Gerardo Arreola
La Jornada Maya

20 de julio de 2015

La reanudación de relaciones entre Cuba y Estados Unidos tiene cuatro efectos notables para la península de Yucatán. En uno el escenario será mejor; en otro las cosas seguirán igual o peor; en un tercero hay un cambio estacional que puede anticipar un viraje y en otro más se abre por completo un nuevo horizonte.

El primer efecto es la colaboración entre Washington y La Habana en seguridad. Desde hace años agencias de ambos gobiernos intercambian información en tiempo real y participan en operaciones antinarcóticos en caliente; además, aplican su política migratoria común, por la cual balseros rescatados en alta mar son devueltos a la isla. Bajo el nuevo manto diplomático, es previsible que este clima de cooperación gane estabilidad. En esa forma el territorio mexicano que mira al Caribe tendrá en su frontera marítima del norte una zona de franca cooperación en los tópicos citados, un paso de avance respecto de la etapa anterior, en la que todo funcionaba con un criterio de “caso por caso”.

El segundo efecto es la migración. A pesar de la reforma económica, las fuentes de emigración cubana no han cesado y quizás no cesen en algunos años. Estados Unidos, destino principal de ese flujo, acaba de confirmar que, a pesar del deshielo, mantendrá la Ley de Ajuste Cubano de 1966, que otorga residencia a los originarios de la isla un año después de haber llegado a territorio estadunidense, incluso en forma ilegal. México (y la península, destacadamente), seguirá siendo zona de tránsito de migración indocumentada desde Cuba, con sus implicaciones de travesías irregulares y riesgosas por mar y tierra, tensión fronteriza, tráfico de personas, gangsterismo, corrupción, violencia y conflicto social itinerante. En Progreso, Holbox o Cancún saben lo que esto significa.

México y Cuba mantienen vigente un memorándum de entendimiento de 2008, que regula la migración común, pero está rebasado por legislaciones posteriores en ambos países, la reforma en la isla y la nueva relación Washington-La Habana. La negociación para actualizar el memorándum concluyó en junio pasado, pero aún se desconocen en público sus nuevos términos. Ha crecido la documentación de cubanos en viaje legal hacia México (14 mil en 2014, 39 por ciento más que el año anterior), pero es claramente insuficiente. No habrá acuerdo que valga si, además, no cambian los extremos de la ecuación: las pulsiones expulsoras en la isla y la ley estadunidense. Sólo entre octubre de 2014 y enero de 2015 llegaron a Estados Unidos 6 mil 489 cubanos por la frontera con México, 37 por ciento más que en el periodo anterior. Peor aún: entre los potenciales migrantes cubanos se ha disparado el temor de que, ante la nueva situación, pronto se derogue la Ley de Ajuste o se condicione fuertemente su aplicación y se cierre la puerta. Quieren darse prisa.

El tercer efecto es el turismo. La reconciliación diplomática puso a Cuba en el top de la moda viajera, como era esperable. En el Caribe mexicano la pregunta es si este nuevo desarrollo será una competencia y de qué dimensiones.

Es posible que en el corto plazo haya un [i]boom[/i] de llegadas a Cuba, especialmente desde Estados Unidos. Sus nacionales se benefician de un dólar fuerte y de recientes facilidades para viajar a la isla (aunque no aún la libertad completa) y se entusiasman por la novedad y las expectativas de futuro.
Hay también un sólido y creciente mercado canadiense y el flujo de cubanos radicados en el exterior, ante todo, otra vez, en Estados Unidos. Ninguno de estos factores tiene relación directa con los destinos mexicanos caribeños. La novedad de la antigua “fruta prohibida” y los lazos familiares son únicos e irrepetibles. Ahí no hay cómo competir.

Otro ángulo es el tamaño y la calidad de los mercados. Los tres millones de turistas anuales que recibe Cuba son apenas el equivalente a los que llegan a Cancún. En la isla las herramientas básicas de un viajero promedio (tarjetas de crédito, acceso a Internet, celulares) aún son de empleo escaso, deficiente o caro, o las tres cosas junta. Los servicios de las empresas turísticas estatales o mixtas en Cuba tienen fuertes deficiencias y el emergente sector privado, aunque ya tiene una oferta notable, aún no alcanza la dimensión para disputar clientela en gran escala. Es posible que la moda cubana sea de corto plazo.

Sin embargo, sería un error descomunal de los operadores mexicanos apostar al fenómeno estacional y sentarse a esperar que todo vuelva a una situación anterior. La reforma cubana puede vigorizarse; sus servicios pueden reaccionar al desafío y sus inversiones pueden dar un vuelco al escenario. Son firmes los planes de crear un circuito de campos de golf, expandir la explotación de la cayería del norte y abrir un megacentro vacacional en la bahía de La Habana. A la vuelta de unos años la isla puede ser una potencia turística de dimensiones desconocidas y entonces sí los destinos mexicanos tendrán que hacer cuentas.

El cuarto impacto es el comercio. El intercambio entre México y Cuba ha sido simbólico y reducido a ciertos nichos. A su vez, el comercio exterior cubano tiene un conflicto crónico de financiamiento: opera sin fondos frescos, con acceso a crédito escaso y caro, y con regulaciones que crean cuellos de botella. El perfil del proveedor idóneo para la isla ha sido el del que tiene capacidad para el largo plazo. Ahora la reforma impulsa el mercado interno y amplía sus necesidades en una gama amplia de suministros. Las oportunidades de venta a Cuba no están en el modelo actual, sino en el que se abre. No en los rubros tradicionales, sino en los que se van a generar en los próximos años.

En ese horizonte está el motor que será el puerto de Mariel. Tendrá una profundidad de 17.9 metros, suficiente para recibir a los cargueros Post-Panamax, que cruzarán el canal de Panamá a partir del año próximo y capacidad para mover un millón de contenedores al año, un rango que lo ubica entre los primeros ocho del Caribe. Su posición es privilegiada, a mitad de camino de la ruta desde el oriente y el sur hacia la costa este de Estados Unidos y Europa. Mariel será, además, un hub de servicios y zona fabril. Todo un polo de desarrollo que hasta ahora no existía, potencial foco de atracción de inversiones y, sin duda, punto de referencia para el comercio exterior que mueve la Península.

Twitter: @GerardoArreola


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