Príncipe Jaguar, la vida es lucha

Especial: Audaz máscara
Foto: Ale Cen

A lo largo de sus 20 años de vida, Príncipe Jaguar ha demostrado su determinación en cumplir uno de sus más grandes objetivos: convertirse en luchador. No ha sido un camino fácil, sin embargo, no lo recorrió solo, y fue gracias a la solidaridad que existe entre el gremio yucateco que pudo consolidar su sueño de subirse a un cuadrilátero.

Como es el caso de incontables luchadores, la aventura de Príncipe Jaguar, natural de Maxcanú, comenzó a partir de la afición de su padre, quien solía llevarlo a las funciones a muy corta edad. Los espectáculos, recuerda, eran en Mérida, a donde acudía desde que uso de razón.

“Desde que tengo memoria me llevaba y ahí logré ver luchar a grandes exponentes de la República mexicana como Místico, El Hijo del Santo, Héctor Garza, El Hijo del Perro Aguayo, entre otros cuyas presentaciones disfruté en el Poliforum Zamná y La Inalámbrica”, recordó.

Gracias a su papá, a Príncipe Jaguar le entró “la cosquilla” de la lucha libre a los cinco años y al cumplir 15 se involucró de lleno en este deporte. Sin embargo, desde mucho antes ya practicaba las maromas en su casa.

“Hubo una gran persona que me ayudó. Él ha sido mi mentor en todo esto de la lucha libre y le agradezco tanto, pues de no ser por él, Príncipe Jaguar no existiría. Se trata de Jaguar Sagrado, mi maestro, quien me ha guiado a través de este camino”, sentenció.

El monarca del ring inició sus entrenamientos en su vivienda de Maxcanú, asesorado por su sacro entrenador. Él le indicaba a través de mensajes y videos de celular cuáles eran los movimientos básicos -rodados y maromas- de la disciplina para que los replicara a kilómetros de distancia.

“En un pequeño colchón de un metro por un metro me la pasaba rodando ida y vuelta y se lo iba mostrando (a Jaguar Sagrado) para que me ayudara, porque en ese tiempo no vivía en Mérida, sino en Maxcanú, a una hora de esa ciudad”, contó.

Al vivir alejado de los gimnasios, su entrenador le apoyó en todo lo que le fue posible para que finalmente pueda consolidarse su historia. A la fecha, continúa motivándolo para no dejar de lado su sueño.

Fue hasta cumplir los 16 años que le fue posible viajar a Mérida dos veces -a veces hasta tres, si era posible- a la semana para entrenar. Este tiempo, el Príncipe lo recuerda como una época difícil, pues se vio obligado a combinar sus estudios con su pasión por la lucha.

“Saliendo de la prepa viajaba a Mérida, entrenaba y me quedaba en casa de un tío, en donde me la pasaba haciendo tareas. Al día siguiente, a las 4 de la madrugada me tocaba viajar de regreso a Maxcanú para entrar a la escuela a las 7 de la mañana”, rememoró nostálgico.

 

El camino 

Al ser su padre un gran aficionado de la lucha libre, era de esperarse que apoyara a su hijo en los menesteres propios de su aventura. Cuando el señor era pequeño, mencionó, también quiso ser luchador; sin embargo, no le fue posible por diversas circunstancias.

De igual modo, el Príncipe Jaguar recibe el apoyo de su madre, pero reconoce que le da algo de miedo el ver a su retoño “treparse” a un cuadrilátero para “darse con todo” con sus contrincantes. Se siente alegre, asegura, pero como toda madre, no quiere que nada malo le suceda a su hijo.

Para consolidarse como exponente de la lucha libre, Príncipe Jaguar tuvo que “picar mucha piedra”. Fue un proceso difícil a razón de que vivía lejos de Mérida, que podría considerarse la Meca de este deporte en Yucatán.

onas que se incorporaron en mi apoyo fueron distintos gladiadores a quienes les agradezco, pues gracias a ellos nunca abandoné mi sueño”, reiteró en referencia a sus maestros.

Por supuesto, hubo ocasiones en las que Príncipe barajó la idea de “tirar la toalla”, pues veía imposible su meta, pero figuras como Jaguar Sagrado, Aztlán 13 y Steel Dragon lo alentaron a no abandonar y gracias a ellos hoy es un gladiador profesional.

 

No estancarse 

La primera vez que Príncipe Jaguar se subió un cuadrilátero sintió nervios y miedo, que se eclipsaban con la emoción de materializar su sueño. Para él es imposible describir ese sentimiento al tratarse de una ola de emociones previas a la lucha.

“Incluso antes de ponerte la máscara sientes miedo, pero una vez teniéndola puesta, todo eso desaparece. Sólo se queda la emoción de escuchar el tema de entrada, sentir al público esperándote, es algo indescriptible que siempre quedará en mi memoria”, detalló.

Príncipe Jaguar ha tenido la oportunidad de participar en torneos como el de la WLL, en donde llegó hasta las eliminatorias en busca del campeonato. Ahí, se enfrentó a gladiadores que antes veía luchar como aficionado y jamás se imaginó que compartiría el ring con ellos.

Edicición: Ana Ordaz 


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