Estalagmitas de una cueva de Yucatán revelan cuánto duró la sequía durante el colapso maya

Se trata de las grutas Tzabnah cerca de Chichén Itzá y Uxmal
Foto: Facebook Grutas Tzabnah

Una estalagmita de una cueva de Yucatán (México) ha servido para establecer que la civilización maya padeció, durante el llamado periodo clásico terminal, ocho sequías en la estación húmeda, la más larga de 13 años consecutivos.

Un equipo encabezado por la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y con la participación, entre otras, de la Universidad Nacional Autónoma de México, publica en Science Advances un estudio en el que se determinaron los niveles de precipitaciones de cada temporada húmeda y seca en el noroeste de Yucatán.

La estalagmita procedente de las grutas Tzabnah, cerca de Chichén Itzá, Uxmal y otros yacimientos mayas clásicos, permitió el análisis de los isótopos de oxigeno desde 871 a 1021 de nuestra era, intervalo que coincide con el periodo de declive social conocido históricamente como el colapso maya.

En esos 150 años se identificaron ocho sequías extremas durante la estación húmeda, las más prolongada de 13 años (de 929 a 942 aproximadamente). Entre ellas, una comenzó en 894 y duró cuatro años, interrumpidos por un solo húmedo, al que siguieron otros cinco años de sequía en la estación húmeda.

El investigador Daniel James, de la Universidad de Cambridge y primer firmante del artículo señaló a EFE que el aspecto mas importante del estudio es “la alta resolución del nuevo registro. Se trata del primer registro del clima estacional de este periodo de la historia maya. Podemos utilizarlo para conocer ahora la duración exacta de las sequías”.

Los datos de la investigación concuerdan con pruebas históricas y arqueológicas, las cuales indican que la construcción de monumentos y la actividad política en varios yacimientos importantes del norte, como Chichén Itzá, se detuvieron en diferentes momentos durante este periodo de estrés climático.

“Esto no significa necesariamente que los mayas abandonaran Chichén Itzá durante estos periodos de sequía severa, pero es probable que tuvieran cosas más urgentes de las que preocuparse que construir monumentos, como por ejemplo si las cosechas de las que dependían iban a salir adelante o no”, según James.


Las sequías, un factor más

Sobre el fin de la civilización maya se han planteado múltiples teorías, como el cambio en las rutas comerciales, la guerra o una grave sequía, basadas en las pruebas arqueológicas que dejaron.

La sequía fue “uno de los muchos factores, y su importancia dependía de la resiliencia de la sociedad”, una ciudad-estado que ya se encuentra en tiempos de guerra o disturbios civiles tendrá menos capacidad para hacer frente a una crisis climática, agregó el investigador.

A partir de la década de 1990, los investigadores comenzaron a recopilar registros climáticos y confrontarlos con los dejados por los mayas, como las fechas escritas en monumentos clave, para demostrar que una serie de sequías probablemente contribuyeron a la gran agitación sociopolítica en la sociedad.

La comparación de los registros de sequías con las pruebas arqueológicas existentes mostró que la actividad en Chichén Itzá, Uxmal y otros yacimientos regionales disminuyó en diferentes momentos y no siempre en consonancia con los ciclos de falta de lluvia.

Afirmar que un largo periodo de sequía lleva, por sí solo, al abandono de una ciudad sería simplista, pues la naturaleza independiente de las ciudades-estado mayas produjo “una amplia y compleja gama de respuestas”.

Las ciudades con acceso a una amplia red comercial, como Chichén Itzá, eran menos vulnerables y fueron abandonadas más tarde, precisó el investigador.

Por ello, consideró, “es necesario seguir trabajando para comparar el momento en que se produjeron estas sequías con las pruebas arqueológicas de cada yacimiento de la región, lo que esperamos que sea el siguiente paso de esta investigación”.


Indicadores de las sequías

El estudio ha recurrido a las estalagmitas, que se forman cuando el agua gotea del techo de una cueva y los minerales se acumulan en grandes depósitos en el suelo.

La analizada para ese estudio permitió acceder a detalles más precisos sobre las sequías, pues los isótopos de oxígeno específicos de cada capa son un indicador de la sequía de la estación húmeda.

Las estalagmitas se utilizan ahora con frecuencia para generar registros del clima pasado, “lo que resulta excepcional aquí es la resolución estacional de los datos y lo bien que podemos datar estos eventos utilizando el recuento de capas”, destacó.

Investigaciones anteriores han medido ese mismo valor en los sedimentos lacustres para determinar la gravedad de la sequía, pero estos no proporcionan suficiente detalle para determinar con precisión las condiciones climáticas de un año determinado en un lugar concreto.

Edición: Ana Ordaz


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