Texto: Eduardo Lliteras Sentíes
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 14 de noviembre, 2016

Es un secreto a voces, un rumor a gritos bien conocido desde hace décadas por los expatriados (expats) estadounidenses en Mérida, así como por meridanos y ciudadanos de otras nacionalidades que han escogido a esta ciudad como lugar de residencia o de retiro. El problema también es del conocimiento de autoridades locales, de todos los niveles, mismas que, desde al menos los años ochenta, han preferido cerrar los ojos o voltear a ver a otro lado.

Tampoco es un misterio para los representantes diplomáticos en la capital yucateca de diversas nacionalidades y, por supuesto, tampoco lo es para los Estados Unidos, desde donde se ha externado preocupación al respecto.

Hablamos del espinoso pero real problema de la pederastia. Algunos personajes han convertido al estado en un paraíso sexual; aquí realizan sus correrías y dan rienda suelta a sus perversiones y abusos con una total impunidad. Extranjeros y turistas depredan a jóvenes mayas. Víctimas predilectas también de la hipocresía institucional, cómplice por su inacción.

Estamos ante un tema del que nadie quiere hablar francamente pero del que se rumora, no tan a [i]sotto voce,[/i] como pareciera, ya que en conversaciones, escritos, [i]chats[/i] y discusiones en redes sociales, los [i]expats[/i] hablan abiertamente de los pederastas insertados en su comunidad, de sus repudiables abusos, de las redes que han tejido localmente y de las que hasta ahora la Fiscalía no se ha ocupado. Sería hora, precisamente, de que un área del Escudo Yucatán se ocupara concretamente de este tipo de delitos y que en el estado existieran protocolos; por ejemplo en los hoteles, para afrontar la trata y los abusos de menores.

No cabe duda de que la ciudad de Mérida, “se ha convertido en un centro de atracción para pedófilos de los Estados Unidos”; así se expresa un ciudadano mexicano con doble nacionalidad, quien nos hizo llegar una denuncia realizada en Washington DC, ante el FBI (Federal Bureau of Investigation) y Scotland Yard, de Inglaterra (en la embajada británica en Washington), por la presencia de pederastas en suelo yucateco, los que se dedican a promover el turismo sexual.

De hecho, Mérida y Yucatán, son conocidos como una de las mecas del turismo sexual desde hace años, aunque hace décadas son conocidas las fiestas de algunos estadunidenses establecidos en Yucatán, en las que no faltaban menores de edad. Tampoco era raro saber de extranjeros que buscaban aventuras sexuales en el interior del estado sin problema alguno. Las denuncias y testimonios de ciudadanos estadunidenses y extranjeros asentados en Yucatán sobre esta materia son numerosos y hemos recopilado algunos, los que se suman a los tres asesinatos de estadunidenses a manos de menores de edad que se prostituían en Mérida en años recientes.

Infolliteras (sitio informativo de quien suscribe) pudo obtener copia de la carta presentada ante el FBI, la que también fue realizada ante la sede de la Procuraduría General de la República (PGR), en Washington, en 2006.

El denunciante nos dice que la hizo en los Estados Unidos por “la falta de respuesta de las autoridades yucatecas de todos los niveles, ya que en Mérida hay temor a investigar, por miedo a que afecte al turismo”.

[b]Autoridades omisas[/b]

En la denuncia se afirma que la red de pederastas en Yucatán ya presenta un saldo de tres muertos, los que además han sido registrados en las crónicas rojas de los diarios locales.

De hecho, con estos elementos, el FBI y Scotland Yard están atentos a las operaciones de los abusadores de menores, extranjeros que operan en Mérida, nos comenta el denunciante.

En el testimonio entregado al FBI y a Scotland Yard se menciona precisamente que en los últimos años, dos pedófilos estadunidenses -Sam Woodruff y Robert Leon Wickard-, ambos de Estados Unidos, estuvieron involucrados en relaciones sexuales con jóvenes menores de edad en Yucatán. Y ambos fueron asesinados en brutales circunstancias, registradas en los diarios locales.

El texto de la denuncia puntualiza que Woodruff fue asesinado a puñaladas por José Raymundo Xool, de 17 años de edad.

Asimismo, recuerda que el joven comenzó a tener relaciones sexuales con Woodruff cuando el estadunidense tenía 59 años de edad y él apenas 14 años.

“Wickard fue asesinado por los socios mexicanos que participan en la red de adultos que cultiva relaciones sexuales con jóvenes mexicanos menores de edad”, afirma la denuncia.

Explica que Sam Woodruff, originario de Carolina del Norte, llegó a Mérida después de ser invitado por un ciudadano estadunidense (de quien nos reservamos el nombre) residente en Yucatán, quien por cierto ha sido investigado por el FBI y renunció a su nacionalidad estadunidense para evitar ser extraditado a los EE.UU.

Señala “que Robert Leon Wickard, de Arizona, arribó a Mérida después de ser expulsado de Vietnam y Tailandia por turismo sexual con menores”. Y recuerda que otro pederasta, José Martínez Salazar, que dirigía una operación de “esclavos sexuales,” fue asesinado por un adolescente, también en Mérida.

“Él contaba con tres jóvenes como esclavos sexuales que ponía a la disposición de los turistas extranjeros. Martínez Salazar tenía 65 años de edad cuando fue asesinado por un joven. Su casa, ubicada en la Avenida Colón entre la calle 60 y la calle 62, fue demolida por el ayuntamiento de la ciudad. La casa estaba a una cuadra de cuatro hoteles principales en Mérida: Intercontinental, Fiesta Americana, Hyatt, y Holiday Inn”.

