Verónica Camacho Chávez
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
8 de agosto, 2015


Dos de los más grandes escritores yucatecos, Antonio Mediz Bolio y Ermilo Abreu Gómez, tuvieron íntima amistad personal y literaria con Alfonso Reyes, cumbre de las letras mexicanas. Hoy es posible consultar y disfrutar ese intercambio epistolar, ilustrativo de una época brillante de la literatura nacional, gracias a la publicación de sendas recopilaciones, la más reciente de las cuales, Correspondencia entre Alfonso Reyes y Ermilo Abreu Gómez (1922-1955), compilada por Zulai Marcela Fuentes y Alfredo Tapia Sosa, fue presentada el 8 de agosto por Maricruz Castro Ricalde en el Centro Cultural José Martí.

Maricruz Castro Ricalde, quien obtuvo el premio estatal de literatura Carlos Echánove Castilla por un libro de ensayos sobre Alfonso Reyes y dedicó su tesis de maestría a la teoría literaria de este escritor, señaló que la obra de Reyes es muy amplia, de gran profundidad y con muchos ángulos y enfoques. Fue un escritor muy tradicional, pero a la vez un innovador, por lo que siempre hay posibilidades de encontrar perspectivas novedosas de acercamiento.

Indicó que Reyes concedía a las cartas que escribía tanta importancia como a los artículos periodísticos o la relevancia de sus cuentos. Tenía conciencia de que esas cartas iban a ser leídas no sólo por Mediz Bolio o por Abreu Gómez, sino que trascenderían.

“Todas sus cartas tenían copia al carbón; las archivaba cuidadosamente, las guardaba. Por lo tanto, no eran notas escritas al azar, eran textos muy pulidos”, dijo.

Recordó que cuando Reyes envió su primera larga misiva a Antonio Mediz Bolio y una más breve a Ermilo Abreu Gómez, ambas en 1922, no sólo se dirige a ellos, sino a muchos otros lectores.

“Sabe que la primera servirá de prólogo a La tierra del faisán y del venado; de hecho, muchas de sus cartas fueron usadas como prólogo y presentaciones, como documentos de recomendación, reseñas bibliográficas e incluso artículos periodísticos; como la escrita en julio de 1923 a Abreu Gómez, destinada a ser el prólogo de El Corcovado, un amor de don Luis de Alarcón y Mendoza, publicado ese mismo año”, apuntó.

Es claro el peso de la figura de Reyes, quien, aunque apenas rebasaba las tres décadas de vida, en el texto dirigido a Abreu Gómez lo anima casi como a un pupilo.

[b]Con Mediz Bolio, relación cercana[/b]

Maricruz Castro comentó que en la obra centrada en el autor de A la sombra de la ceiba, Mediz Bolio, los responsables de la publicación, Marcela y Alfredo, hicieron constar en la reproducción de 27 cartas, dos notas y dos telegramas, provenientes de los fondos de la Capilla Alfonsina del Archivo Histórico de El Colegio de México, la cercanía entre ambos autores a principios de la década de 1920, cuando coincidieron durante poco más de un año en la legación mexicana en España.

“Las apesadumbradas cartas de Mediz Bolio desde su nuevo nombramiento en Bogotá dan cuenta de su admiración y de una necesidad sincera por continuar las charlas añoradas, cuando los dos podían despojarse de las preocupaciones oficinescas, como las designaba Reyes. Esto se puede apreciar en la carta que sirvió de prólogo al libro del faisán y del venado, donde Alfonso Reyes señala que sus momentos más felices como diplomático eran la salida de la oficina, las caminatas por las calles de Madrid y las pláticas sobre literatura, para después pasar la tertulia en los famosos cafés madrileños, donde se reunían grandes escritores”, apuntó.

Por eso, cuando a Mediz Bolio le informan que tiene un nuevo nombramiento y lo mandan a Bogotá, literalmente dice: “es como si lo hubieran sacado del paraíso”.

Dado el tiempo libre, escribe Mediz Bolio, “el aburrimiento y el aburramiento”, le escribe a su amigo Reyes cinco largas misivas, en las que no titubea en expresarle todo tipo de sentimientos con el corazón en la mano sobre su malestar de haber sido arrancado a su paraíso español.

“Reyes en cambio es mucho más parco, como que está feliz en su lugar y teniendo tantas amistades, no tenía tiempo de escribirle al pobre Mediz Bolio que se sentía desterrado de esa vida intelectual”, comentó.

Señaló Castro Ricalde que en los dos primeros años, lejos de sus días madrileños, Mediz Bolio formula una misma petición expresada de distintas maneras. “A todas horas lo recuerdo y extraño, ni un solo día ha dejado de hacerme una falta inmensa, no me deje sin sus letras y escriba largo, no me abandone”. Después de ese lapso Mediz Bolio modificará esas desbordadas expresiones y reducirá sus confidencias.

[b]Con Abreu Gómez, mutua admiración[/b]

En cambio, el intercambio de correspondencia entre Reyes y Abreu Gómez fue totalmente diferente: no nace de la vista previa, ni de algún contacto superficial, sino surge por iniciativa del yucateco, quien le envía una de sus primeras obras, una breve farsa, Viva el rey, de 1921.

“A pesar de la distancia entre la ciudad de México y Madrid, el ocupadísimo diplomático Reyes responde tres semanas más tarde con un elogio inicial: ‘lo he leído de una vez sin parar’. Desde ese primer contacto Reyes va definiendo su posición en lo que después se convertiría en la denominada ‘querella nacionalista’ y le aconseja en esa misiva: ‘háganos el bien de ir incorporando poco a poco en sus obras nuestros rasgos propios, sin incurrir en los abusos pueriles del color de la carne’”, comentó.

