Crean cocinas comunitarias para apoyar a vecinos del sur de Mérida

La pandemia del COVID-19 ha impactado severamente a gran parte de la población, sobre todo a quienes antes de la contingencia ya estaban en condiciones desfavorables; muchos se han quedado sin trabajo y sin recursos para llevar el sustento y alimentos a su hogar

Ante esta situación, y la falta de espacios para abastecerse de alimentos, la agrupación Apoyo Mutuo, en colaboración con voluntarios, se dio a la tarea de crear cuatro cocinas comunitarias en colonias y asentamientos irregulares del sur de Mérida, donde además de ayudar a las familias, las empoderan y fomentan el trabajo comunitario.

Cada cocina lleva un nombre: la ubicada en la Emiliano Zapata Sur se llama Apoyo Mutuo; otra, en la Emiliano Zapata Tres, Hermosa Bendición; una más, en el asentamiento La Mielera, lleva el mismo nombre, y la más reciente se llama El Milagro del Roble, ubicado cerca del fraccionamiento San Marcos. En ellas, más de 800 niños reciben un plato de comida.

En promedio, cada quincena preparan 3 mil 500 raciones de comida y desde junio han otorgado más de 18 mil raciones, indicó Pedro Lewin, uno de los promotores de esta iniciativa, quien explicó que esta acción es resultado de un ejercicio de solidaridad entre gente de la ciudad, de otros estados y extranjeros, que nació con el fin de apoyar a familias afectadas por la pandemia del COVID-19. A partir del mes de julio, decidieron “dar un giro” y optimizar el tiempo, los recursos, minimizar los riesgos de contagio y fortalecer el tejido social.

Los insumos, detalló, los consiguen gracias a las donaciones que hacen las personas y algunas empresas; preparan platillos tres veces a la semana, y una vez se come carne, pues su precio es muy elevado, pero los menús también incluyen arroz, lentejas, alimentos no perecederos, jitomates, entre otros productos.

“No sólo se trata de satisfacer una necesidad alimentaria, sino también trabajar en el empoderamiento de las mujeres, participación ciudadana, y al mismo tiempo visibilizar este sector muy vulnerable”, indicó Lewin.

Comentó que en el caso de la cocina del Roble, gran parte de las personas son de otros estados y municipios del interior de Yucatán que llevan más de un año viviendo en el lugar, ya que muchos no contaban con donde dormir, otros se quedaron sin dinero por la pandemia y en este lugar han formado una comunidad de migrantes.

Buscan crear lazos con las autoridades y atraer a más personas que deseen apoyar a replicar estos comedores en otras partes de Mérida. En este enlace pueden donar /apoyomutuomerida. ong.mx/ o visitar la página https://www.facebook. com/apoyomutuomerida.

“Somos más visibles”

Aracely Hernández es la cocinera de El Milagro del Roble. Es originaria de Campeche, llegó a Mérida hace unos 10 años para realizarse unos tratamientos contra el cáncer que invadió su cuerpo. Sin embargo, luego de trabajar para atender su mal, se quedó sin recursos.

Empezó a vender comida y hacer trabajos de limpieza para pagar la renta, pero sus gastos eran muchos; un día, unos conocidos le comentaron que iban a limpiar unos terrenos para habitar. Le pareció bien, ya no tendría que pagar renta y construyó una casita de madera en este asentamiento irregular, donde vive desde hace más de un año con su hijo.

Hace unos meses llegó Apoyo Mutuo para promover la cocina comunitaria, lo cual fue bien recibido por toda la comunidad. “Me ha gustado mucho, era algo que anhelábamos aquí, por la pandemia muchos se quedaron sin trabajo y sin alimentos”.

Entre todos, precisó, nos apoyamos; una persona hace el arroz, otro las compras, compartimos los alimentos entre todos los vecinos. Además, los fines de semana la cocinera vende mondongo.

Antes, reconoce, la situación era complicada para los habitantes, pues tienen muchas carencias, no estaba seguro el alimento en la mesa, pero desde que llegó Apoyo Mutuo todos sienten una gran alegría. “Se siente bonito que los niños pregunten con felicidad. ‘¿Mamá qué vamos a comer?’, porque saben que sí tendrán un plato de comida”, comentó.

“No existíamos para nadie, nuestro futuro era incierto… nos cambiaron la vida”, agregó Aracely.

Edición: Ana Ordaz