Niños con TDAH, ni indisciplinados, ni flojos: Georgina Alcocer

Ambito escolar es clave para el desarrollo
Foto: La Jornada Maya

Uno de los aspectos fundamentales para entender a los infantes con TDAH radica en el ámbito escolar, tanto desde la óptica del docente como de los niños que lo padecen. La maestra Georgina Alcocer Ayuso, con vasta experiencia en el tema -21 años de servicio- comparte su perspectiva a partir de su carrera profesional, y como alguien que presenta esta condición.

“No buscan fastidiar la clase o ser inatentos, la mayoría de las veces no hay intencionalidad”, aseveró la académica, quien actualmente funge como subdirectora en la secundaria estatal No. 72, en el rumbo de la colonia Nora Quintana, de Mérida.

La profesora advirtió que los docentes suelen confundir estas actitudes. Expuso que es común que piensen que los infantes tienen la firme intención de interrumpir la clase y suelen tacharlos como indisciplinados o flojos, lo que afecta negativamente su desempeño.

Pese a lo anterior, celebró que en la actualidad exista una generación de educadores que están mejor preparados respecto al tema, aunque reconoció que todavía queda un largo camino por recorrer en cuanto al trato que deben recibir los niños con TDAH.

Explicó que esta condición presenta dos grados: los inatentos y los que además son hiperactivos. Una de sus manifestaciones más obvia es que se distraen con facilidad por cualquier agente externo. Pueden llegar a fijarse tanto que dejan de prestar atención a las explicaciones de la clase.

Otra evidencia del trastorno es que se les dificulta permanecer quietos en las aulas, lo que expresan con movimientos y tics en ocasiones -o con la mirada puesta en otro lado- y reiteró que esto no significa que busquen desviar la atención del salón.

Protocolos de atención

Respecto a los protocolos de atención a estos infantes en los liceos, la profesora Alcocer comentó que en el estado -al menos en las escuelas públicas- ya existen a través de la Unidad de Servicio de Apoyo a la Educación Regular (USAER).

Precisó que los cuidados se centran en las asignaturas de español y matemáticas, desde que son las que implican un mayor grado de concentración, y van de la mano para el fomento de la capacidad de análisis.

Cuando los docentes detectan problemáticas en dichos rubros, se notifica al departamento de educación especial, que procede al monitoreo del infante, observa su comportamiento y cita a los tutores a fin de explicarles el posible diagnóstico del TDAH.

Una vez tengan el diagnóstico -que en el caso de las escuelas públicas se efectúa en el Hospital Psiquiátrico- éste se integra al expediente y se hacen los ajustes razonables, como en lugar en el que se sentará, la manera de marcar las tareas, libretas de control y estrategias para calmarlo en caso de un episodio de impulsividad.

A la escuela regular

La experta aclaró que, si el niño no tiene comprometida la inteligencia, no es necesario que acuda a una escuela de educación especial. Casi ningún TDAH cursa su grado en los Centros de Atención Múltiple (CAM). 

En la escuela donde labora la profesora Georgina hay alumnos que tienen Trastorno del Espectro Autista (TEA), así como con discapacidad visual y motriz. En el caso de los TDAH, la condición debe ser extrema para que se les canalice a un CAM; lo usual es que tengan necesidades que en ocasiones son derivadas de un diagnóstico tardío o falta de aceptación por parte de los tutores.

“Cuando se arrastra en la primaria y entran a la secundaria, la cosa se complica, pues se le suma el cambio de etapa. No es que no tengan la capacidad intelectual, sino que no desarrollaron las competencias necesarias a nivel secundaria”, explicó.

Alcocer Ayuso recordó que todas las escuelas públicas tienen la obligación de aceptar chicos con cualquier necesidad particular, sin que ésta los prive de su derecho a la educación.

Intención y discernimiento

El hecho que todos los niños “sean medidos con la misma regla” es debatible, pues es en función a la intencionalidad, acotó. “Un chico con TDAH no tiene la intención de distraer la clase, pero tiene la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Desde esa perspectiva deben tener conocimiento de las consecuencias de sus actos”.

Como ejemplo, puso el caso de la maestra de química que le pidió una tabla periódica a uno de sus alumnos. Él agarró una tabla de madera y pegó la página de un diario local en donde suelen publicar a mujeres con poca ropa, y la presentó ante su salón. “Es una tabla y tiene un periódico”, dijo el joven.

Recordó que el mismo alumno había sacado calificaciones de excelencia en esa clase, así que lo cuestionó. Como subdirectora le toca poner esas consecuencias y “siempre es difícil, pero tienen que entender que hay consecuencias”. Esto se maneja muy diferente a quienes presentan otro tipo de trastornos.

El control de tareas es un tema más complejo. Hay quien manifiesta no querer estudiar y las sanciones deben convertirse en estrategias para establecer medidas que procuren su adaptación, pero las consecuencias son las mismas.

