Texto y foto: Paul Antoine Matos, enviado
La Jornada Maya

Becanchén, Tekax
La Jornada Maya

En un entorno amenazado por la deforestación y la cercanía de la siembra de transgénicos, don José Palomo Kú decidió nadar a contracorriente e implementar un tipo de ganadería que fue observada con escepticismo por sus vecinos en Becanchén, Tekax; pero que, tras ocho años, varios adoptaron, al notar el éxito.

Es la mañana del último martes de noviembre, el clima es regular en el campo yucateco; ni frío ni caliente. En un cajón tirado por un tractor, un grupo de periodistas recorre el rancho José Palomo Kú, acompañados por el ganadero. Es un viaje organizado por la Alianza México REDD+ y The Nature Conservancy (TNC) para conocer la producción sustentable en la península de Yucatán.

A través del método silvopastoril, Palomo Kú consiguió un mayor ahorro en el alimento para sus animales, así como más réditos económicos a su favor. También, mantiene las 65 cabezas de ganado que posee en una hectárea, en lugar de las 68 que necesitaba. Eso significa que deforesta menos que la ganadería extensiva, en la que se usa una hectárea para un par de toros y vacas.

Los animales recorren un campo cubierto por waximes o leucaenas, árboles de cuyas hojas se alimenta el ganado. El sistema silvopastoril permite reducir el impacto del cambio climático porque la comida proviene del follaje de las plantas, por lo que se rota y permite que la selva se recupere, explicó Palomo Kú. Cuando llueve, cada 30 días se pastorea y se guardan los sobrantes en silos para cuando haya escasez de agua, mientras que en sequía se hace cada dos meses.

En la ganadería extensiva se dañan grandes cantidades de tierra, porque ésta es expuesta al sol y los agroquímicos, lo que provoca que la tierra se vuelva árida y aparezcan especies espinosas, que los animales son incapaces de comer, expresó.

Antes, él se encontraba en ese sistema. “Quería ver mis potreros como una alfombra y los animales gordos. Esa es la idea que nos venden”, aceptó. Para limpiar el terreno, aplicaba “bombas de herbicida” para después colocar pasto estrella o Tanzania, con el cual se alimentaba al ganado.

Ahora, para el mantenimiento del rancho invierte la mitad de lo que pagaba cuando estaba en el sistema de ganadería extensiva, mientras que su producción se incrementó en un 30 por ciento.

La carne que surge de ese sistema es más sana y saludable, consideró; pero debido a que los empresarios no compran directamente, son los coyotes quienes adquieren los animales y les aplican químicos para potencializar los músculos y engordarlos, con inyecciones de clembuterol y otras sustancias, y llegan a restaurantes, hoteles y supermercados ya modificados, lamentó.

En el campo, otro problema es la venta de terrenos ejidales a empresarios externos de la comunidad, quienes pagan en efectivo hasta millones de pesos para hacerse dueños, como el caso de un tamaulipeco que adquirió 2 mil 500 hectáreas del ejido San Rufino para convertirlo en rancho, afirmó.

Don José Palomo se prepara para criar venados cola blanca, para el consumo de restaurantes y hoteles, establecimientos que actualmente recurren a la adquisición ilegal del animal, debido a la falta de criadores. El venado puede alimentarse con el sistema silvopastoril, agrega el ranchero, mientras prepara un cordero para la comida.


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