Verónica Camacho Chávez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

25 de agosto, 2015

Ernestina tiene 47 años, trabajaba en una fábrica de alimentos y conservas pero desde abril, “cuando hubo un recorte”, se quedó sin empleo. Ahora, al comenzar el día, sale a recorrer las calles de Mérida en busca de desperdicios para obtener su sustento. Ella se dedica a la pepena.

La mujer, debe seguir la ruta de la recoja de basura sin importar los riesgos que esta actividad implica, ya que carece de capacitación para el manejo de residuos.

“No tengo estudios y a mi edad ya es muy difícil que me den trabajo; sólo tengo un hijo que terminó la primaria y él a veces me acompaña; recogemos latas, cartón, botellas de refresco. En ocasiones me dan ropa usada o muebles rotos”, comenta Ernestina.

Durante la semana, los camiones de recolección recorren la ciudad para levantar la basura orgánica e inorgánica sin horario fijo, por lo que antes de ir a trabajar y dejar a los niños en las escuelas, las familias sacan desde temprano sus desperdicios.

A los pepenadores se les puede ver por toda la ciudad. La familia Canché; papá, mamá y sus dos pequeños, uno de cuatro años y una niña de tres; recorre la urbe en un triciclo de carga buscando algo que puedan vender o usar.

“Recorremos varias colonias todo el día. Sí nos alejamos bastante pero sólo así sacamos para la comida; hemos levantado colchones, sillas rotas; tenemos que juntar muchos kilos de latas, botellas, papel y cartón para sacar más de 100 pesos”, cuenta Arturo, el padre de familia.

Arturo comenta que después de haber trabajado varios años en una empresa de limpieza fue liquidado. Tuvo que buscar una actividad para mantener a su familia. “Ellos me ayudan cuando me acompañan. Recorremos varias colonias, recogemos de todo porque lo podemos vender como chatarra, reparar o usar”.

La tarea no es fácil, expresa, porque deben recolectar grandes cantidades para que valga la pena venderlo: “el kilo de periódico está como a 90 centavos, las botellas de refresco a 4 pesos, las latas de refrescos a 2 pesos, y a veces logramos vender latas y las botellas de los productos de limpieza, pero eso depende de si el comprador lo quiere; madera y vidrio casi nadie lo compra”.

“No tenemos uniforme, casi no tenemos horario; cuando podemos juntamos botellas y latas de refresco, para que salga para el taco, a veces si nos da el vecino para el refresco”, explica uno de los trabajadores de recoja que prefiere omitir su nombre.

En la ciudad existen varias empresas recolectoras de basura: Servilimpia emplea a unas 300 personas y atiende 111 mil 388 predios de 137 colonias; Pamplona cuenta con 150 trabajadores aproximadamente y da servicio a 65 mil 688 predios de 70 colonias; Sana tiene 150 empleados aproximadamente y llega a 10 mil 820 predios de 11 colonias y fraccionamientos del poniente.

Para la ciudad este panorama tiene ya muchos años y a pesar de ser una actividad ilegal, las autoridades municipales parecen no percibirlo, a pesar de que los pepenadores van dejando sus desperdicios en la calle a lo largo de su camino.

En la pasada sesión ordinaria del Consejo Consultivo para el Manejo de Residuos Sólidos del Cabildo, los regidores del PRI exhibieron la incapacidad de Renán Barrera Concha para resolver la situación.

Durante la décima y última sesión de dicho consejo en esta administración municipal, el regidor priísta Enrique Alfaro Manzanilla, en su calidad de presidente de la comisión permanente de salud y ecología, indicó que la dirección de servicios públicos, a través de la subdirección de ecología, que preside Elger Pech y Canul, nunca aplicó el reglamento de limpia y manejo de residuos sólidos no peligrosos.

Tal omisión debe quedar plasmada en el proceso de entrega recepción, en el término e inicio constitucional para la siguiente autoridad municipal, añade.

“Los miembros de este consejo reconocieron que la pepena es un problema que no se atendió en esta administración, lo que deja a la vista el fracaso de la subdirección de ecología por la nula aplicación de los reglamentos municipales en la materia para sancionar a las empresas”, indica Enrique Alfaro.

Los mecanismos de supervisión y vigilancia para sancionar a las empresas concesionarias infractoras no se aplicaron, lo cual es “un posible contubernio entre
dichas empresas y orquestado, al parecer, desde la Oficialía mayor del municipio", señala.

Precisó que a la falta de supervisión y el posible beneficio para unos cuantos se suma la necesidad social de que no se cumplen las condiciones laborales dignas para las personas que practican la pepena, que son trabajadores sin ninguna condición laboral que exponen su salud y sin ningún tipo de equipamiento.

“La pepena es, un problema que desbordó al alcalde Renán Barrera en todos los sentidos y que fue reconocido por los tres niveles de gobierno que son miembros de dicho consejo, así como de la sociedad civil organizada.

“Lo grave de esta situación es que la salud de los pepenadores está expuesta porque simplemente no se aplica el reglamento para prohibir esta actividad”, expone Alfaro.

“Es una autoridad municipal panista de ojos y oídos sordos que deja a la vista la suspicacia del beneficio para unos cuantos en posibles actos de corrupción, que serán trasladados a la siguiente administración municipal del también panista Mauricio Vila Dosal”, expresa.

El regidor considera que el reconocimiento de este problema por parte de los miembros del consejo debe quedar asentado para que sea analizado en el proceso de entrega recepción.


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