Jafet Kantún
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Jueves 20 de diciembre, 2018

Los nacimientos son una de las tantas tradiciones que trae la navidad a los hogares. Atribuidos a San Francisco de Asís, quien según registros históricos recreó por primera vez el nacimiento de Cristo en el año de 1223, actualmente se suelen constituir de figuras representativas de los tres reyes magos, José, María y el recién nacido Jesús, acompañado de animales de establo; todos dentro de una casita de madera y paja, símbolo de la humildad y sencillez.

La venta de las casitas para nacimiento es fácil de encontrar en estos días en las avenidas de la ciudad o en los mercados. En la casa de don Abraham, ubicada sobre la calle 65, entre 18 y 20, a pocos metros de la llamada “curva”, la venta de casitas ha existido durante los últimos 20 años, tiempo en el que don Abraham ha escuchado muchas historias y significados atribuidos al homenaje, contó. Esto ha dado pie para que la venta de las estructuras, más que un negocio se vuelva una satisfacción personal.

“Mucha gente decora, pone su nacimiento con alegría, pero hay quien pasa por problemas, momentos difíciles, no con la alegría y con las ganas de decorar, sino con respeto hacia algún familiar muerto, enfermo o recordando a alguien anteriormente. Cada casita tiene su propia historia”, contó Abraham Pool, en la entrada de su hogar junto a kilos de madera y montones de aserrín.

“Demasiada gente viene con historias, cada casita que sale tiene algo que contar”, describió. Recordó a una mujer que venía de Campeche y se llevó una casita de nacimiento, un familiar cercano murió cerca de esos días y por medio de la compra forjó una “amistad a distancia”.

En los primeros años, detalló que “aún no le había encontrado el truco” al diseño de las casas, pero después de un tiempo fue haciéndolas diferente y cada vez más resistentes. Esto es algo fundamental, tienen que ser resistentes, ya que, dijo, “desde el momento en que las ponen es porque tienen algo que recordar”, “les gusta conservarlas”.

[b]Trato cercano[/b]

Señaló que siempre le gusta más vender sus casas a los compradores directos, ya que se da la oportunidad de tener ese trato cercano y vivir un poco del propósito de las creaciones; en vez de ofertarlas en serie a vendedores intermediarios, aunque con ellos ha forjado largas amistades al venderles varias casas año con año.

Sus creaciones se exhiben sobre el muro de su casa, colgadas de un árbol o asentadas en la escarpa, siempre a la vista de quienes pasan por una de las calles con mayor flujo de autobuses de la ciudad, donde pasan las rutas villas de oriente, vergeles, Pancho Villa, 65 periférico, entre otras.

Las casas son de madera de pina o cedro, con techos de triplay; con costos desde los 50 pesos (las más pequeñas) hasta los 500 (las grandes desarmables). Las más pequeñas de unos 40 centímetros de largo, y las mayores de aproximadamente un metro.

El patio de don Abraham se convirtió en su taller. No hay flores, césped o una cochera; hay aserrín, tablas, una mesa de trabajo y herramientas para el tallado de la materia prima. La mesa de trabajo también les sirve de comedor, donde familiares de Abraham comían huevo con frijol en un plato, junto al artesano y su hija, trabajando en el armado de las chozas.

“Mi hija y mi hermano” señaló don Abraham, son sus compañeros de trabajo, quienes le ayudan a elaborar las aproximadamente cien casas que ponen a la venta cada año para estas fechas. Siempre ha sido en familia, hace veinte años era otro hermano quien le asistía.

Las casas son fabricadas en serie, hacen varias del mismo modelo para mayor eficacia y luego pasan a otro. Hacer una casita les lleva un día, y es a mediados de octubre cuando las empiezan a preparar.

[b]Trabajo por gusto[/b]

Asimismo, remarcó que el negocio desde hace unos años dejó de ser “por necesidad”. “Hacer las casitas, más que una tradición para mí es un gusto”. “Tratar con la gente que viene, niños que vienen con sus mamás o que vinieron con sus abuelas, mamás que vinieron con sus mamás, otras generaciones, es bonito”, “las casitas me han dejado muchas satisfacciones”, declaró emocionado.

Sin embargo, el artesano hace muchas creaciones más con la madera. El resto del año se dedica sobretodo al tallado de figuras. En la visita que La Jornada Maya le hizo a su vivienda, enseñó una figura de un dios maya y otra de una ballena, así como una cabeza de caballo, la cual lleva trabajando cerca de ocho meses. Para lograr ingresos, también trabaja con muebles de madera que vende a distintos precios. “Con eso me mantengo”, subrayó.

En este sentido, lamentó que muchos compañeros artesanos tuvieron que dejar la actividad, ya que los trabajos a mano no son baratos y muchas veces es complicado venderlos. Él, gracias a que no sólo hace diseños tallados, sino que elabora diversos productos, ha podido mantenerse en la actividad, afirmó.


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