El denunciante, de quien también nos reservamos el nombre, asegura que narró al FBI y Scotland Yard que: “la red de pedófilos en Mérida sigue creciendo y que las autoridades yucatecas se niegan a proteger a los menores temiendo que la imagen de la ciudad resulte perjudicada”.

Acusa en el texto de la denuncia que: “este crecimiento se acelera debido a que uno de los pederastas más activos, es un agente de bienes raíces. Él busca a otros pedófilos para que compren propiedades en Mérida y hagan de las suyas”.

Acusa a las autoridades yucatecas de negarse a investigar los delitos sexuales contra los menores de edad, lo que a su vez ha impulsado el crecimiento de la comunidad de pederastas.

Afirma que tres hombres están a la vanguardia de estos crímenes en Yucatán y que se trata de un estadunidense y dos británicos.

Es hora de que las autoridades intervengan y protejan a los jóvenes mexicanos. Tres pedófilos han sido asesinados y un número indeterminado de jóvenes siguen siendo explotados, nos dice.

[b]Fiestas salvajes[/b]

Cabe citar a la escritora Beryl Gorbman, quien residió en Mérida por muchos años, en tiempos en que la ciudad era apenas conocida por algunos estadunidenses y extranjeros que habían venido a Yucatán buscando sentido a sus vidas, retirarse o dar rienda suelta a sus instintos.

Dice Beryl Gorbman que: “cuando los norteamericanos llegaron a México (y esto es cierto hoy en día con los turistas, por lo menos), sentían que era un lugar donde podían soltarse y hacer todas las cosas escandalosas que nunca podrían hacer en casa. Trataban a Mérida como una cloaca. Tenían una fantasía de que México apoyaba comportamientos desagradables, groseros e ilegales, cuando de hecho, todo lo contrario era (y es) cierto. Teníamos un flujo constante de fugitivos estadunidenses aquí, y ocasionalmente el FBI tranquilamente se llevaba a uno u otro de ellos y nunca volvíamos a verlos”.

Beryl Gorbman también recuerda que: “la primera población masculina extranjera gay, que era sustancial, fue conocida por fiestas salvajes, algunas de las cuales incluían la presencia de niños prepúberes. Algunos de los muchachos eran "prestados" de los orfanatos locales”.

La escritora, quien tras estas denuncias (publicadas en Infolliteras.com) se marchó de Yucatán, nos dijo que en una ocasión, hace años en Mérida, “en una fiesta dada por un hombre americano en su casa, un doctor que había perdido su licencia, miré alrededor de la habitación que estaba llena de gente, y entre ésta, observé a una docena de muchachos mayas muy tranquilos, de unos ocho años”.

“Me preguntaba qué diablos estaban haciendo en una fiesta para adultos, cuando de repente lo entendí”.

La afición por los menores no es cuestión únicamente de algunos hombres pederastas extranjeros, sino también de mujeres de otras nacionalidades, como narra Beryl Gorbman: “algunas de las mujeres gringas no podían mantener sus ojos (o manos) fuera de esos queridos chicos y chicas de ojos oscuros que los trataban como hermosas diosas. El alcohol era barato. Había fiestas constantes”.

[b]Respuesta urgente[/b]

Beryl Gorbman afirma que: “tristemente la década de 1990 también trajo arreglos más organizados para la pedofilia. Internet trajo a muchos viajeros aquí, respondiendo a las solicitudes directas y anuncios como ´Rent-A-Boy´ en los sitios web de Mérida”.

Precisamente sobre estos anuncios y la red de pederastas, el periodista estadunidense Edward V. Byrne, quien estuvo avecindado en Guadalajara, México, decía en un artículo publicado en 2012 en su blog mexicogulfreporter.blogspot.mx, que desde hace tiempo la capital yucateca era conocida por ser “un paraíso para los gays de Canadá y Estados Unidos”. Sin embargo, advertía que Mérida se había convertido en un lugar más violento para los miembros de la comunidad homosexual, precisamente a raíz de los abusos cometidos por algunos pederastas delincuentes que han escogido a Mérida como su nido para cometer todo tipo de abusos. Y explicaba que las agresiones tenían lugar durante relaciones pagadas con jovencitos que se prostituían en Mérida.

Decía que en el área metropolitana abundaban “sirvientes sexuales”, como les llaman en la Ciudad Blanca, a “los que se venden una hora o dos de compañía por un puñado de pesos”.

Edward V. Byrne, en su blog publicado en inglés, afirmaba que “algunos sostienen que la creciente popularidad de Mérida con los [i]expats[/i] se debe en parte a su reputación como un destino gay-friendly. Otros, sin embargo, alegan que los pederastas extranjeros –muy distinto a la comunidad gay– “se sienten atraídos hacia el área por el constante suministro de hombres mexicanos baratos, a menudo mucho más jóvenes y dispuestos a encuentros entre personas del mismo sexo, porque no tienen otro medio de ganarse la vida”.

Explicaba que esto se debe a que: “el desempleo es alto en este estado, aún muy rural, donde las estadísticas del gobierno muestran que el 48 por ciento de la población subsiste en la pobreza más extrema”.

Y concluía: “el brutal asesinato del ciudadano estadounidense Leo Wicard es probable que renueve el debate: ¿los extranjeros, muchos de los cuales viven como la realeza comparados con los ciudadanos locales, explotan a la juventud mexicana vulnerable?”.

Es una buena pregunta, cuya respuesta resulta urgente.

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