Felipe Escalante Tió
La Jornada Maya

17 de Agosto de 2015

Ignoro si sea el ritmo de vida actual, o el hecho de que sean los niños los que tienen vacaciones y no los padres, pero la costumbre de la temporada se va haciendo cada vez más breve. Para algunos ya es nada más de un día; basta un domingo del verano, mientras más cercano al regreso a clases, mejor.

Los más dispuestos inician el domingo a oscuras; antes de que abra el puesto de cochinita y lechón de la esquina, o de que los niños enciendan la tele para ver a Chabelo. Si se es osado y se quiere llegar con bien, tomar el camión es viable. No son muchos, pero los viajes de Autoprogreso son frecuentes desde las seis de la mañana. Los asientos son cómodos, invitan a seguir durmiendo… a menos que la familia sea ruidosa, en cuyo caso no hay quien siquiera dormite.

Una vez en el puerto, la operación familiar es por ocupar un lugar en el Malecón. Las pocas palmeras existentes no son ni sombra de las que había en el lugar antes del amarillamiento letal; pero en aquel entonces –tiempos ya casi bíblicos –nadie pensaba en hacer de la renta de palapas un negocio. Hoy es imposible colgar una hamaca entre los árboles.

Apenas puede improvisarse un toldo, o colocar una enorme sombrilla en la arena.

Un artículo fundamental en el día es la nevera. Ya sea de nieve seca o una Coleman, la nevera cumple varias funciones a lo largo del día. Curiosamente, lo que menos lleva en su interior son alimentos y refrescos. Hay cerveza y hielo. Quien quiera enfriar otra bebida, tomará un vaso y colocará unos cuantos cubos en él.

La nevera es estandarte de la familia. Quien la carga desde el camión, o el lugar donde se encontró estacionamiento, suele encabezar la marcha del grupo hasta el Malecón y, por regla general, posee la autoridad para decidir en qué punto se asentarán. Dicho lo anterior, el artefacto pasa a cumplir la función de faro. Ya sea para tomar un baño de mar o simplemente playear un rato, nadie la pierde de vista. Por último, sirve de asiento para alguno de los integrantes del clan, que automáticamente queda comisionado para servir las frías.

Cosas qué ver y hacer

No todo es quedarse en un mismo sitio a contemplar el mar, tomar un baño y comer. De un extremo a otro hay una oferta variada de distracción. Un lugar que nunca cierra es el muelle de pescadores, al poniente del Muelle Fiscal, y al que se llega recorriendo una estructura de madera construida hace cinco años. Es un lugar con un ambiente cordial, donde a toda hora hay alguien pretendiendo sacar un pez del agua.

Para atraer a los bagres y peces sapo –abundantes en las aguas someras –improvisados y expertos pescadores utilizan unas sardinas más dignas de un aceite de oliva que de la boca de otra especie marina. Pero ya que no forman parte de la cocina yucateca, ayudan a obtener por lo menos una hora de desconexión del ambiente. Aunque al término de la misma, uno llega a la conclusión de que nada más se dedicó a dar de comer a los peces.

Mientras, el Malecón es territorio en disputa. Al final, junto a la feria, se levanta la tarima de espectáculos de Grupo Modelo. A un lado, un grupo botea a nombre de una organización que trabaja con niños cuadrapléjicos y, enfrente de éstos, unos cuantos testigos de Jehová exhiben literatura de su fe. Igualmente, los vendedores de merengues, dulces y otros antojos como mangos con chile y chamoy, o una señora con salvavidas y cubetitas de plástico, caminan sobre la arena ofreciendo su mercancía. Un triciclo habilitado para la venta de kibis rellenos de queso de bola o camarón, desafia la popularidad de la “cocina fusión”, atrae clientes a las puertas de una tienda de conveniencia.

De repente, una batucada interrumpe la relativa quietud del ambiente. Son casi las 11 y media de la mañana y el primer pensamiento es asociarla a la guerra de las cervezas. A fin de cuentas, el espacio es sólo el escenario para el consumo de las marcas de Cuauhtémoc o Modelo, y el desfile de latas, medias y misiles ya es obvio. No es así: es un grupo de animación contratado por un mayorista en artículos de papelería que, con su presencia, dejó a varios padres angustiados por la próxima compra de útiles; para ellos, los gastos del día irán acompañados de la sensación de culpa.

El deporte tiene también su espacio. El ya tradicional concurso Mr. Playa celebra su edición 2015. Hay cerca de un centenar de competidores de las distintas categorías –desde infantil hasta veteranos–, además del concurso de Fitness, para damas. El área de preparación es compartida y lo mismo hay público en la pasarela que detrás del escenario. Cada competidor trae porra, así que los fotógrafos escuchan un “¡tómale una foto a mi padrino, para que aparezca en una porno!” Rodrigo y Jorge posan para la cámara. Sin embargo, la competencia está a pocos metros de la tarima del Corona Sunset, donde han empezado las pruebas de sonido. Permanecer se hace incómodo.

Hora de comer

El mercado municipal Francisco I. Madero está lleno en el área de comida desde las 9:30. Muchos no pueden vivir sin su francés de cochinita o lechón de los domingos. Sin embargo, ya están activos los oferentes de pescado frito. Igual puede disfrutarse un coctel o ceviche.

Hay varios restaurantes en el Malecón, para todos los bolsillos. Algunos de ellos ofrecen servicio a las palapas, por lo que los meseros ejecutan malabares cada que cruzan el pavimento y evitan chocar con los transeúntes. Vale la pena buscar dónde comer, sobre todo si se anda en busca de pescado frito.

Entre la veda del mero, la temporada de pulpo y la marea roja, la oferta tiende a diferenciarse. Hay locales que ofrecen en 100 pesos el kilo del alimento, acompañado de tortillas, cebolla curtida y chiles jalapeños. Cuando se ve que el “surtido” del mercado (mojarra y rubia) sale en $120, uno empieza a preguntarse qué le ofrecen los más baratos. Cuando se
llevan niños, uno se preocupa porque una espina en el bocado termine por arruinar la salida.

Finalmente, se llega a El Toro. El mero frito sale en los mismos 150 pesos que en el mercado. La botana no es abundante, pero sorprende la presencia de un delicioso chirmole de pulpo. Lamentablemente, la higiene de los baños no está incluida en los costos.

Retorno

Cháak amenaza con hacer que el domingo concluya antes de lo programado. El cielo comienza a nublarse mientras –a tres cuadras de distancia –se escucha la voz de unos cómicos haciendo una rutina previa al inicio del concierto organizado por La Reverenda. Para algunos es momento de imitar a Fray Luis de León y huir del mundanal ruido.

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