Héctor Hugo Bustos*
La Jornada Maya

Jueves 13 de agosto de 2015

Hace unos días, mientras esperaba turno para entrar a quirófano a realizar una cirugía, un colega me mostró la fotografía que una alumna de medicina de la Universidad del Valle de México subió a las redes sociales el 10 de agosto a las 6.33 horas. La joven acudió a hacer guardia a un hospital, decidió hacerse una [i]selfie[/i], eligió de fondo a una anciana postrada en una cama y entubada, y describió que estaba agonizante.

Sin tomar conciencia de su acción y sin consentimiento de la paciente, le pareció “chistoso” tomarse una selfie y posó sonriente, con un estetoscopio colgado del cuello como estigma y haciendo la “V” de la victoria.

Uno puede imaginar que la estudiante, al despertar, se preguntó: “¿Qué voy a hacer hoy para animar mi día?” Y se respondió: “Tomarme una [i]selfie[/i] con una paciente moribunda, con una anciana que necesita oxígeno, en actitud indeterminada y mirando hacia la nada”. Y la alumna de la Universidad del Valle de México celebró su ocurrencia con la “V” de la victoria.

Ver esa [i]selfie[/i] me produjo profunda tristeza y la sensación de que esa acción no era buena permeó mi cuerpo. Leí datos de las redes sociales: la foto fue compartida cien veces, había 300 comentarios, todos ofensivos, contra la bisnieta de Hipócrates. Reactividad pura.

Pero en realidad la fotografía muestra a una estudiante de medicina de una universidad particular sin el menor sentido humanista ni respeto hacia una persona en su etapa terminal.

¿Quién es responsable de esos actos? De manera reactiva diríamos que la estudiante, pero eso es superficial. Al analizar el programa de estudios de la carrera de medicina “que pertenece a la rama de las ciencias de la salud” de la Universidad del Valle de México, se observa la ausencia absoluta de materias del área de humanidades y de ética. Se trata de una institución con 12 campus en la ciudad de México y 23 en otras entidades que no incluye materias bioéticas en sus planes de estudios.

Cierto, lo central de la carrera es el conocimiento de la relación médico-paciente y sus enfermedades, pero es preciso incluir el humanismo, que los pacientes sean considerados hijos que requieren de cuidados y la medicina una institución social y un derecho del hombre. En tanto, para los estudiantes debe ser misión de vida.

El médico debe establecer relación con una persona que siente y sufre igual que él, y demanda trato digno y respetuoso, además de ver la medicina como la ayuda que se ofrece para buscar alivio a males físicos y emocionales de un ser que espera ser atendido, escuchado y respetado, y que nadie se atreva a usarlo de escenografía para una [i]selfie[/i] cuando esté en agonía.

La agonía es un estado que precede a la muerte, es un momento de extinción gradual, de angustia e intenso dolor, la decadencia final en que la vida se va, y los últimos momentos de un ser humano merecen respeto.

En el caso de la estudiante, para las autoridades universitarias será fácil terminar con su proyecto educativo. Despedir o cesar a quien pone en entredicho la autoridad moral de una institución es una forma arraigada en Latinoamérica de resolver problemas.

Sin embargo, la falta que cometió la estudiante es ejemplo de lo que hemos creado como sociedad, porque los programas educativos, en medicina y en otras carreras, no están orientados hacia el otro.

Entonces no sólo es responsable la estudiante de medicina; somos todos, porque los que nos dedicamos a esta ciencia, cuya finalidad es preservar o recuperar la salud del ser humano, hemos sido rebasados por aspectos biotecnológicos y no hemos sido capaces de integrar el bienestar biológico, sicológico y social, términos que la Organización Mundial de la Salud utiliza para definir la salud. La medicina no puede garantizar resultados, pero debe asistir a todos los individuos a quienes será imposible recuperar la salud, como enfermos terminales o discapacitados graves.

Y qué decir de la joven estudiante de medicina. Su fotografía me causó enorme malestar e indignación, porque muestra a una persona deshumanizada, y me atrevo a sugerirle que reflexione a profundidad acerca de su vocación.

La medicina es una misión que requiere de sabiduría, amor, compasión, empatía y respeto. En cada uno de nosotros y de nuestros actos descansa el prestigio de nuestra profesión.

* Presidente de la Federación Mexicana de Endoscopía Ginecológica entre 2011 y mayo de 2013.


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