Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

28 de septiembre 2015

El trascender más allá de la vida terrenal se convirtió en la razón para que Guillermo Mendicuti Loría decidiera crear su propio negocio en compañía de su esposa, Arlet Rufino Simón. Así, el tres de julio de 1996, cuando México apenas se recuperaba de la crisis provocada por el “error de diciembre”, inauguraron Los Trompos, un restaurante de comida mexicana, que se ofrece pizzas al pastor y burritos, pero resalta por su trato con el personal, los clientes, y favorecer el desarrollo de inmigrantes de Damasco.

[i]La Jornada Maya[/i] entrevistó al fundador de la taquería, nacido el 29 de noviembre de 1971. Actualmente Los Trompos tiene 17 sucursales, con presencia en Yucatán, Campeche y Tabasco, dos mas en construcción y una planta laboral superior a las 900 personas.

El vivir con su padre, Ernesto Mendicuti Peniche, permitió a Guillermo y sus seis hermanos adentrarse en labores de administración y un trato cercano con la gente que trabajaba para él. Desde los 17 años ya eran capaces de sostenerse económicamente, consecuencia de la independencia que promovía su padre.

Cercano a los 84 años, Ernesto Mendicuti continúa trabajando “como si no tuviera que comer mañana”, señaló su hijo. “Siempre fue un motivo para él impulsarnos a hacer cosas nuevas, es una filosofía de familia y formación”, reconoció Guillermo.

[h1]Inicio de los negocios[/h1]

Durante sus años en los negocios familiares, trabajó en transporte de carga y la agroindustria, así como en comercialización de alimentos y granos. Dos años después de terminar la carrera de administración de empresas, ingresó a una empresa de alimentos, donde adquirió el conocimiento para lograr expandir los negocios. Al llegar la crisis, tuvo que optar por emprender en su propio negocio, Los Trompos, como última opción laboral.

Sin embargo, antes del nacimiento de la taquería, Guillermo ya había enfrentado un par de fracasos que, a los 19 años, le hicieron reconsiderar su forma de trabajar.

Al comercializar alimentos para vacas y toros en el oriente de Yucatán, un importante ganadero le ofreció un trato para enfrentar el tiempo de secas: pagar la mitad del alimento en dinero y el resto en ganado, el cual fue enviado por los vaqueros a su propiedad, pero era de “desecho”, en mal estado y con problemas físicos.

“Cuándo mi papá se enteró que de no fui a seleccionar el ganado, llegó y vio las 80 reses, las contempló por unos minutos y con una sonrisa sarcástica me dijo ‘a ver si te levantas de ésta’”, recordó. Después su padre le advirtió que “la ganadería es un negocio de hombre, donde el error fue de él por no escoger el ganado, además de que el empresario desconoce si fue una bajeza de sus vaqueros; pero te lo mereces y así aprenderás”.

Tras el fracaso, Guillermo Mendicuti consideró que no podía “quedarse a llorar”, por lo que ideó un plan para levantarse.

Al año siguiente, el mismo ganadero le ofreció la propuesta de dividir a la mitad entre dinero y animales, a lo que él aceptó, pero con la condición de acudir por el ganado a los ranchos.

Cuando llegó el momento de recogerlo, Guillermo estuvo investigando las mejores vacas y reses del ganadero, además de que se certificó como técnico inseminador artificial, al mismo tiempo de estudiar administración.

El ganadero, indignado, apareció en el rancho de Mendicuti al sentirse saqueado. Pero Guillermo le contó lo que sucedió un año atrás, mostrándole el estado de los animales que le habían sido entregados. Ante esto, el empresario se estremeció y le reconoció el esfuerzo de esperar 12 meses para recuperar la inversión. La inversión fue repuesta con nuevas vacas y becerros, además de que el empresario se convirtió en un asesor para Guillermo.

Mendicuti admite que la receta para levantarse del fracaso es siempre la misma: aprender de nuestros errores y tener la voluntad de salir adelante. “No podemos estar experimentando, pero sí capitalizar las experiencias y volverlas útiles para mantener el aprendizaje, por ello es continua la insistencia de que las persones se arriesguen desde jóvenes, porque es más fácil recuperarse a los 17 años que a los 65”, expresó.

Tras el aprendizaje con su padre, el fracaso y la revancha ganadera, México se enfrentó a la crisis de 1994.

En 1995, cuando la crisis provocó que miles de personas perdieran su patrimonio, Guillermo Mendicuti decidió embarcarse en una aventura que marcaría su vida: casarse con Arlet. Un año después, tomados de la mano, la pareja Medicuti-Rufino comenzaba en Plaza Dorada la empresa que ellos querían que se definiera por tener una esencia diferente, respetando a la planta laboral.

“Estábamos sensibilizados por el tema laboral, temíamos hacer una inversión, pero literalmente pusimos ‘toda la carne al asador’. Sólo nos quedó esperar a que las cosas funcionaran. Pones tu talento y te esfuerzas”, recordó Guillermo.