Propiciar ambientes, la clave

“En el magisterio hay buenos y malos”, precisó. Un buen maestro que pueda conectar con sus alumnos y generar empatía es un tema muy importante. “Un buen docente no es el estricto que mantiene la tranquilidad en el grupo, existe la falsa idea -incluso entre los padres- que de eso se trata”.

La experimentada docente apuntó que los buenos maestros propician ambientes para que los TDAH se interesen, ya que es común que tengan una creatividad muy alta o se conviertan deportistas destacados. Es así que de dinámicas muy simples pueden salir las ganas de aprender, si les dan la libertad.

“Por otra parte, hay maestros que se niegan a este tipo de interacciones y en el momento que eso sucede, están negando la posibilidad de ser ellos mismos. Necesitan aceptación, pues son susceptibles al bullying porque se distraen, y si el maestro no tiene conocimiento de su condición puede afectarles mucho”.

Como un tripié

El USAER trabaja directamente con el tema del rezago escolar. Si algún alumno con TDAH presenta un bajo rendimiento académico, es probable que su condición no se haya detectado a temprana edad.

“La secundaria es una etapa con muchos cambios por antonomasia, y debe trabajarse como un tripié de cámara: alumno, papás y maestros. Si uno no hace su parte, la cámara caerá al suelo, entonces a los chicos se les vigila tanto en la escuela como en el hogar”, detalló.

Son los tutores quienes tienen que implementar las estrategias sugeridas por los profesionales; y además el USAER les da un seguimiento cercano, cuando detectan alguna anomalía se cita a los padres para conocer la raíz del problema.

“Si un maestro no tiene comprensión al trastorno, se nota enseguida en el bajo rendimiento del alumno, pues si un TDAH no se adapta a la clase, lo manifestará interrumpiéndola a cada rato por la desesperación de la falta de interés, termina por sentirlo como un ataque y, por ende, su autoestima baja”

Padres en duelo

En la experiencia de Georgina Alcocer, cuando los padres se enteran que sus hijos tienen TDAH -una condición que no cambiará- transitan por una etapa de incredulidad. Aunado a eso, persisten opiniones de familiares inexpertos que aconsejan castigos, y que así “solitos van a aprender”. No es así.

“Es como un duelo”, expone. “Todos los papás que conozco han pasado por la etapa de negación, después empieza la aceptación, tanto consigo mismos como con el hijo, y todos los elementos que intervienen para sacarlo adelante. En esta parte se quedan muchos de ellos”.

La pedagoga lamentó que tutoras exigen que sus hijos repitan años escolares al considerarlos tontos, lo que se transforma entre una lucha entre los profesionales y tutores, lejos del infante, pues están en una etapa de negación y mil nombres a su comportamiento, menos TDAH.

“Esta negación es común porque el TDAH justifica todo, y hay papás que así lo hacen. Si no quiere levantarse, no cumplió con la tarea, es una negación”.

“Que no se cuelguen”

En relación a los fármacos y el papel de los liceos, Alcocer Ayuso señaló que en las escuelas particulares pueden tener su propio manejo y condicionar el consumo de sustancias para acceder a las aulas. Pueden exigirlo.

En el caso de las escuelas públicas, lo único que solicitan es que exista un seguimiento de la toma del medicamento y un informe constante por parte de la institución que lo prescribió, que den la receta firmada por el doctor y sus respectivas actualizaciones.

“Cuando la toma es en la mañana, el niño se está durmiendo en clase, entonces se les pide a los tutores que lo tomen una noche antes. A veces funciona, pero hay papás que son renuentes pues argumentan que cuando llega a la casa está alterado y necesitan que esté tranquilo en esos momentos vespertinos, y no en la escuela”.

Opinó que, en la mayoría de los casos, el medicamento sí ayuda, siempre y cuando los padres “no se cuelguen”.

Necesidad de escuelas inclusivas

Aparte de los protocolos para la detección del TDAH, también existen los dirigidos a evitar el bullying para quienes tienen esta condición, ya que suelen reaccionar impulsivamente ante cualquier estímulo, o incluso aislándose.

Desde hace varios años en las escuelas yucatecas se promueve un ambiente de inclusión, el cual comienza con los docentes que no tienen permitido emitir distinciones ni comparaciones entre sus alumnos, aunque hay a quienes les cuesta más trabajo que a otros.

Es recurrente pensar que los maestros “tienen filo” hacia cierto tipo de pupilos, pero la experta aclaró que se trata de afinidades de carácter, situación que ocurre incluso entre padres e hijos. 

Es bien sabido que en las escuelas se han implementado métodos poco ortodoxos para tratar a los chicos, y la maestra Gina lamentó que aún sigan existiendo y los condenó: “Deben atacarse de manera inmediata”.

La labor de los docentes radica en desarrollar estrategias que permitan escuchar todas las partes de cualquier problemática. De comprobarse que existen prácticas inusuales en las aulas, los directivos están obligados a tomar medidas determinantes, que pueden ir desde sanciones administrativas; hasta el despido definitivo del profesor.

 

Edición: Enrique Álvarez


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