Sostuvo que esa observación es importantísima “porque ambos escritores están viendo de qué manera seguir produciendo una literatura de tinte nacional, sin ser una literatura local, chiquita y folclórica”.

[b]Vuelcos de la política[/b]

Otro factor de acercamiento, dijo la escritora, es la incertidumbre de no saber por cuánto tiempo contarán con un trabajo estable en el exterior, debido a las intrigas entre el Palacio Nacional y la Secretaría de Relaciones Exteriores del México post revolucionario.

“Mediz Bolio escribe al respecto: ‘¿por culpa de quién me enviaron a un sitio que es más bien un castigo?’ Cuando estas preocupaciones dejan de ser comunes, y al no haber un ir y venir textual contante entre ellos, la conexión, la fraternidad se va relajando”, señaló.

Comentó Maricruz Castro que el mismo Alfonso Reyes plasma su preocupación de si lo van a ratificar como diplomático o si va a llegar a ser embajador, y cuando finalmente no le dan un puesto diplomático, se siente enormemente angustiado al llegar a México; fue un periodo muy difícil a principios de los años 30, donde tuvo que vivir de los pagos pos sus artículos periodísticos.

“Hay un episodio interesantísimo que se puede apreciar en el libro. Cuando Mediz Bolio pierde la candidatura a la gubernatura de Yucatán, le escribe a Alfonso Reyes, que está al frente de El Colegio de México: ‘Quiero seguir investigando sobre la cultura maya en Yucatán, ¿me podría asegurar mil pesos mensuales?’ Y Reyes le dice: ‘El Colegio de México tiene muy poco presupuesto, te puedo dar 400 pesos, pero como es muy poco para ti; mejor te encamino con el Fondo de Cultura Económica y tal vez te puedan dar la cantidad que necesitas’. Mediz Bolio responde enseguida: ‘No, me quedo con los 400 pesos’”.

Al poco tiempo, señala Maricruz Castro, a Mediz Bolio le dan una senaduría y Alfonso Reyes con guante blanco le escribe diciendo: “Le recuerdo que en tantos meses se acaba la subvención que se le dio”, a lo que Mediz Bolio le contesta: “Ya voy a terminar; he estado muy ocupado en el senado, no le he enviado nada de la investigación, pero terminando el periodo me doy a la tarea”. Responde Reyes: “no, no se preocupe, no nos debe nada, no tiene ningún compromiso con nosotros, nosotros tampoco estamos en posibilidad de publicar nada, de muy buena fe se le dio la subvención, así que muchas gracias”.

La escritora reconoció que estas variables no se presentan entre Reyes y Abreu Gómez, pues su amistad se estrecha por un intenso diálogo marcado por los acuerdos, las rencillas y reconciliaciones, pero sobre todo con el respeto mutuo. Este sentimiento es inobjetable. En el último lustro del autor de La última tule, le escribirá Reyes a Abreu: “Me ha sitiado usted por las cuatro paredes del corazón, el cual no tiene más remedio que rendirse de agradecimiento y bajar la bandera; esa nota sobre mis primeros volúmenes es impagable”.

[b]Odisea de una publicación[/b]

Zulai Marcela Fuentes dijo que en 2014, en el marco de la Filey, se presentó el primer libro de esta serie, Alfonso Reyes-Antonio Mediz Bolio, Correspondencia 1921-1957, tras una espera de cuatro largos años.

“Fueron muchas las peripecias en el camino, pues aunque el proyecto ya había alcanzado sus ultimas etapas –la investigación, la recopilación del material y la difícil transcripción de las cartas, porque muchas fueron escritas a mano–, aún faltaba revisar el proceso de anotación y realizar la integración de los textos”, señaló.

Recordó que en 2009 se presentó a dictamen el borrador de las obras al entonces Instituto de Cultura de Yucatán, pero fue en la celebración del bicentenario en 2010 cuando el proyecto fue aprobado.

“Hacer un libro tiene sus costos y sus penas, pero eso es la razón de ser en esta vida. Logramos coeditar con la Universidad Autónoma de México, a través de su Centro de Peninsular de Humanidades y Ciencias Sociales, con el que hicimos el primer volumen de Alfonso Reyes con Mediz Bolio”, expresó.

A finales de 2011, el Instituto de Cultura de Yucatán (ICY), que asumió la titularidad del proyecto, dejó de ser instituto para convertirse en la Secretaría de la Cultura y las Artes, y ahí se detuvo todo de nuevo.

“Hay que añadirle que en Yucatán hubo cambio de poderes en la gubernatura y así transcurrieron dos años más. A estos libros les tomó por lo menos siete años ver la luz, desde su concepción hasta este momento; hoy estamos aquí para celebrarlo, aunque Alfonso Reyes-Ermilo Abreu Gómez, Correspondencia 1922-1958, el segundo libro, ya tiene un año que salió de las prensas”, comentó.

Marcela Fuentes expresó que estos libros los llenan de orgullo y satisfacción, no solo por el trabajo de sangre, sudor y lágrimas, sino por la dicha de materializar las conversaciones de dos antiguos literatos de enorme calado: Alfonso Reyes tenía 33 años, cinco años más que Ermilo Abreu Gómez, de 28, cuando éste le envió sus primeros trabajos. “Obras que ponen de manifiesto no sólo la grandeza de su obra, sino la tranquilidad y fortaleza como seres humanos con ciertas afinidades y no pocas diferencias”.








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