Texto y foto: Maria Briceño
La Jornada Maya

11 de enero, 2016

[b]Maní, Yucatán[/b]
Al entrar a la escuela nos recibe el olor a comida enterrada, el humo descontrolado hace de las suyas; los campesinos nos anuncian que en hora y media el manjar estará listo.

La Escuela de Agricultura Ecológica U Yits Ka’an de Maní está de fiesta, cumple 20 años de retomar el conocimiento ancestral de la agricultura y medicina maya, con la comprensión de los ciclos ecológicos que permiten la sustentabilidad del proyecto. Su objetivo es capacitar a los campesinos yucatecos y a jóvenes entusiastas en los métodos de siembra y crianza de animales, así como en la aplicación de la herbolaria.

El proyecto, nacido el 11 de enero de 1996, inició con el establecimiento de una escuela construida por un grupo de presbíteros católicos y gracias a la Iglesia Católica Alemana que financió la infraestructura. La idea original está basada en la promoción de una cultura ecológica, en el liderazgo e identidad cultural de las comunidades mayas peninsulares, en propiciar el consumo y sustento de las familias, la gestoría de cambio y la equidad de género.

Un nutrido grupo de personas, entre ellos jóvenes provenientes de poblados aledaños y de Mérida, se reúnen en semicírculo para escuchar al maestro de la escuela Marcelo León Blanco que nos presenta. Ellos son la Biobolsa, un sistema biogestor que transforma el abono en energía, (de hecho, con esa energía se cocina en U Yits Ka’an). También tiene un sentido de curación; gracias a este sistema, pacientes con asma han reducido su padecimiento y mujeres mayas que ya no podían cocinar con el comal a la leña, ahora pueden volver a hacer tortillas.

Luego recorremos las instalaciones; el sol es intenso, pero la gente está interesada en el área de lombricultura que se encuentra dividida en partes: estiércol nuevo y estiércol que lleva días: sirve para sembrar lombrices y usarlas en las hortalizas. “Se los digo por experiencia –afirma uno de los agricultores– un día quise hacer la siembra de lombrices con estiércol nuevo y las lombrices se murieron, esto pasa por el ácido del abono nuevo, por eso se tiene que dejar reposar entre dos o tres días”. Dos niñas que se encuentran en el recorrido piden ver las lombrices, para después sorprenderse por sus impredecibles movimientos.

El recorrido continúa y podemos ver plantas de brócoli, berenjena, tabaco, un meliponario con abejas que se diferencian por no tener aguijón. “En luna llena es cuando se recomienda pegar a las abejas, los capullos están fuertes para que peguen las abejas, lo sabemos porque es el conocimiento de nuestros ancestros mayas” afirma el guía.
Al término del recorrido se lleva a cabo la ceremonia de entrega de reconocimiento a los graduados destacados del centro U Yits Ka’an, en la Licenciatura de Agroecología; el proyecto es apoyado por la UADY y por la Universidad Autónoma de Chapingo.

También se les otorga un reconocimiento a los productores destacados del 2015. En la ceremonia se reconoce igualmente a estudiantes de las sedes de Mama, Peto y Valladolid.

Como parte de la celebración de sus primeros 20 años, se elaboró un glifo maya que contiene la fecha 11 de enero para marcar un período de 20 años. El glifo fue construido en forma de estela maya; artesanalmente elaborada por Don Miguelito, quien se disculpa por ofrecer una pieza que no había terminado de secar.

Se le da la palabra a Don Mario, quien es un curandero maya “Al empezar este proyecto mi cabello estaba oscuro, ahora no sé qué me pasó, creo que es en que viajo y vengo; a mi cabello le cae polvo y trato de quitármelo y no se me quita”.

Uno de los fundadores de este proyecto es el padre Raúl Lugo Rodríguez, quien explica para [i]La Jornada Maya[/i] que un paso fundamental es la implementación de una moneda de intercambio en la comunidad productora “Está inspirado en la experiencia del pueblo totonaca en la sierra norte de Puebla y Veracruz, el Totonacapan. Ellos tienen una moneda que se llama el Túmin, resultado de la concertación de productores que se unieron para intercambiar productos y se les ocurrió el intercambio simple, que es dar el equivalente de lo que se ofrece, hasta llegar al intercambio de servicios. Actualmente son 4 o 5 poblados que se rigen bajo este sistema, se puede distinguir tiendas que aceptaron el Túmin y quienes no, nadie está obligado a aceptar este nuevo método de intercambio. Por ejemplo, si vas a una tienda y un producto cuesta 50 pesos, pagas 30 pesos y 20 Túmines, y estos túmines, que son unos vales, se pueden cambiar a comerciantes que entraron a este sistema; como en el mercado, donde tienen su letrero “Se aceptan Túmines”.

“Es un proyecto experimental que lleva aproximadamente 6 años, el objetivo no es darle la espalda al sistema monetario mexicano, sino en medio de esta vorágine de una organización económica que privilegia los ingresos de las personas más ricas y desprecia a los otros, sólo queremos beneficios mutuos. Con el apoyo de La Comisión Episcopal de Pastoral Social para traer algunas personas del Totonacapan y que nos instruyan acerca de este sistema de intercambio. Ha habido algunos problemas con la Comisión Nacional de Valores, que los acusó de usurpar el valor de la moneda, pero se pudo resolver”.

“Esta moneda está basada en la confianza, entre las personas que forman parte del proyecto. Con este proyecto se busca eliminar a los intermediarios en el comercio de productos y unir “cara a cara” productor con beneficiado, favoreciendo el intercambio local, no el global. Este sistema está dirigido para grupos pequeños de personas, no para grandes ciudades, lo que favorece la utilización de productos locales”.

El padre Lugo afirma que se hizo contacto con un profesor en agroecología de Tokio, Hiroyuki Ukeda, quien visitó las instalaciones de Maní y los invitó a trabajar en un proyecto que la Universidad de Tokio financió, en donde se abarcan 4 lugares del mundo para averiguar qué tipo de cambios se realizan en las familias, al final se realizó un simposio en Tokio.

Ahora se trabaja en la elaboración de un manual que contendrá experiencias de ambos países, que debe estar listo para fin de mes.

El director de la escuela, Aquilano Alberto quien es ministro religioso y sacerdote católico, asegura que poco a poco en estos 20 años se ha logrado una evolución personal, una forma de reeducación.

La celebración continúa a ritmo de charanga y entre conversaciones alegres. Una pareja se anima a bailar, mientras la comida está lista.


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