Ante el auditorio lleno del Centro Cultural Olimpo, el escritor Ricardo Guerra de la Peña presentó su libro El santo del crack, una compilación de crónicas publicada por la editorial Los libros del perro.
Los comentarios sobre la pieza corrieron a cargo de Katia Rejón y Zel Cabrera.
“Cuando escribo a solas frente a la computadora, no siempre la paso bien, pero siento que es lo que sé hacer”, mencionó Ricardo Guerra con respecto al proceso creativo que le permitió plasmar sus vivencias en esta publicación.
El libro, contó, está dedicado a tres personas. A una de ellas le llama El Quijote, a quien conoció mientras estaba ingresado en un centro de rehabilitación por su adicción a los sedantes cuando tenía 19 años.
“Llegó un hombre de barba larga, flaco hasta los huesos, con marcas de quemaduras en la cara por estar consumiendo crack durante años y me regaló esta camisa que llevo puesta. No quería aceptarla, pero en ese momento la necesitaba más que él. Ha sido uno de mis amuletos en la vida”, recordó.
“No sé si lo habrá hecho de forma consciente o no, pero está muy presente la perspectiva neurodivergente en las crónicas. Pienso en ese meme del Dr. Strange que dice ‘he visto 14 millones de futuros’; y alguien le responde: ‘Es que tienes ansiedad’”, comentó la también escritora Katia Rejón.
“Para las personas que tenemos ansiedad, esos 14 millones de futuros son tan reales como lo puede ser un hecho mismo y el lugar que Ricardo le da a todo eso hace que integre un plano más de realidad en las crónicas y les dé ese sentido de hipérbole que a los cronistas les da tanto trabajo”.
Para ella El santo del crack, más que un tono de cronista latinoamericano, tiene uno de periodismo Gonzo, algo que hace mucho sentido, dijo, pensando que los primeros cuentos de Ricardo Guerra los catalogaba dentro del género de realismo sucio.
“Creo que Ricardo no es tan estratégico para haber planeado estas miradas alternas y recursos. Yo me atrevería a decir que le sale así porque su escritura es muy honesta y está acostumbrado a que le pasen las cosas más malas del mundo y que cuando pasan por su mirada y narración se vuelven aún más especiales”.
Destacó que El santo del crack es una historia casi mágica que, además de estar muy bien contada, tiene descubrimientos humanos muy fuertes. La recreación de los personajes y los diálogos, señaló, hacen que en algún punto se crea que se está leyendo un cuento, pero no.
“A quienes conocemos a Ricardo no nos sorprende que su vida sea un poco onírica. Es el amigo que siempre tiene experiencias raras, un poco porque las atrae; un poco porque las busca y otro poco porque su manera de contarlas es como si estuviera contando que lo abdujeron los ovnis”, sentenció.
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Edición Astrid Sánchez
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