Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

Mérida
2 de octubre, 2015

El dos de octubre de 1968 el movimiento estudiantil de México se concentró en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, ciudad de México. Aquella tarde, miles de jóvenes y familias fueron brutalmente masacrados por los militares, durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Hasta hoy se desconoce la cifra de muertos.

[i]La Jornada Maya[/i] entrevistó al doctor Alejandro Enrique Guerrero Flores, en ese entonces estudiante de la facultad de medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y el representaba a su escuela en el Consejo Nacional de Huelga; esta es su crónica:
“El dos de octubre fue la culminación de una escalada represiva contra el movimiento democrático estudiantil; en 1968 hubo movimientos universitarios por todo el mundo, en Francia, Italia, incluso en Estados Unidos. Esas manifestaciones repercutieron contra la guerra de Vietnam. En México los estudiantes de aquel momento no eran ajenos a lo que sucedía con las luchas sociales, ya que muchos eran hijos de obreros, campesinos y de la clase media, conscientes de la necesidad de cambios generacionales.

Desde julio de ese año los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional fueron agredidos por granaderos, violando las instalaciones de las escuelas y persiguiendo a los maestros y alumnos.

La tensión y la represión fue en aumento hasta que el Ejército tomó las instalaciones de todas las preparatorias, sobre todo las cercanas al Zócalo de la ciudad de México.

Aún recuerdo el famoso ‘bazukazo’ con el que se pretendió abrir la puerta de la preparatoria número uno de San Ildefonso. Detrás de ella había estudiantes, muchos de ellos asesinados por el proyectil.

Mientras los estudiantes eran asesinados, el presidente Díaz Ordaz les extendía su mano ‘amigablemente’, desde la Guadalajara. Eso habla de la doble moral contenida en la respuesta que las autoridades daban a los jóvenes, quienes solamente pretendían resarcir los daños ocasionados por la represión, días atrás. Es lo mismo que sucede ahora.

El pliego petitorio de los 6 puntos que se hizo a las autoridades nunca se cumplió. Por el contrario, el gobierno, los diputados y toda la clase política, de forma autoritaria y dictatorial cerraron filas. No dieron respuesta, llevaron a una escalada de violencia que culminó con la toma de CU el 18 de septiembre y la toma del Politécnico el 24 de septiembre.

Se creó un estado de sitio y a partir de julio los estudiantes se organizaron; el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, encabezó las primeras manifestaciones.

Ese fue lo que motivó el mitin pacífico de Tlatelolco el dos de octubre. Se realizó para demandar que el gobierno saliera de las instalaciones educativas, cuyo objetivo frustrado era apresar a los líderes estudiantiles. El movimiento dio las pautas para el cambio de direcciones, se le dio movilidad a la dirigencia del Consejo Nacional de Huelga; si uno faltaba, otro podía dirigirlo.

La convocatoria fue a las 17:00 horas, en la Plaza de las Tres Culturas, se instalaron los micrófonos en el tercer piso del edificio Chihuahua. Éramos tres mil estudiantes; cuando se llenó la plaza, la Iglesia estaba extrañamente cerrada; nos percatamos de que el Ejército había rodeado la plaza y las azoteas y ventanas de los edificios más altos presentaban movimiento de personas con aspecto militar, pero vestidos de civil. Seguramente se introdujeron entre los manifestantes.

Faltando 10 minutos para las 18:00 horas un helicóptero sobrevuela la plaza y lanza una señal de bengala roja y verde sobre la torre de la Iglesia de Tlatelolco. En ese momento los fusileros armados, paracaidistas, suben hacia la plaza desde las ruinas, a un costado de la iglesia.
Se escucharon los primeros disparos que convierten a la plaza en una trampa de fuego cruzado, entre la gente vestida de civil en los edificios, quienes disparan hacia abajo; el ejército, hacia los edificios, los cuales eran viviendas familiares de personas ajenas al golpe represivo perpetrado por Díaz Ordaz. quien siempre se dijo responsable en su informe presidencial.

