Jaquelyn Rosado Puerto
Ilustración: Chakz Armada
La Jornada Maya

26 de agosto, 2015

[i]Hay peores cosas que quemar libros;
una de ellas es no leerlos. [/i]
Ray Bradbury.

Nuestro país no es un país de lectores. Lo demuestra la Encuesta Nacional de Lectura 2014, cuyos resultados arrojan que los mexicanos leen menos de tres libros al año, y sólo el dos por ciento de la población tiene como hábito permanente leer. Esto es grave si se considera que la lectura juega un papel importante en el desarrollo socioeconómico y cultural de un país.

En uno de los apartados de la Declaración Universal de Derechos Humanos se menciona que “toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y participar del progreso científico”. Es así como la biblioteca se constituye como un importante espacio para la garantía de éste y otros derechos, al brindar acceso al conocimiento sin restricciones de ningún tipo a cualquier persona. Carolina Maillard en su artículo [i]La dimensión social de la biblioteca pública[/i], señala acertadamente que ésta es un lugar de encuentro semejante a la plaza pública, donde se intercambian conocimientos, información, entretenimiento y planteamientos de la diversidad social. Además, juega un papel trascendente en la educación no formal, en la promoción de la lectura y en el rescate científico y cultural.

En el estado de Yucatán existen 160 bibliotecas públicas, de las cuales 30 se encuentran en la ciudad de Mérida y sus municipios aledaños. Las 130 restantes funcionan como bibliotecas comunitarias en su mayoría, ya que se encuentran en los palacios municipales o cerca. Gran número de éstas últimas se encuentra en el abandono, contando con pocos o nulos programas de fomento a la lectura, así como un pobre acervo bibliográfico e infraestructura en malas condiciones y sin bibliotecarios a cargo.

En muchas comunidades hay bibliotecas, hay libros, pero no hay quien los lea, pues muchas veces la gente no sabe leer, no hay lectores(as) funcionales o bien, no tienen el interés ni la motivación de acercarse a las letras. Para revertir esto y lograr que la biblioteca sea un lugar frecuentado, debe tener un correcto diseño y una gestión puntual de los servicios y del acervo bibliográfico, cuestiones que se logran a través del bibliotecario(a). En su artículo [i]Cualidades y características del bibliotecario profesional[/i], Aurelia Orozco afirma que un bibliotecario profesional debe poseer una sólida formación académica, dominar el aspecto técnico: catalogación, clasificación, elaboración de bibliografías, dominio de las obras de consulta, etcétera; todo lo cual deberá manejar oportunamente y con criterio. También debe tener la capacidad y disponibilidad para orientar al lector en su búsqueda, sugerirle, animarle a leer, a través de diferentes estrategias y, por supuesto, con el apoyo gubernamental que le provea los recursos materiales y apoyo humano necesario para tal fin. Sin todos estos elementos, la biblioteca será un lugar más con libros que nadie lee.

México es un país de marcados contrastes sociales. Yucatán no es la excepción. Las bibliotecas comunitarias son potenciales herramientas que bien pudieran aprovecharse para reducir la brecha de conocimiento y educación entre el sector rural y el urbano; por lo que deben ser tomadas en cuenta urgentemente en la agenda pública y civil.


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