Blanche Petrich
La Jornada Maya

21 de julio de 2015

Los primeros días de julio, durante una expedición a la selva, los campesinos de la comisaría encontraron a dos jóvenes del pueblo en lo profundo del monte, dentro de los límites de la ampliación del ejido denominado Kanxoc II. Los sorprendieron motosierra en mano, en plena tala ilegal, derribando árboles longevos, preciosos jabines y tzalames. Ese día
los ejidatarios iban acompañados por representantes de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), de modo que procedieron contra los talamontes.

Anastasio Poot y José Isabel Chan May, nativos de la comunidad, fueron detenidos y presentados ante la fiscalía de Valladolid, en la cabecera municipal. Pasadas las 48 horas que marca la ley, quedaron en libertad provisional mientras se definían los cargos y su situación jurídica.

La Profepa pretende que sean procesados por delitos ambientales, pero los kanxoques plantean acusarlos de robo y despojo, y que sean juzgados por ellos mismos mediante un proceso de derecho de usos y costumbres. “Justicia antigua”, dicen, que se contrapone a la “justicia mexicana”.

El pasado 8 de julio, en la comisaría ejidal se reunieron los señores del pueblo conforme regresaban de la milpa, dispuestos a organizar el juicio esa tarde.

Entre todos discuten una nota del diario Por Esto!, que alguien trajo de la ciudad, la cual señala que se trata de un “malentendido”, ya que los jóvenes sólo estaban “limpiando el terreno”.

Los defiende Armando Ciau Ouc, un controvertido operador político de la zona. Ha sido del PRI, del PRD, se dice que fue soldado y es asesor de los supuestos ejidatarios de Kanxoc II.

Una comisión encabezada por el comisario municipal, Gualberto Cauich, sale a buscar a los procesados, que no están detenidos ni son vigilados, pero tampoco huyen del pueblo, porque así se acostumbra aquí. Los encuentran en la calle, bastante ebrios, y se decide aplazar el juicio.

Las autoridades de Kanxoc buscan imponer un fuerte castigo que sirva de escarmiento a los taladores que desde hace años se dedican a depredar sus propios bosques, seducidos por los altos precios que les ofrecen en el mercado negro de maderas preciosas los palaperos de la Riviera Maya.

[b]“¡Ahí vienen los kanxoques!”[/b]

En Valladolid, cabecera municipal y ciudad con hegemonía de blancos en medio de comisarías mayas, los comerciantes se escandalizan cuando los habitantes de Kanxoc llegan en marchas de protesta al centro urbano. “¡Ahí vienen los kanxoques!” Entre las clases medias vallisoletanas, muchos los consideran “salvajes”.

Julio Chimal, ex comisario ejidal y quien en el sistema de cargos militares llegó a tener grado de sargento, corrige: “Bravos sí somos; salvajes no”.

Los kanxoques son unas de las pocas comunidades mayas que conserva la organización tradicional de guardias militares heredada del sistema de reclutamiento del siglo XIX con que ser formó la Guardia Nacional. ya en el siglo XX formaron las escoltas personales del general Salvador Alvarado y del gobernador Jose Maria Iturralde El gran Kanxoc.

En la investigación de la antropóloga yucateca María Guadalupe Guzmán Medina sobre el sistema de guardias para la resistencia y la identidad de los mayas de Kanxoc, publicado en Anales de Antropología de la UNAM (2003), se enlistan las pocas comisarías de Yucatán y Quintana Roo donde persiste esa forma de organización militar semisecreta: Xocen,
Chemax, Tixhualactún, Ticuch, Pixoy, y en la vecina Quintana Roo: Xcacal Guardia, Señor y Chan Santa Cruz (Felipe Carrillo Puerto).

Guzmán considera a Kanxoc la más tradicional, tanto por la conservación de prácticas ancestrales como por la forma en que han acordado combinar el aparato político convencional con el de sus antepasados.

A la estructura política del comisariado municipal se agregaron los cargos de comandante y subcomandante municipal. Y el pueblo resguarda además, de manera simbólica, las viejas armas de los soldados indígenas de las sucesivas rebeliones de hace un siglo o siglo y medio.

Con ese bagaje histórico, los kanxoques se encuentran ahora “en el proceso de elaborar una relatoría propia con todos los datos históricos, topográficos y documentales para rebatir el argumento de la Procuraduría Agraria sobre la supuesta legalidad de un segundo ejido. No sólo los 300 titulares, sino sus casi mil habitantes están dispuestos a hacer valer
lo que es suyo”, explica un fundador del grupo Indignación, José Euan, de que acompaña el proceso de defensa territorial.

Otra particularidad, agrega, es que aunque en Kanxoc sólo están registrados cerca de 300 ejidatarios, a diferencia de otros lugares del país donde la atomización del ejido ha logrado dividir a las comunidades, aquí se reconocen los derechos territoriales a todos los miembros. “Esto les ha permitido mantenerse como una comunidad fuerte en términos políticos, ejercer su autonomía y proteger el territorio. La división es un factor reciente”.

[b]El polígono en disputa[/b]

El polígono en disputa, de menos de 2 mil hectáreas, es monte virgen; selva caducifolia donde abundan árboles de maderas especiales para la construcción por su dureza, como el tzalam, el jabín, kintanché o xkan-há. Aún se encuentran jaguares, monos y pavos, especies que han desaparecido del resto del mapa peninsular. Además, esa espesa franja de monte constituye una barrera natural que amortigua la fuerza de los huracanes que cruzan la planicie de la península desde el Caribe.

Los lugareños saben que además de la laguna prístina existen al menos 10 cenotes vírgenes. En algunos se han encontrado vestigios y objetos precolombinos. Y se cree que también hay vestigios arqueológicos importantes, ya que del colindante sitio de Cobá sale un camino prehispánico (conocidos como sac bé) que se interna en la selva de Kanxoc. Por estas riquezas y su potencial de explotarlas turísticamente es muy grande la presión de comprar, privatizar y explotar la zona por parte de empresarios turísticos, la mayoría trasnacionales, de la Riviera Maya.

Las autoridades actuales o pasadas de la comisaría comentan que el alcalde saliente de Valladolid, el priísta Roger Alcocer, “ya nos mandó decir a los kanxoques que si alguna vez quisiéramos vender, él nos puede presentar a algunos empresarios de la Riviera Maya interesados en comprar”.

Los ejidatarios del predio original no han querido siquiera escuchar la oferta. “Nosotros recibimos este territorio de nuestros antepasados y nuestra obligación es conservarlo”, sostiene el comisario ejidal Pablo May.

La tala ilegal fue detectada hace 10 años. Los talamontes, locales o foráneos, trafican las preciadas vigas de madera con los palaperos de Cancún. El monto del robo es incuantificable. Para el sistema de hotelería y restaurantes de playa, la madera de Kanxoc no sólo es apreciada por su calidad sino por sus bajos precios, ya que se vende en el mercado negro.

Por ejemplo, una viga de tzalám de seis metros puede cotizarse en 100 mil pesos. Vigas de tres metros se venden en 25 mil pesos. Y los esbeltos y resistentes troncos de subinché o piich, inmejorables para las palizadas de las grandes papapas, se sacan no por decenas o centenas, como antes, para las casas de los mayas, sino por miles. A ese ritmo el bosque no durará mucho.


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