La Jornada Maya
Gloria Serrano
Foto Rodrigo Díaz Guzmán

19 de noviembre, 2015

Dice Hipólito, el de [i]Amélie[/i] (2001), la película francesa de Jean Pierre Jeunet, que “hablamos del tiempo para no darnos cuenta de lo rápido que pasa”. Quizás tenga razón; lo cierto es que ya han pasado 168 años desde aquella fecha que en la historia oficial se registra como el inicio de la Guerra de Castas,  la sublevación indígena encabezada por los caciques mayas Cecilio Chí, Jacinto Pat y Manuel Antonio Ay. Una rebelión en contra del [i]status quo[/i] representado en la figura de criollos y mestizos, que duró más de medio siglo y que, como lo documentan las crónicas, fue una de las guerras más cruentas de nuestra cronología. Existen múltiples versiones, pero se afirma que durante el conflicto perdieron la vida más de la mitad de los habitantes de la península de Yucatán. 

Pocos quedan para referir el hecho y ayudar a otros a comprender sus todavía hoy latentes repercusiones. Son los nonagenarios –y algunos de ellos centenarios– descendientes de quienes pelearon hasta el final por conservar el dominio de poblaciones como Chan Santa Cruz, nombre original de Felipe Carrillo Puerto, población situada en el estado de Quintana Roo. Son ancianos de memoria prodigiosa y empecinada salud, como Abundio Yamá, de 96 años, habitante de la comunidad de Señor, o como Faustino Tamay Marín, de 105 y Aniceto May Tun, de 107, originarios de Xyatil. Son los recuerdos persistentes, las miradas sabias, los invaluables relatos y la prosa suave y directa de los últimos testigos de un tiempo en que, también como ahora, ser indio representaba subir por una escarpada pendiente cargando sobre el lomo la colosal piedra de la discriminación.

Es noviembre de 2015, de un otoño yucateco pasado por lluvias menesterosas como las de esta noche de viernes 13, un día sombrío que llevará la impronta de los ataques del Estado Islámico a la capital francesa, que dejaron más de ciento treinta muertos y el trágico recordatorio de que la pérdida de cualquier vida disminuye a todo el género humano.

Mientras tanto, en Mérida, hasta la Galería Lux Perpetua, ha llegado don Crescencio Pat, uno de los “abuelos mayas” retratados por Serge Barbeau, fotógrafo canadiense que durante tres décadas se dedicó a la fotografía de moda en Francia y ahora vive en la localidad de Uh May, en Felipe Carrillo Puerto. Barbeau supo observar y ahí, donde otros vieron sólo arrugas efecto del envejecimiento, él supo ver profundos surcos por los que corren extraordinarias narraciones de la identidad de un pueblo.

El resultado de ese apaciguado mirar, es la exposición[i] Últimos testigos: Guerra de Castas 1847 – 20??[/i], la serie fotográfica que meses antes se presentó en el Museo de la Ciudad y que a partir de esta noche Lux Perpetua exhibe y pone a la venta. Parte del dinero recabado se entregará a las familias de los protagonistas de esta muestra, “los abuelos”, como los nombra cariñosamente Serge. Don Crescencio camina con paso firme entre los asistentes a la inauguración, a quienes de inmediato extiende la mano y brinda su sonrisa. No habla español, para eso está Marcos Canté, el intérprete que lo guía con la diligencia de un lazarillo y lo ayuda a comunicarse con este mundo tan ajeno a su cotidianidad. La gente lo otea, algunos lo saludan efusivos, otros no saben si acercarse. A este hombre eso no le quita su templanza monacal, nada lo perturba: ni los flashes de las cámaras ni el cuchicheo de los presentes ni el minimalismo del lugar.

¿Cómo ve el mundo don Crescencio? ¿Qué pensamientos atraviesan la mente de un anciano de 94 años para quien la Guerra de Castas no significó una mera anécdota, que ha vivido en una comunidad casi al margen de la modernidad occidental y que en cierta ocasión –como ésta– se ve a sí mismo reflejado en una fotografía de 1 x 1.5 metros, rodeado de personas a las que no conoce, que lo fotografían con sus teléfonos, que le hablan en otro idioma? Tal vez el trabajo de Serge Barbeau pueda ofrecer algunas pistas, tal vez él así lo entiende y por ello insiste a la concurrencia que tome el tiempo necesario para leer los textos que acompañan cada una de las icónicas imágenes. Para conocer a mayor profundidad lo que hay detrás de esta exposición que en 2016 se trasladará al Museo de Antropología de Munich, hablamos con su realizador, un perfeccionista de las artes visuales:

[h2]De la sofisticación máxima al encuentro con lo más simple [/h2]

