Gloria Serrano
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

17 de julio, 2015

La capital yucateca es reconocida como ciudad indudablemente cultural, que con facilidad atrae las miradas y maravilla a sus visitantes. Coloridas fachadas antiguas, majestuosos edificios, sorprendentes paisajes naturales, una gastronomía exquisita que impresiona a los mejores chefs del mundo y la calidez en el trato de su gente, hacen de Mérida un sitio digno de ser admirado.

Esta urbe también encierra secretos que, cuando se filtran, abren la posibilidad de asomarse a la fantástica alma del Mayab con estantes repletos de singulares biografías, sincronías y coincidencias, obstinadas añoranzas, amores contrariados, hechos inimaginables; en fin, una auténtica polifonía que da cuenta del paso de los años y de la historia engranada por cada uno de sus habitantes.

La Fototeca Pedro Guerra, de la Universidad Autónoma de Yucatán, es uno de los principales reservorios del enorme acervo fotográfico de la entidad. Aquí se materializan pasajes de una novela verídica cuyos capítulos permiten rescatar la memoria individual y colectiva del sureste mexicano.

Pedro Guerra fue pionero de la fotografía en Yucatán y propietario del principal estudio de Mérida. Se inició en el oficio en el último cuarto del siglo XIX y falleció en 1917. La mayor parte del acervo de la fototeca fue cedido por su familia.

Minutos antes de iniciar el recorrido por las instalaciones de la fototeca, Edward Jimmy Montañez Pérez, director de la wfototeca comparte las diferencias que encuentra entre la fotografía tradicional y la digital: “Hay un regreso importante a lo analógico y eso es muy grato para mí, pues sus características ayudan al profesional a ver de manera más crítica y construir mejor su fotografía. Los fotógrafos actuales son magníficos editores, toman cientos de fotos y después se sientan a ver cuál es la buena. A Cartier-Bresson le encantaba dibujar, para él la cámara era como un bosquejo. En mi caso, la fotografía digital es hacer bosquejos previos a capturar la imagen con película fotográfica. Cuando se toma y revisa constantemente, se pierde el gesto, el momento importante”.

Nos encontramos en el área de conservación, digitalización e impresión. Pegadas a la puerta y detenidas en el tiempo se encuentran algunas imágenes del devenir del siglo XX en Yucatán. Rodrigo Díaz, joven fotógrafo de La Jornada Maya, las mira con detenimiento y no oculta su sorpresa al identificar los rostros de personajes tan contrastantes como Felipe Carrillo Puerto y Porfirio Díaz. A unos pasos se ubica el cofre del tesoro, la bóveda climatizada a 20 grados con humedad relativa de 30 por ciento, que resguarda el acervo fotográfico del estado. El clima subtropical, extremadamente húmedo y caliente de Yucatán, hace de la conservación un reto considerable que el equipo de la fototeca ha logrado superar gracias al apoyo de instituciones como la Universidad Harvard.

[b]Trabajo lento y costoso[/b]
Para procesar cada instantánea se emplea, en la mayoría de los casos, material de importación. Una vez estabilizada, se digitaliza en alta resolución, lo que permite ampliarla posteriormente sin perder detalle.

“Se escucha sencillo, pero es un trabajo lento y costoso”, indica Jimmy. Relata que el paso de la fotografía ilustrativa a documento de investigación es reciente. Para ejemplificarlo, refiere las palabras de José Arcadio Buendía en Cien años de soledad (obra maestra de Gabriel García Márquez): “Si quieres comprobar la existencia de Dios, muéstrame su daguerrotipo”.

Cada documento contiene mil significados. Con el paso de los años esta colección cobrará aún más valor por su función comunicativa de innumerables acontecimientos. “Tenemos fotografías de la llegada del general Salvador Alvarado a Yucatán, hecho que en 2015 cumple cien años.

“Cuando Francisco I. Madero incita al estallido de la Revolución mexicana, uno de los primeros lugares donde lo hace es Yucatán. Las imágenes de Madero llegando al muelle muestran el nutrido apoyo que obtuvo de la gente. Por eso decimos que la fotografía da respuestas a quienes reconstruyen la historia de este país”, agrega.

