Falta de conciencia social entre los empresarios genera pobreza

Paul Antoine Matos
La Jornada Maya

22 de septiembre, 2015

La muerte de su madre, una madrastra malvada, trabajar más de 20 horas diarias por un sueldo mísero y un final feliz, casado con hermosa mujer y éxito profesional. No es una historia sacada de un cuento de hadas, es la vida de don Rafael Vázquez Ávila, fundador de la panadería El Retorno, empresa cuyo nombre sintetiza y define lo que ha sido su vida, manteniendo vigente una tradición familiar que se remonta a sus bisabuelos.

A sus 68 años, cumplidos justo un día antes de ser entrevistado por La Jornada Maya, don Rafael mantiene una pasión especial por el trabajo, que hace olvidar su edad. Para el festejo, él mismo preparó los panes con los que celebraría con su familia. Expresa su emoción contando anécdotas de sus abuelos, su padre o él mismo.

Su historia comenzó el 2 de septiembre de 1947, en la ciudad de Mérida. Desde que nació su vida estuvo ligada al amor de sus padres y abuelos, con quienes compartió sus momentos más felices, pero también al sufrimiento y a la panadería; arte culinario del cual renegó en un principio. A los ocho años perdió a su madre, hecho que marcó el inicio de una larga serie de dificultades familiares y económicas. Luego su padre se casó con una mujer que menospreció a sus hijastros.

Por problemas de aprendizaje, reprobó en dos ocasiones el cuarto grado de primaria. Desde los 11 años su padre lo obligó a trabajar con él en la panadería, a pesar de sus reiteradas negativas. Con el tiempo, trabajando incluso más de 20 horas diarias, don Rafael encontró su vocación en la creación de panes.

Tras 27 mudanzas, entre Mérida, Tizimín y el Distrito Federal, finalmente logró consolidarse como empresario panadero con la creación de El Retorno en 1981. A pesar de no haber podido estudiar una licenciatura en su juventud, su experiencia lo llevó a ser capaz de administrar su empresa y ahora es reconocido por expertos culinarios franceses por el pan que produce, incluso llamándolo a ser juez de concursos reposteros.

En la entrevista, realizada en las oficinas de El Retorno, donde el aroma a pan recién horneado se impregna en la nariz, don Rafael reconoció la importancia de la familia como motivación vital. Gracias a sus abuelos maternos pudo salir del alcoholismo que descarrilaba su juventud. El apoyo de su esposa impidió que retomara un trabajo en el que se sentía menospreciado porque su desempeño era superior a su sueldo y horas de labor. Sin embargo, también es consciente de que involucrar a la familia en una empresa es un arma de doble filo.

“Montar una empresa con otros miembros de la familia puede ser beneficioso al principio. Todos buscan despuntar y tener éxito, pero cuando éste se alcanza, la familia y el negocio comienzan a desbaratarse por peleas y distintas personas intentan controlar todos los aspectos de la empresa al mismo tiempo”, comentó.

“Las empresas familiares en Yucatán están muy arraigadas, pero cuando llegan a la segunda o tercera generación quiebran por la falta de educación de los herederos”, señaló.

Afirmó que los padres que educan a sus hijos para convertirse en los dueños y directores les arropan, mas no les enseñan cómo funcionan las cosas, por lo que llegan a los altos mandos y desbaratan el esfuerzo con el que iniciaron las cosas.

Esto forma parte de la falta de cultura empresarial que hay en Yucatán, los dueños carecen de visión a largo plazo y desconocen que una empresa tarda aproximadamente 30 años en establecerse, expresó. “Cuando abrimos la sucursal en plaza Dorada, tardamos 18 años en generar ganancias superiores a 50 mil pesos”.

Indicó que las empresas que quiebran también se ven afectadas por la falta de una cabeza con la capacidad de dirigirlas. “Al igual que las familias, si las empresas están mal, eso significa que la cabeza está mal; por lo tanto, quienes toman las decisiones deben ser personas educadas, con experiencia y conocimiento”, afirmó.

