Alfredo Barrera Rubio, pionero de la arqueología en Yucatán

El investigador señala que la disciplina se trata un enfoque social y revitalizar la cultura maya
Foto: Cortesía

 

En un momento de su joven vida, el reconocido arqueólogo yucateco, Alfredo Barrera Rubio, se enfrentó a una disyuntiva o como él lo califica: “discernimiento de espíritus”, iniciar su formación profesional en la arqueología o seguir el sendero de Dios para convertirse en sacerdote. Luego de mucho pensar, decidió la primera disciplina. No se arrepiente, ahí es donde vio una forma de servir mejor a la comunidad. 

Pese a su a su gran trayectoria, al investigador no le gustan los reflectores, ni la fama, para él la arqueología no se trata de grandes hallazgos, sino tiene un objetivo más social; resaltar y revitalizar el legado de la cultura maya, para que los mayas actuales se sientan orgullosos de lo que hicieron sus antepasados y no se sientan discriminados. 

“Para mí, la arqueología no es un trabajo, es una satisfacción, ya tengo 43 años de desempeño en el trabajo arqueológico y seguiré hasta que las fuerzas me lo permitan” indica sin titubear. 

Actualmente, el investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) tiene más de 30 años de labor dedicada a esta pasión, a lo largo de su trayectoria ha recibido diversos reconocimientos, premios, ha realizado diversas investigaciones y ha sido docente. 

Recientemente, durante el Encuentro Internacional de los Investigadores de la Cultura Maya 2021, el doctor en Antropología fue reconocido por su amplia trayectoria. 

En una entrevista con La Jornada Maya, Barrera Rubio comentó que desde niño tuvo una inclinación natural hacia la arqueología, a temprana edad acostumbraba a leer la revista de historietas Aventuras de la vida real. 

“Me impactó un número que se dedicó al descubrimiento de la tumba de la Tumba de Pakal, en la zona Arqueológica de Palenque, Chiapas”, indicó. 

También en la primaria acudía a la antigua Biblioteca Manuel Cepeda Peraza, la cual es ahora la Pinacoteca del Estado "Juan Gamboa Guzmán” para leer obras de arqueología. 

Este gusto se fue alimentando también por su tío, Felipe Rubio, quien era un enamorado de la cultura maya, y poseía un gran acervo de libros en su hogar. 

“Me llamó la atención el alto grado de desarrollo en las artes, las ciencias, la arquitectura”, expresó. 

Fue tanto su interés que de más grande, acostumbraba a realizar recorridos por los sitio arqueológicos del estado, recuerda una expedición que hizo en los años 70, cuando apenas tenía unos 15 años, en la costa oriental, no había carreteras.

Con unos compañeros de su escuela se fue en autobús hasta Playa del Carmen y de ahí se fueron en una canoa con un pescador quien los condujo por la costa hasta llegar a lo que ahora es Xcaret, en esos años era una aldea de pescadores, conocida como la Caleta de Xcaret. 

Ahí pernoctaron, los pescadores les ofrecieron pescado para comer y a siguiente día visitaron Tulum, y otros sitios arqueológicos de la costa. 

En esos años todavía no existía la carrera de Arqueología, por lo que tuvo que optar por otras opciones que eran afín, aplicó en la carrera de arquitectura en la Universidad Veracruzana, pero no logró entrar. 

Entonces, en su natal Yucatán, la única carrera que tenía un leve acercamiento con lo que amaba era la de ingeniería civil, estudió sólo un año. En ese transcurso nació la rscuela de Antropología, de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). No lo pensó dos veces y se salió de ingeniería para ingresar a arqueología en el año 1973. 

Siempre tuvo el apoyo de su familia, pues reconocían que era su verdadera vocación. Solo le dieron un mensaje, que actualmente sigue vigente, “me iba morir de hambre”, expresó.  

 

Discernimiento de espíritus

No obstante, antes de por fin ingresar a la escuela de Antropología, también tuvo una vocación religiosa; optó para entrar con los jesuitas, en la Casa de Ejercicios Espirituales de Puente Grande, Guadalajara, para ser sacerdote. En un principio no lo aceptaron, pero luego de entrar a la facultad le notificaron que sí había sido aceptado.

En ese momento se enfrentó con un discernimiento de espíritus. “Yo decidí que mi vocación, donde podría servir mejor a la comunidad era con la arqueología”, relató. 

Son diferentes formas de servir a Dios y a la comunidad, recalca el especules quien afirma que a la arqueología siempre la ha visto como un mecanismo no para hacerse famosos, sino como un instrumento de servicio a la comunidad. 

En su aprendizaje se dio cuenta que el objetivo real de la arqueología no es hacer descubrimientos espectaculares sino es una disciplina social, que estudia los procesos que tienen las sociedades y los factores que dan lugar al desarrollo de las mismas. 

Uno de los primeros trabajos que marcaron su carrera, fueron sus primeros trabajos en la zona arqueológica de Uxmal, donde fue pionero en el patrón de acatamientos y de comunidad. 

“La mayoría de la atención y la inversión de los arqueólogos, los gobernadores y presidentes, son donde están las grandes pirámides, palacios, pero la sociedad maya también tuvo viviendas, gente común”, subraya. 

Por lo tanto, detalla, hizo un estudio de patrón de asentamiento para el estudio de la comunidad alrededor de Uxmal, donde deslucieron que era una ocupación temprana desde el Preclásico tardío hasta el Clásico terminal. 

 

Arqueología social

Para el entrevistado, la esencia de la arqueología es el estudio de la sociedad, de sus procesos sociales basándose en los vestigios materiales. Todo lo que implica la evolución de una sociedad. “Somos investigadores sociales”, resaltó. 

No obstante, comenta que muchos compañeros no han replicado esta visión y se guían más por las grandes construcciones espectaculares, buscan los reflectores y la fama, pero ese no es el objetivo. 

“He preocupado hacer una arqueología social, multidisciplinaria que esté al servicio para consolidar y revitalizar la identidad de los mayas actuales”, señala. 

Porque los mayas actuales son discernidos, añade, ellos mismos tienen una identidad negativa, se cambian los nombres, no les gusta hablar maya, todo esto es producto de La conquista, el colonialismo, la explotación que han tenido a lo largo de los años. 

Durante esta época, explica, no se les reconocía la autoría de estas ciudades arqueológicas, por eso el papel es poder demostrar que hay relación entre el pasado y el presente; revitalizar a las comunidades que sepan que estos vestigios son de sus ancestros  y son parte de su identidad. 


Trabajo actual

Hoy en día se encuentra trabajando en la Zona Arqueológica de Kulubá, uno de los pocos sitios con arquitectura en pie en el nororiente de Yucatán, en Tizimín. Acaban de terminar trabajos de investigación y restauración en el bucle central y están rescatando más información.  

Han confirmado la  existencia de un palacio al oriente de la plaza principal del Grupo C, mediante la liberación y el reconocimiento del basamento, las escalinatas y una crujía con pilastras, en la parte superior, que habría sido usada por la élite del lugar.

Se trata de una voluminosa construcción de aproximadamente 55 metros de largo por 15 de ancho y 6 de altura, cuyos vestigios materiales apuntan a dos fases de ocupación: una en el periodo Clásico Tardío (600–900 d. C.) y otra en el Clásico Terminal (850–1050 d. C.).

 

Edición: Laura Espejo


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