyote que compraba las bolsas”, expresa José Nicolás May Rosel, miembro de Caleña. Sus compradores actuales provienen de la Ciudad de México y de Monterrey.

Pero la competencia es dura porque se enfrentan a los ilegales, aquellos carboneros de otros ejidos que no cuentan con los permisos correspondientes de la Semarnat ni la Profepa para talar las maderas.

En Chetumal, una bolsa ilegal pesa 13 kilos, mientras que las producidas por San Felipe Oriente son de 25 kilos, expresa May Rosel.

El producto, asegura, es más eficiente y económico que los de los ilegales, ya que Caleña se encarga de verificar que las maderas usadas sean resistentes y puedan mantenerse hasta seis horas, mientras que la seca se quema entre una hora y una hora y media.

Francisco Villanueva, secretario ejidal, afirmó que “la Profepa puede clausurar lugares que usan el carbón ilegal”.

En febrero, un grupo de carboneros visitó restaurantes en la Riviera Maya, Playa del Carmen y Chetumal para explicar su labor en el ejido. Los que encontraron fue que la gente desconoce si la procedencia del carbón es legal y las ventajas que ofrece, pero al decirles tomaban conciencia, indicó.

[b]Organización comunitaria[/b]

Hace un par de semanas, la comunidad que trabaja en la producción de carbón dio un giro a la relación política en el ejido, que en otra época hubiera sido casi imposible de lograr. Adelantaron las elecciones para comisario ejidal un año, debido a que el anterior no firmó a tiempo los documentos correspondientes a la Profepa, lo que ocasionó el atraso, por un mes, del permiso para el programa de manejo forestal de este año. El comisario ejidal fue destituido, bajo la vigilancia de la Procuraduría Agraria. En su lugar fue electo Mauricio Poot.

El éxito de la elección del nuevo comisario ocurrió porque 80 por ciento de los ejidatarios son carboneros, aunque no todos son parte de Caleña.

El CCMSS labora con siete ejidos de la zona y de Calakmul, en Campeche, en un proyecto para impulsar el desarrollo de las organizaciones sociales desde adentro.

Eso, indica Sara Cuervo, permite el fortalecimiento de las instituciones y el proceso administrativo, así como la estructuración de la economía local, pero también combina el conocimiento con las innovaciones tecnológicas.

Un ejemplo de la participación de la comunidad es todo el proceso del carbón. Desde su tala y producción, pero también el empaque y distribución.

En el empaque, las mujeres son partícipes y meten a las bolsas el carbón, para después cerrarlas con una costura. La bolsa de tres kilos está certificada como carbón vegetal por las autoridades y se registra el proceso de productivo en el que están involucradas las comunidades.

Dentro de Caleña se creó un fondo exclusivo para socios de la cooperativa, que les permite recibir préstamos sin intereses, para amortiguar las épocas en que la producción se reduce. Cuando regresa la temporada, los socios retornan el dinero, por tanto no se pierde.

Bajo el sol peninsular, los ejidatarios queman la madera para generar una forma de vida alejada de los apoyos asistencialistas del gobierno. Aún comienza su proyecto, pero ya buscan acercarse con las empresas interesadas en un producto orgánico, legal y barato.

Son creyentes de su trabajo y esfuerzo. Los carboneros mantienen su fe en ellos mismos.


Lo más reciente

Con 258 votos a favor, diputados aprueban reforma a Ley de Amnistía

El pleno inició la discusión de 71 reservas, aunque 22 serán enviadas al Diario de los Debates

La Jornada

Con 258 votos a favor, diputados aprueban reforma a Ley de Amnistía

Acusan en Texas a más de 140 migrantes por intento de ingreso masivo a EU

No se reportaron heridos durante la supuesta entrada del 12 de abril en El Paso

Ap

Acusan en Texas a más de 140 migrantes por intento de ingreso masivo a EU

Vila a la campaña, primera llamada

Editorial

La Jornada Maya

Vila a la campaña, primera llamada

Los ''jueces del mundo'', sin calidad moral

La Resaca 2.0

Normando Medina Castro

Los ''jueces del mundo'', sin calidad moral