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[b]“Somos la única fototeca que realiza este trabajo”[/b]
Al interior de la bóveda se colocan las guardas y una breve descripción que acompaña cada fotografía. Las claves topográficas asignadas identifican el fondo del cual proviene, el tipo de soporte (colodión, vidrio, nitrato o acetato), tamaño y número de pieza dentro de la colección.

“Las técnicas fotográficas van evolucionando. Es el estadunidense George Eastman quien comercializa el nitrato de celulosa, soporte con el que se transita del vidrio a los plásticos, y también sirve para filmación y proyección cinematográfica, de ahí que se denomine al cinematógrafo como el celuloide. Sin embargo, resultó ser demasiado volátil, como muestra el filme Cinema Paradiso. Nosotros estamos conservando estas imágenes en congeladores a menos 5 grados. Con asesoría de la George Eastman House y la Escuela de Restauración del INAH, somos la única fototeca en el país que realiza este trabajo”, nos dice Jimmy.

Una vez estabilizada la imagen se arman bloques de 50 piezas a los que se coloca un negativo, papel libre de ácido y otro negativo. Como soporte rígido se emplea papel fabriano. El conjunto se introduce en una bolsa especial que la fototeca fabrica con material importado de Rochester, Nueva York, que es sellada al vacío antes de llevarse al congelador. El proceso completo se hace dentro de la bóveda.

“Las imágenes congeladas ya están digitalizadas. Los últimos nitratos que recibimos pertenecen al Fondo Raúl Cámara Zavala, fotógrafo yucateco que inició su carrera en Estados Unidos y trabajó con Sergéi Eisenstein durante la filmación, en Yucatán, de la cinta ¡Qué viva México! También colaboró con Sylvanus Morley, arqueólogo estudioso de la civilización maya”, detalla Tomás Pellicer Larrea, quien labora en esta área a cargo de Cinthya Cruz Castro.

En el laboratorio, Tomás nos muestra algunas pruebas de impresión del Templo del adivino, ubicado en la zona arqueológica en Uxmal, imagen capturada por Pedro Guerra a principios del siglo pasado. “Al digitalizar buscamos el correcto balance con base en el negativo. La atención se fija en las zonas de altas y bajas luces”, comenta.

Pero todo lo que se digitaliza requiere ordenarse, de ahí la existencia de otro espacio fundamental: clasificación y catalogación, cuyo propósito es facilitar a los usuarios la consulta del material. Para ello han creado etiquetas con palabras clave como “hacienda”, “costumbres”, “ciudad” o “educación”. La catalogación es la descripción ampliada de la fotografía.

[b]A disposición del público, 62 mil imágenes clasificadas[/b]
Los Sherlock Holmes del sureste se valen de diversas fuentes para obtener información sobre moda, religión, arquitectura, geografía y todo aquello posible de imaginar; para lo cual la ayuda de otros investigadores es invaluable. En la actualidad trabajan con los libros de registro de Pedro Guerra, un listado manuscrito que incluye datos como tamaño, número de negativo, cliente, costo y fecha de entrega de las fotografías realizadas por Fotografía Guerra.

Para este equipo encabezado por Isabel García Franco, un dato más, el que sea, puede convertirse en la pieza que completa el rompecabezas, por lo que deben cotejar todo con minuciosidad.

Ahora transcriben dos libros de 1946 y 1947, pero los hay desde 1931. Entre sus desgastadas hojas han encontrado curiosidades, como el amarillento panfleto de una clarividente que cobraba dos pesos por sus servicios, e información acerca de envíos foráneos, uno de ellos a la ciudad de Toluca, cuyo destinatario fue el señor Adalberto Canul, propietario de La Dama Elegante, negocio ubicado en el Portal 20 de Noviembre número 6.

Hace dos meses terminaron de clasificar las 62 mil imágenes que están a disposición del público en el sitio web de la fototeca. Se trata de 62 mil increíbles relatos que hacen de ésta, la tercera fototeca más importante a escala nacional.

Es la Fototeca Pedro Guerra, la que quizás conozcan por fuera y ahora ofrece más de una razón para observarla desde dentro.


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