Don Rafael contó que su hija trabaja con él en El Retorno, mas no es la siguiente en la línea de mando, sino que se encarga de las ventas de la panadería. Para entrar a trabajar, ella tuvo que pasar por el mismo proceso y las mismas exigencias que los demás trabajadores, recalcó.

En contraparte, el hijo de don Rafael no siguió la tradición familiar como panadero, al decidir vivir en Veracruz, trabajando como guardia de seguridad en una tienda departamental que, a palabras de don Rafael, le encanta.

“Actualmente, en Yucatán los empresarios no tienen conciencia social. Eso genera la pobreza de la entidad y son pocos los que se dedican realmente a empresas. La mayoría decide irse a los comercios, lo cual es diferente, porque los primeros tienen esa responsabilidad social y los segundos no; se enfocan en generar ganancias económicas”, manifestó.

Señaló, también, que el director o jefe de una empresa debe estar involucrado en todos los procesos, conocer cómo funciona la maquinaria y tratar constantemente con los empleados, aunque sin interferir en demasía con las labores. Esto es fundamental porque debe tenerse el conocimiento a fondo de lo que ocurre en el interior, comentó.

[h1]Tradición panadera perdida[/h1]

Los tiempos en los que el pan dulce yucateco tenía sabores tan fuertes como el anís, para desayunar o cenar acompañados de leche, chocolate o café, han desaparecido. La llegada de la comida rápida, como pizzas, perros calientes y hamburguesas, así como el pan de otras partes de la República, han ocupado el mercado alimentario del estado, desplazando a la panadería que antes se producía. Incluso, don Rafael ha tenido que adaptar algunos de sus panes y comidas para entrar en los nuevos nichos.

“La mercadotecnia ha sido el enemigo más grande para el pan yucateco”, declaró. “Se ha perdido esa tradición de desayunar o cenar con pan dulce y ahora sólo se consume el francés”. Incluso las antiguas panaderías, que también eran cafeterías, como La Flor de Santiago, han desaparecido. No se hizo nada por rescatarla y terminó convirtiéndose en una cantina”, manifestó.

“Antes, El Retorno utilizaba manteca de cerdo, pero los cambios culturales y de hábitos alimenticios provocaron que la dejáramos de usar, para reemplazar con mantequilla o margarina”, reveló el panadero.

Don Rafael señaló que el pan yucateco se ha convertido en otro. Se han adoptado algunos que antes eran poco comunes, como los bigotes o las conchas.

También reconoció que se ha sentido solo y abandonado por los demás panaderos de la entidad pero intenta lograr el retorno del pan yucateco tradicional, a través de la “quincena de la añoranza del pan”, un proyecto que permitirá a los adultos mayores volver a probar el alimento que marcó su vida, mientras que los jóvenes conocen y compran el producto. Para ello, abogará a la publicidad por medio del Internet.

Y es que don Rafael sabe que adaptarse a los nuevos tiempos y las tecnologías es algo indispensable para mantenerse vigente, como líder del mercado. Eso es algo que heredó de su abuelo Petronilo y su padre, Joaquín.

El abuelo Petronilo fue creador de las hojaldras yucatecas, las cuales se hacían primero con venado, después con carne molida y ahora con jamón y queso; además de inventor del ya tradicional y arraigado sandwichón.

La innovación le ha llevado a crear tortitas de ensalada rusa, con papa, zanahoria y pollo, que vendía en un inicio en la feria de Xmatkuil, pero con el tiempo se posicionaron entre las preferencias del público. También ha buscado incorporar los procedimientos de pan congelado para que éste pueda ser comido casi como saliendo del horno.

En la oficina de don Rafael se guarda bajo un manto el gran proyecto a futuro de El Retorno, donde engloba los sueños y anhelos que tuvo desde que comenzó a ser panadero, con apenas 11 años, obligado por su padre a entrar en el oficio. Pide discreción sobre lo que tiene en mente.

La harina y el horno se volvieron parte de la vida de don Rafael Vázquez Ávila, quien con fe y dedicación encontró en la panadería la oportunidad de destacar y continuar con una tradición familiar, conocida como El Retorno.