[h1]Pareja emprendedora[/h1]

Arlet le dijo a su esposo que “las cosas funcionarán porque Dios sabe tu verdadera intención, ser una empresa diferente”. Esa intención no ha cambiado, sigue firme, afirmó Mendicuti.

La fascinación por la cocina mexicana fue la razón por la que la pareja creó Los Trompos; “Arlet tiene ascendencia libanesa donde comer es religión”, mencionó Guillermo, por lo que ella se encargó de producir el primer menú del restaurante, donde destacan los nachos especiales. “La pizza pastorera y el burro son dos comidas que se popularizaron en el restaurante”, agregó.

En la actualidad, la responsabilidad social empresarial es una tendencia global, “pero hace 20 años las personas decían que cometía un error al reinvertir tanto en la empresa y su gente”, destaco el empresario. Mas se ha procurado modificar y tener inversiones para que exista un acercamiento a la planta laboral permanente, agregó.

Comparó a Los Trompos con un iceberg, donde la punta son los restaurantes, pero debajo hay un instituto que se encarga del desarrollo humano, además de que ha ingresado a la comercialización de alimentos, con Arlet, y el desarrollo de tecnologías innovadoras, con Detei.

Hace cinco años se creó el Instituto de Formación Asociación de Logros, empresa perteneciente a Grupo Gamas, de Mendicuti, que tiene un director y equipo de profesionales independientes. Ahí atiende a las 900 familias, algo que era imposible continuar para Guillermo y su esposa, de manera personal. En el Instituto se desarrolla la inteligencia emocional y cognoscitiva, hay programas para regularizar la educación primaria, secundaria, licenciaturas y posgrados, además de apoyo psicológico a los empleados. Este año inició un programa para desarrollar la inteligencia espiritual –que no está relacionada con la fe, el credo o la religión, aclaró Guillermo, pero sí para promover al ser humano.

“Pero otras empresas son icebergs a la inversa, donde tienen mucho nombre o una gran marca pero no pagan impuestos o incumplen con sus obligaciones, por lo que al primer sacudón desaparecen”.

Señaló que varias veces se ha visto en la disyuntiva de aguantar un golpe y apoyar al personal, o adquirir una visión menos humana, pero siempre han regresado a las bases y apostar a la gente, su capacitación y crecimiento. “No ha sido fácil este camino. Ha sido un reto, pero tenemos la certeza de que las empresas no se construyen sobre bloques, se construyen sobre personas”.

La industria restaurantera presenta mucha rotación en el personal. Los trabajadores se van a la competencia o colocan sus propios negocios, pero el empresario afirma que eso les permite esforzarse más, además de que siente un gusto enorme al saludar a ex colaboradores de Grupo Gamas, quienes le agradecen con cariño. “La empresa no es propietaria del capital humano, ellos tienen la libertad de desarrollarse y expresarse dentro de la compañía”.

[h1]“Sí, patrón”, el desarrollo de Damasco[/h1]

–Don Guillermo –dijo Carlos Pérez Baeza a su jefe en el recién inaugurado restaurante en Tanlúm– hay alguien que quiere trabajar con nosotros, pero…

El año era 1999, el jefe de meseros se acercó a Guillermo Mendicuti para hablarle sobre un joven muy interesado en ser parte del equipo de Los Trompos.

–…Es de Chiapas.

Al escuchar el estado de donde procedía, la mente de Guillermo se imaginó un hombre con su rostro cubierto por un pasamontañas y un rifle AK-47 en la espalda. El levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) aún estaba fresco en la memoria nacional, por lo que el temor a los chiapanecos estaba presente entre los empresarios.

–Trabajé con él –continuó Carlos, hoy gerente de la sucursal en City Center- “Isaías sólo vivía de las sobras que dejaban los comensales y de lavar el coche del dueño, sin sueldo fijo”.

Las palabras del jefe de meseros influyeron en la decisión de aceptar a Isaías Hernández Moreno en Los Trompos. El chiapaneco provenía de Damasco, un ejido en medio de la selva Lacandona, con apenas dos mil habitantes.

Cuando conoció a Isaías, Guillermo se le acercó para averiguar cómo se sentía en Los Trompos.

–¿Sabes limpiar? –preguntó Mendicuti.

–Sí, patrón –respondió Isaías.

–¿Sabes picar cebolla?

–Sí, patrón.

En ese momento, Guillermo pensó que le estaba tomando el pelo. Intentó una vez más.

–¿Sabes armar el trompo? –preguntó, sabiendo que es casi un arte.

–Sí, patrón –la respuesta se repitió.

Los meseros contenían su risa ante la escena surreal que se daba en el restaurante. Pero Isaías no sabía hablar español. Su idioma era el maya tzeltal.