“Me encontré con dos de los abuelos cuando colaboré en el documental [i]La guerra de los príncipes de la lluvia[/i], de Bernardo Pérez Soler. La bondad y tranquilidad que vi en sus caras me fascinó. También su forma de vida: una hamaca, un armario y una cocina con leña. Más sencilla no se puede. Luego conocí a Marcos Canté, habitante de Señor y fundador de la cooperativa Xyaat, que ofrece actividades de turismo cultural. Juntos comenzamos a entrevistar a otras personas, él se encargó de la traducción del maya al español y así fue como empezó este proyecto, por una fascinación estética que después se convirtió en algo más hondo”, explica Serge y como él mismo afirma, así pasó de capturar “la sofisticación máxima con las mujeres más hermosas del mundo a la vida más simple de los abuelos”. Otro tipo de belleza que considera un inesperado obsequio de su profesión, por los muchos años que le ha dedicado: “Soy fotógrafo de la escuela antigua y por lo general antes de tomar la fotografía, en mi mente ya tengo –con toda claridad– cuál será el resultado final. Aquí encontré otra realidad fotográfica que me emocionó mucho, la vida que transpira el rostro de los abuelos. Por eso decidí imprimir en el mayor tamaño posible”.

[h2]México en Alemania a través de la fotografía[/h2]

Serge también detalla cuál fue el punto de partida de la exposición que viajará a Europa en junio del próximo año: “Fue por casualidad. En Tulum conocí a un ciudadano alemán que resultó ser funcionario público del área de cultura en Bavaria. Sin saberlo, le mostré la fotografía de don Abundio y se interesó mucho en que se llevara la exposición a Alemania. Un mes después ya estábamos hablando de montarla en el Museo de Antropología de Munich. Ésta es la libertad que tiene el arte y la pasión que lo mueve todo. También es cierto que en ocasiones quienes llegamos a otro país vemos cosas que los nacionales no perciben porque se han vuelto insensibles. Recuerdo que esto fue justo lo que comentó el alcalde de Mérida cuando inauguró la exposición en el Museo de la Ciudad y escucharlo me tocó mucho”.

[h2]Imagen y palabra: la combinación perfecta[/h2]

“Toda la vida me dediqué a la parte estética de la imagen, que evidentemente seduce, pero cuando le agregas un contenido de mayor peso como las entrevistas que realizamos, entonces adquiere más poder y se convierte en una explosión que despierta los sentidos. En eso consiste el trabajo de un fotógrafo, en organizar y mostrar la realidad. La aproximación del pintor es otra porque tiene todo en su mente, pero como fotógrafo debes salir, ver a la gente, verificar la iluminación en el lugar. La fotografía implica un gran esfuerzo físico”, expresa con efusividad el entrevistado.

[h2]Un elocuente close up a la cultura maya[/h2]

Y afirma contundente: “No creo que los jóvenes vivan tantos años como ellos. Estos hombres tienen un régimen alimenticio muy sano: toman agua de cenote, no consumen refrescos, se alimentan con lo que genera su propio huerto. don Abundio anda en triciclo, que no es nada fácil. Pero además los abuelos tienen una gran voluntad de contar. Estoy acostumbrado a ver los rostros de la gente, pero con las entrevistas fue distinto, me emocionaron mucho. Y a ellos, por encima de su fotografía, lo que más les gustó fue que regresamos para verlos”.

[h2]“Soy muy feliz aquí”[/h2]

Serge Barbeau realiza de manera esporádica algunos trabajos de fotografía de moda, en su mayoría proyectos editoriales para publicaciones francesas. Para un hombre que se autodefine “más francés que canadiense”, enterarse de los atentados en la ciudad de la luz representó beberse una copa de tristeza en esta noche inaugural. No obstante, el brillo vuelve a su mirada cuando se refiere a México: “Es un país que me gusta mucho; tiene problemas como todos los países, pero la gente es buena. Soy muy feliz aquí”, y antes de concluir la frase, sonríe.

[h2]El valor del arte más allá de la estética[/h2]

“Los testimonios de los abuelos permiten recuperar el relato, pero también son un cuestionamiento sobre cómo asumimos esa parte originaria que todos tenemos. En el sureste no supimos amalgamar lo indígena con lo mestizo, eso ha ocasionado que se fragmente el conocimiento y que exista una falta de respeto hacia el pueblo maya. Las obras que expone Serge no surgen de una perspectiva impersonal ni folklórica o con tintes políticos, sin embargo, generan muchas preguntas sobre un tema velado que dio origen a problemas actuales como la distribución de la población y la migración del campo a la ciudad”, concluye Nadia V. Pérez Basurto, responsable de la galería, convencida de que esta muestra visual ofrece importantes pistas no sólo de la cultura maya, sino del desarrollo de la humanidad.


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