La Jornada Maya
Juan Carlos Fáller Menéndez
Foto Juan Carlos Fáller Menéndez

25 de noviembre, 2015

[h2]? II.- El juez maya y Príncipe[/h2]


"En términos oficiales empezamos a colaborar con la conservación del jaguar y la biodiversidad en 2005 [‘Año del Jaguar en México’, n. del autor], cuando miembros de estas comunidades conformamos uno de los primeros Comités de Vigilancia Ambiental Participativa para la Conservación del Jaguar, en colaboración con la PROFEPA y la CONANP (...)”
Así continúa la carta fechada el 3 de julio, firmada por las autoridades de las comisarías y ejidos de San Pedro Bacab, Nuevo León, El Limonar, Tesoco Nuevo y Santa María Pixoy, del municipio de Tizimin, Yucatán.

Los montes de estas comunidades forman un arco protector de unos 15 kilómetros de ancho por diez de fondo, abarcando un rico mosaico de ecosistemas en producción en una matriz de selva en avanzada regeneración, ocupando la zona de influencia sur de la porción más selvática y bien conservada de la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos. Estas comunidades son pilar de la integridad de este importantísimo humedal, decano nacional en importancia internacional, selva rica en biodiversidad y también en conocimiento ancestral, en tradiciones e identidad mayas.

Pero volvamos al jaguar que nos ocupa: “Desde los primeros ataques (...) nuestras comunidades procedieron de manera consecuente y mesurada, reuniendo evidencia, dando aviso al Fondo de Aseguramiento Ganadero (FAG) y evitando considerar la represalia directa contra el felino. Durante varios meses [solicitamos] el apoyo gubernamental para dar solución al problema [pero] no hubo nadie que viniera a [hacerse] responsable ante nosotros. Por terceras personas nos fuimos enterando de todo.”

“Aún así, cuando a mediados del mes de mayo [seis meses después de los primeros eventos de depredación, n. el autor] se presentaron las personas que encabezarían el equipo de captura, nuestra posición fue la de colaborar en todo lo posible para el éxito de la operación, dejando nuestras observaciones, reclamos, solicitudes y exigencias para después.”

Era mayo de este año, dicen en su carta. México y Yucatán estaban en campañas electorales. La discreción en los pueblos era divisa máxima. Nada de candidatos ni de prensa. Cerrado el silencio, a cabalidad. La espera, llegan las jaulas... El monitoreo con cámaras automáticas... Llega junio... Elecciones federales y estatales... Pasan... Las trampas montadas, el permiso federal que no se expide... Jueves 18, luz verde, se activa el dispositivo...
“La recaptura (...) se concretó en la madrugada del viernes 19 de junio, con saldo blanco. El felino resultó ileso, y se le atrapó con la misma jaula-trampa usada en Playa del Carmen. (...).”

Edilberto, sobrino del Juez Maya, fue quien oyó primero el sordo golpe del metal, allá donde estaba la trampa esa medianoche, en la parcela-vivero-granja de Epitacio. Se activó al mismo tiempo el protocolo de contención y traslado. El animal estaba tranquilo cuando el dardo lo sedó minutos después (según me dijo el veterinario encargado, Christian Martínez, de la Asociación Civil Anta-Balam). Meses antes, cuando el jaguar pesaba algunos kilos más allá en Playa del Carmen, un perro fue usado como atrayente (con la debida protección) para agarrarlo. Esta vez también. En la misma trampa.

El protocolo se aplicó casi a la perfección, o sin el casi. De mucho sirvieron los ensayos que aplicó Martín Porta a los miembros del equipo. Con Manuel Collí al volante de la pick up de Pronatura (asociación civil), en cama el jaguar dormido en su jaula de traslado, se inició el largo camino hacia el sur de Yucatán, a Tekax, a donde llegarían cinco o seis horas después para depositar al felino en un encierro de la Semarnat.

Pero antes de tomar carretera hubo una escala. Edilberto, el técnico designado de las comunidades, se quedará en casa, en Tesoco Nuevo. De él vendrán los detalles que muchos vecinos ya solicitan con la mirada; el pueblo murmulla en la oscura madrugada. Erick, el primogénito de 9 años, tiene la oportunidad de tocar la planta del pie de báalam. Desde la somnolencia de un recuerdo, Erick piensa y habla de la suavidad de la almohadilla en la garra dormida.

Su tío abuelo es el juez don Carlos, quien en su casa recuerda a su perro Príncipe, uno de al menos seis perros reportados como depredados en nueve intentos. Príncipe, can blanco en rizos, fue tomado el 17 de mayo. Ocho días antes, el día 9, báalam tomó al perro de enfrente, el de su hermano Miguel Ku (hoy comisario municipal de Tesoco Nuevo); sólo quedó la jarcia con que estaban amarrados de sendos árboles en los respectivos patios. Patios delimitados con albarrada de piedra sobre piedra hasta la altura del pecho. Vanas vallas.

Cuando en marzo Juan Choc y su familia vieron cómo el jaguar se llevó a uno de sus perros y pocos días después al segundo, ambos tomados del mismo rellano de la puerta principal de la casa familiar, el juez maya del pueblo tuvo que pedir paciencia a su gente, a todos, decretando la necesidad de no dañar al jaguar, de respetar su vida así como el jaguar también les respetaba la vida a ellos. La selva agarraba, sí, pero no gente. Y la selva, fuente de vida, es hábitat de todos.

“(...) Nunca hemos dejado de ser gente del campo, respetuosa de los recursos que nuestras selvas proveen. Campesinos somos desde siempre y conocemos el valor del monte, pues de él depende nuestro bienestar presente y futuro.” (Continuará)

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