Paul Antoine Matos y Fabrizio León Diez
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

26 de enero, 2016

Sin embargo, en su opinión, hay otros asuntos de igual gravedad hacia los cuales es necesario dirigir la atención de autoridades y sociedad en su conjunto. Tal es el caso de la impartición de justicia, la inmigración y el cuidado del medio ambiente.

- México es uno de los países con más sacerdotes asesinados dentro de la oleada de violencia que sacude a nuestro país, reportado por la agencia católica Fides, ¿es una preocupación para El Vaticano de cara a la visita del papa Francisco?

- Me tocó hablar de Nuevo Laredo delante del Papa. En general el crimen organizado, en el noreste del país, no tiene nada directamente en contra de la Iglesia, de los clérigos. Eso ha sucedido más en el centro de la República. En Matamoros, Tamaulipas hubo un sacerdote asesinado en medio de una balacera, de un pleito entre bandas, pero no ataques contra la Iglesia.

Al contrario, mirábamos con asombro cómo esa gente mandaba mensajes de respeto, de que no se meterían con nosotros. En una ocasión hubo una balacera por toda la ciudad; quitaban los automóviles a la gente para ponerlos como barreras, un campo de batalla en pleno centro de Matamoros. Entonces a un sacerdote le quisieron quitar la camioneta y él le dijo ‘”o te la doy, porque soy sacerdote y la camioneta la utilizamos en la parroquia”, y el muchacho le dijo “sí padre, está bien, váyase, nada más déme su bendición”; el padre le respondió “para lo que andas haciendo no te voy a bendecir”.

En otra ocasión un padre en Miguel Alemán, donde estaba muy fuerte la violencia, me dijo “quiero que me cambien porque no aguanto la presión”. Lo acepto, pero algunas personas se enteraron y llegó alguien a decirle “padre no se vaya de aquí, lo vamos a cuidar”.

Cuando hice una ordenación en Miguel Alemán llegó un grupo de padres y seminaristas en caravana, según ellos para protegerse, pero era un gran error porque eso llama más la atención. Fueron detenidos por una banda, que al identificarlos les dijeron “váyanse con cuidado, sepárense, para que los soldados no los confundan”.

Nunca hubo un atentado contra nosotros. No faltaban los vivos que trataban de aprovecharse de la situación, pero no eran parte del crimen organizado, como quienes se confesaban en las parroquias diciendo que estaban arrepentidos, que luego secuestrarían al obispo o a los sacerdotes, pero pedían que les ayudáramos con dinero. Yo calmé a los padres, haciéndoles saber que lo único que querían era su dinero, y nunca pasó nada.

Propiamente violencia contra sacerdotes no había. Que el Papa diga algo, creo que sí, y yo también diría que mis sacerdotes se mantenían a riesgo de su vida. No los matarían por ser sacerdotes, pero una bala les puede tocar en cualquier momento. Hubo uno que me dijo que pasaba noches de sábado a domingo sin dormir, en un cuarto de baño porque era el único lugar donde no llegaban las balas.

Ese mismo sacerdote llegó a un pueblo en el que había ocho mil habitantes y al poco tiempo quedaron como 500 por la violencia, porque la gente huyó, y las autoridades civiles. Recuerdo un Jueves Santo que me dirigía a ese pueblo y el padre me habló para decirme que había una balacera. Cuando llegué estaba apaciguado todo, pero estaba rodeado de solados, hasta en el techo estaban. De 75 jóvenes que se iban a confirmar, fueron 72. Me dije que si no iba, el pueblo podría sumirse en depresión.

- Cuando llega alguien a confesarse y le dice “padre, he asesinado, he secuestrado, he mutilado, he violado”, ¿cuál es el mensaje que se le puede dar a esta persona?

- Se supone que cuando alguien llega a la confesión a contar eso, es porque está plenamente arrepentido, y si lo está el mensaje es: confía en la misericordia de Dios, ahora revierte el camino, todo lo que antes fue odio que te llevó a dar muerte, que ahora sea amor para llevarte a dar vida’.

Si una persona realmente se arrepiente de pecados tan grandes, vivirá atormentado por la conciencia, si le quedó algo de ella. Si realmente se recupera y llega al confesionario hay que animarlo para que experimente el amor de Dios.

El caso de San Esteban mártir, el primer mártir de la Iglesia, que murió apedreado. Ahí estaba San Pablo, aún sin convertirse, aprobándolo. Aunque no tenía edad legal para apedrear, cuidó los mantos de quienes sí; tanto peca el que mata a la vaca como el que le jala la pata. San Pablo fue partícipe de ese crimen, pero después se convierte en el gran evangelizador, el apóstol de las naciones.

Una persona que comete las peores cosas, puede convertirse en el mejor de los seres humanos si cambia de vida; a eso le debemos apostar. Muchas veces dije a la gente que no esperaran a que todos los malos murieran y sólo quedaran los buenos, porque ni los malos son tan malos, alguna vez fueron buenos y pueden volver a serlo; ni los buenos somos tan buenos. Tenemos algo de responsabilidad sobre lo que pasa.

Necesitamos un cambio de mentalidad. Como se dice a las máquinas, ser [i]reseteados[/i] con una mentalidad nueva para que esto cambie. No se trata de matar malos para que queden buenos.

- Esperemos que las autoridades civiles no tomen a la Iglesia para que le digan las confesiones, como sucedió con Kate del Castillo y Sean Penn…

- Las confesiones son totalmente de orden privado y ahí deben quedar. En el extremo caso de que un sacerdote escuchara una confesión de éstas, se supiera y fuera cuestionado, el sacerdote debe sufrir lo que tenga que sufrir, antes que descubrir un secreto.

- Monseñor, la recaptura de [i]El Chapo[/i] tiene que ver muchísimo con la columna vertebral de la economía y de la corrupción, pero tocó a la Iglesia con el caso de la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. ¿Cuál es su percepción de que haya tocado a la Iglesia?

- Hay varias versiones sobre el crimen del cardenal Posadas, la explicación inmediata fue la del fuego cruzado y porque fue en el mismo instante en que sucedió el crimen, a mí no me inspiró confianza.

Es uno de esos crímenes que pasan a la historia sin resolverse, como el asesinato de Colosio, como el del presidente Kennedy, quedan en el misterio. Hay opiniones encontradas y no suficientemente avaladas sobre lo que pasó en el caso del cardenal Posadas.

Muchos lo han manejado como un crimen de Estado en la teoría que el cardenal descubrió una red de corrupción muy grande ligada al narco. Si eso fuera, qué grave. Pero no tengo los recursos para probarlo, simplemente digo que la explicación que se dio no acaba de convencer. Son esos grandísimos misterios del siglo XX que quedaron pendientes y que, si se resolvieran, tanto lo actual como lo del pasado, se recuperaría la confianza en nuestras autoridades. Sanaría la conciencia en nuestro país.

- La posición de usted ante el debate sobre la legalización para que haya un consumo recreativo de la mariguana…

- No es favorable. En lo personal y como Iglesia estamos a favor de lo que pueda significar uso medicinal, con todos los cuidados que hay que tomar para evitar abusos, pero no para el uso recreativo.


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