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Otto Von Bertrab
La Jornada Maya

4 de septiembre, 2015

La semana pasada tuvimos en la Riviera Maya una de las peores crisis desde el huracán Wilma: la madrugada del jueves 27 de agosto la carretera federal Chetumal-Puerto Juárez se hundió en el tramo que une a Playa del Carmen con Puerto Morelos. Los cuatro carriles de la autopista quedaron dañados y la comunicación vial completamente obstruida.

Miles de turistas alojados en Tulum y la Riviera Maya quedaron sin posibilidad de llegar al aeropuerto internacional de Cancún, de igual manera, los hospedados en Cancún y Puerto Morelos tuvieron que replantear sus recorridos a zonas arqueológicas y parques temáticos. Asimismo, miles de trabajadores y productos que diariamente se trasladan por este tramo carretero formaron largas filas para intentar pasar a través de la pequeña brecha que se abrió después de las primeras horas del suceso.

Por radio y redes sociales se anunció la solución: viajar por la autopista hacia Nuevo Xcan, una triangulación carretera de tan sólo 110 kilómetros. Muchos intentaron esta alternativa, pero al llegar a las casetas de cobro se toparon con la realidad: la concesionaria seguía cobrando peaje, a pesar de que representantes del gobierno de Quintana Roo habían anunciado que habría paso libre.

Sin embargo, el problema no era el peaje de 180 pesos, sino el hecho que sólo había una caseta de cobro habilitada por dirección. La mañana del día 27 en la fila para pagar el peaje podía uno tardar entre dos y tres horas. Para cuando a los concesionarios se les ocurrió agilizar el proceso ya se había anunciado que el socavón en la Riviera Maya se había rellenado parcialmente y se habían habilitado dos carriles, lo cual agilizó la espera a mucho menos tiempo que la alternativa propuesta de viajar hacia Nuevo Xcan. Por la tarde las casetas de peaje cumplieron su parte y dejaron de cobrar, como el gobierno lo había anunciado, demasiado tarde, diría yo.

Esta situación me hizo recordar la contingencia ocurrida hace 10 años en vísperas del huracán Wilma, cuando el gobernador del estado anunció públicamente que no se cobraría el peaje en la autopista hacia Mérida, pero al momento de llegar a las casetas los cajeros argumentaron no haber recibido la orden. ¿Mala comunicación?, probablemente en ambos casos, pero oportuna para las finanzas de la compañía concesionaria y una bofetada a los turistas y trabajadores que actuaban de acuerdo con las recomendaciones oficiales ante situaciones de emergencia. Me parece que esta falta de comunicación, que yo llamaría desacato, tendría que recordarse cuando se otorguen más concesiones carreteras a esta compañía.

La crisis del socavón produjo pérdidas de millones de pesos: hoteles, aerolíneas, transportistas, taxistas, operadores de tours, viajeros, trabajadores, todos pusieron de su parte y sacrificaron en alguna medida sus ingresos del día. En esta ocasión tengo que decir que las autoridades gubernamentales reaccionaron a la altura, ya que durante todo el día los camiones de volteo estuvieron rellenando el gran agujero y antes de 24 horas de iniciado el suceso se habían habilitado cuatro carriles para permitir el flujo normal de vehículos.

El problema de fondo y lo que queda de manifiesto en esta situación es la mala costumbre de rellenar cenotes y humedales para que una carretera no tenga curvas o para evitar la construcción de puentes, que resulta más costosa. Muchos mencionaron que el socavón se abrió en un cenote, aunque en este caso ese tramo se encuentra en un humedal. Los ingenieros de la Secretaría de Comunicaciones y Transporte debieron saber que ese tramo de la carretera pasa por una aguada que en época de lluvias se convierte en laguna. Por más que compacten el relleno el agua ablandará el material.

Hace 20 años, cuando se planeó esta carretera, no se tenía el conocimiento de humedales y cenotes que ahora se tiene; lo que esta información nos indica es que hay varias zonas entre Cancún y Tulum que están en riesgo de colapsar. Simplemente habría que ubicar dónde hay cenotes a los costados de las carreteras, toda vez que estos ríos subterráneos que pasan por debajo de las mismas, de forma constante y permanente erosionan el suelo sobre el cual circulan miles de turistas, trabajadores y mercancías.

Las autoridades dirán que no hay recursos suficientes para realizar los estudios y hacer las adaptaciones necesarias para que las carreteras no vuelvan a colapsar. Lo que les aseguro es que la crisis del 27 de agosto volverá a ocurrir en este tramo carretero, pero también hay alta posibilidad de que lo mismo ocurra pasando Playa del Carmen, en Puerto Aventuras; pasando Akumal, en Chemuyil y Tulum, basta ver un mapa de los ríos subterráneos para saber que esa carretera está construida arriba de varios.

Lo aconsejable es volver a realizar estudios de mecánica de suelos, sobre todo en las áreas donde se ha comprobado la existencia de cenotes, aguadas, lagunas y ríos subterráneos, se tendrá que invertir en corregir cualquier omisión que implique una amenaza para la construcción original. Esta vez la crisis se resolvió y no pasó a mayores, pero es un aviso que debe preocupar y ocupar a la autoridad, porque algo similar puede ocurrir algún día con tránsito abundante y los turistas se nos pueden ir por el socavón.


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