Había gente que quería entrar a sus casas pero se lo impedían. Había una guardería de la que los niños salían a las 6 de la tarde; cuando comenzó la balacera ya sus madres no pudieron recogerlos. También se presentó una función de cine a las 4 de la tarde, la película tenía el irónico nombre de La Trampa. El público salió a las 6 y en ese momento fueron sorprendidos por el fuego cruzado.

El fuego es más intenso se dio entre las seis y ocho treinta. Me recordaba el golpeteo del granizo sobre láminas de zinc, un sonido que retumbaba por la plaza durante dos horas y media; tableteos de ametrelladoras, basukazos, artilleros en tanques, como una película, pero era de terror. Fue un acto para aterrorizar a la población y estudiantes.

El Ejército había subido dos tanques, cuyas torretas disparan hacia el edificio Chihuahua, destrozan los comercios de la planta baja. Se incendiaron departamentos y, por la confusión, detuvieron a personas ajenas al movimiento. Recuerdo cómo levantaban heridos, como apartaban a los muertos por el fuego.

Mientras los militares peinan la zona casa por casa, un grupo de estudiantes nos refugiamos en el edificio Dos de abril, (que después destruyó el terremoto). Nos metimos en un café con mujeres y niños vecinos de la unidad habitacional. Entraron policías judiciales y uno de ellos que parecía Mayor del Ejército, se percató de que esas personas asustadas eran vecinos de Tlatelolco.

A las 21: horas el fuego amainó; los militares señalaron una tregua en el ‘combate’ entre soldados vestidos de civil y los pertenecientes al batallón Olimpia, personal de élite llevados de todas partes de México para esa jornada. Fueron preparados para disparar al propio ejército.
Quienes controlaban la plaza protegieron a la población civil y dejaron salir a las personas que, a su juicio, no estaban involucrados. Gracias a las identificaciones que llevaba conmigo nos dejaron salir, si no nunca hubiera sucedido y no estaría hablando acá en este momento.
Un militar nos dijo ‘salen hasta la calle Manuel González. A partir de ahí no es nuestra responsabilidad lo que pase fuera de la zona, les suplicamos tener mucho cuidado; seguimos sus órdenes.

Muchos de los líderes estudiantiles fueron detenidos en el tercer piso del edificio Chihuahua. Los llevaron a Lecumberrí y al campo militar número uno; a algunos los golpearon, a otros los desnudaron; fue una represión estilo nazi.

Los Juegos Olímpicos se inaugurarían 10 días después. El golpe fue para permitir que la fiesta de las olimpíadas se llevara a cabo, ya que sería inaugurada en el Estadio Olímpico, de Ciudad Universitaria, cuyas instalaciones habían sido tomadas por los estudiantes.
A pesar de ello, el movimiento se mantuvo vivo hasta el cinco de diciembre, día en que se imprimió el manifiesto a la nación ‘Tlatelolco: dos de octubre’. Finalmente volvimos a las aulas”.

[h1]Represión en Tlatelolco, improvisada; represiones actuales, planeadas[/h1]

El doctor Guerrero recuerda que diversas escuelas provinciales participaron en el movimiento estudiantil, incluyendo las normales rurales.

“Entre ellas estaba la de Ayotzinapa. Desde esa época me quedó claro que, con la misma edad de los 43 desaparecidos, era la más combativa, participativa y consciente. No me es extraño que los hayan golpeado y reprimido de la manera en que lo hicieron, porque ha sido una escuela combativa, con conciencia social; muy importante desde hace más de 50 años.

En el 68 el gobierno mexicano fue tomado por sorpresa. No se esperaba esa explosión juvenil; por eso improvisó respuestas represivas, muy diferente a lo que sucede ahora. Hoy no te tienden la mano, existe un autoritarismo, un ensañamiento contra el movimiento social, una criminalización de la protesta, más enconado que en aquella época.

Tienen más experiencia y una mayor práctica; tienen más ‘finura’ para la represión, mayores elementos, están mejor armados para reprimir que en el 68.

Ahora es un mecanismo perfectamente engranado, con ensayos de provocación, el chivateo, policías secretos, están relacionados con el crimen organizado.

Las protestas sociales provienen de la injusticia, de las condiciones que el crimen organizado crea en las comunidades. La ciudadanía se defiende, pero las autoridades reprimen”.


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