“Cuando te topas con una persona que sin ningún peso atraviesa dos estados y pide trabajo, y lo único que sabe decir es ‘sí, patrón’, reconoces que hay alguien que tiene ganas de trabajar y su actitud es impresionante”, expresó Guillermo Mendicuti.

Pero su historia con Damasco no había concluido.

Meses después, Guillermo observó que un Isaías más flaco estaba en Los Trompos. Preocupado, le preguntó por su estado físico, sólo para darse cuenta de que era Manuel, su hermano.

Isaías, al ver a su hermano, se acercó en su defensa y solicitó alimento para él, a cambio de ayudar en las labores del restaurante. A partir de esa anécdota, Guillermo, Arlet y el equipo de Los Trompos decidieron impulsar la comunidad de Damasco, donde los hombres se han vuelto migrantes dentro de México.

Actualmente, 120 personas provenientes de Chiapas laboran en Grupo Gamas, un 10 por ciento de la nómina. En 14 años han desarrollado su ejido, creando su policía propia, pero manteniendo las prácticas de su etnia. También han adoptado prácticas de limpieza e higiene. Sus casas tienen concreto en el piso y ya hay baños.

“No tenemos mérito como empresa, es de ellos”, dijo Guillermo. A pesar de que no saben español, se les enseña el idioma y hoy se trabajan en oficinas, ya sea en departamentos de contabilidad, gerentes, jefes de cocina, aunque hay recién llegados, comentó.

[h1]¡Felices 200 años Los Trompos![/h1]

-Hoy se cumple el bicentenario de Los Trompos, el proyecto creado por Guillermo Mendicuti Loría y Arlet Rufino Simón, en una antigua plaza comercial en Mérida. Celebramos los 200 años con la inauguración del restaurante en Londres –diría el CEO de Grupo Gamas, en el futuro 2196.

Tiempo. Esa palabra a la cual todos temen. Los alcaldes sólo ven los siguientes tres años, los gobernadores y presidentes seis. Y los empresarios sólo construyen para su tiempo de vida.

Guillermo Mendicuti afirmó que a los empresarios les hace falta la visión de lo que sucederá en el aniversario 200 del negocio y sólo se enfocan en lo que sucederá durante su vida. Nueve de cada 10 compañías desaparecen después de que fallece el fundador, algunas incluso lo hacen antes, ya que se sintió cómodo, se retiró, enfermó o los hijos entraron a manejar y carecían de preparación, argumentó.

En el caso de la industria restaurantera, expresó, el tiempo de vida promedio es de dos años y el 85 por cientos cierra antes de cumplir los cuatro años. “Es duro porque son procesos muy cortos, si levantas la mano y el mesero no lo nota, el cliente entra al Facebook y en unos cuantos segundos daña la imagen y le da mala reputación a la empresa”.

Arlet y él eran conscientes del desgaste de las empresas restauranteras, por ello idearon a largo plazo, a través de la sustentabilidad, las prácticas de gobierno corporativo y responsabilidad social.

A los hijos muchas veces las empresas se heredan, pero el error está en heredar la administración, consideró. Los empresarios deben reconocer el momento de hacerse a un lado y dejar la embarcación a otras personas, para poder jugar otro rol dentro del negocio, comentó.

El legado de Guillermo y Arlet se ve en comunidades donde niños y niñas llevan sus nombres en reconocimiento de quienes han trabajados con ellos. El restaurante Los Trompos es movido por las 900 almas, son el espíritu del negocio.

Acompañado por el calor y los giros del trompo, la entrevista con Guillermo Mendicuti Loría concluye. El empresario mantiene en mente la trascendencia de la taquería.


Lo más reciente

Venados se prepara para conquistar la Liga de Expansión MX

El equipo de Yucatán está a la espera de conocer a su rival de los cuartos de final

La Jornada Maya

Venados se prepara para conquistar la Liga de Expansión MX

Rommel Pacheco denuncia el uso de granjas de bots de Xóchitl Gálvez para ''guerra sucia''

Señala que los ataques en su contra provienen, en 80 por ciento, de cuentas del PRI y del PAN

La Jornada Maya

Rommel Pacheco denuncia el uso de granjas de bots de Xóchitl Gálvez para ''guerra sucia''

Extenderán ruta La Plancha-Kanasín del Ie-Tram para llegar al parque de béisbol, nueva casa de los Leones

Los aficionados sólo tendrán que caminar una cuadra para llegar hasta el estadio

La Jornada Maya

Extenderán ruta La Plancha-Kanasín del Ie-Tram para llegar al parque de béisbol, nueva casa de los Leones

Bancos agradecen a AMLO no haber cambiado las reglas del sector como ofreció en 2019

Atravesamos uno de nuestros mejores momentos en cuanto a generación de ganancias: ABM

La Jornada

Bancos agradecen a AMLO no haber cambiado las reglas del sector como ofreció en 2019