Texto y foto: Abraham Bote
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Viernes 3 de julio, 2020

Es mediodía, y hace más de dos semanas empezó la 'Ola 1' de reactivación económica en Yucatán. Poco a poco los comercios han empezando a abrir y adaptarse a esta “nueva normalidad”, implementando diversas medidas de salubridad, aplicando gel antibacterial y tomando la temperatura a quienes ingresan a los negocios.

En el centro de Mérida, la Plaza Grande sigue acordonada con cinta amarilla, las palomas se han apoderado del lugar, incluso es tan llamativo el espectáculo visual que los peatones aprovechan para tomarse una selfie junto a la parvada que se concentra en diversos puntos del lugar.

Armando Galaz Baeza se encuentra a las puertas de un local cerrado, sobre la calle 63 con 62 y 64, cerca de la iglesia de Monjas; ahí deleita a los transeúntes con la música que emana su inseparable compañero: su violín.

El músico lleva tocando en la calle desde hace unos 20 años, es una de sus pocas fuentes de subsistencia. Sin embargo, por la pandemia del COVID-19, desde hace meses abandonó las aceras y parques del corazón de la ciudad, por la baja afluencia de gente y negocios cerrados… y por prevención.

Admite que la necesidad de ganar unos pesos era más fuerte que el temor a contagiarse de este virus que ha afectado a gran parte de la población. “Siempre he tocado en la calle, pero cuando vino el virus, todos nos tuvimos que resguardar”, expresa.

Durante el tiempo que estuvo fuera de los “escenarios callejeros”, se las vio negras; ya no podía ganar dinero, por lo que tuvo que pedir prestado a amigos y familiares para poder comer.

Ahora, acaba de reincorporarse a las calles, para retomar su fuente de trabajo, no obstante comenta que aún no hay mucha afluencia de gente. “Todavía no veo gente como antes, pero me alcanza para lo necesario”, indica.

A su vez, indica que durante esta emergencia sanitaria y el aislamiento, la música lo ha ayudado a resistir y aguantar el encierro, pues cada vez que se siente mal, triste y estresado toca un poco con su violín. “Siento mucha felicidad y paz al tocar, estoy disfrutando lo que hago, somos seres humanos, tenemos necesidades, pero vengo a disfrutar lo que Dios me permite tocar”, expresa el músico.

Por otro lado, admite que le gusta tocar más en las calles, pues hay más cercanía con el público, mayor intimidad, además que en los teatros o demás foros son muy elitistas, pero el arte, la música, debe ser para todas las personas, no sólo para un grupo; también se siente más alegre y cómodo. No necesita más en la vida: su violín y la música, y una que otra moneda.

Edición: Elsa Torres


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