Katia Rejón
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Lunes 24 de septiembre, 2018

La primera vez que Karla C. sufrió violencia física por parte de su ex novio Z. A. H. S. se trató de un apretón en el brazo, después fue un empujón en la pared, antes de ser arrastrada por el piso sujetada por el cabello, frente a su hijo de cuatro años.

Karla C. cuenta que desde el principio la relación estuvo mal. Ella era madre soltera, tenía 19 años cuando lo conoció, y él, de 20 años, se quejaba con sus amigos al respecto; sin embargo, la relación pareció arreglarse y se hicieron novios. Él tenía actitudes violentas: era celoso y solía hacer comentarios hirientes hacia Karla.

En el último diagnóstico realizado por la Unidad de Atención Sicológica, Sexológica y Educativa para el Crecimiento Personal A.C., de marzo del 2018, establece que el 43.9 por ciento de las mujeres mexicanas que tuvieron o tienen una pareja han sido agredidas en algún momento de su vida marital, convivencia o noviazgo. Las estadísticas nacionales dejan claro que son las mujeres quienes sufren más de este tipo de violencia, el caso de Karla es, entonces, uno entre muchos.

Ella platica que incluso lo suspendieron de su escuela de gastronomía cuando robó un cuchillo de cocina en un restaurante al que fue a practicar. “Él dijo que lo habían hecho trabajar tanto que se lo robó del coraje. Robaba siempre cosas pequeñas. La primera vez fue una pelota pequeña que vienen en las máquinas de monedas. Esa vez me pareció gracioso, pero después ya no me gustó”, explica.

Entre los episodios de alarma, relata, está la vez que golpeó a su papá durante una pelea familiar cuando estaban de vacaciones. Fueron novios durante dos años y en algún momento pasaron a las agresiones físicas, verbales, la desconfianza y los celos. En los últimos seis meses la situación se volvió peor.

Los tipos de violencia más frecuentes contra las mujeres son la física y sicológica. En entrevistas realizadas a 89 actores clave involucrados en la atención y prevención de la violencia, y en el trabajo comunitario en los municipios marcados por el Informe del Grupo de Trabajo de la Alerta de Género, se señaló la importancia de retomar el trabajo para la reeducación de los agresores, abordando temas como las nuevas masculinidades, una deconstrucción de las actitudes machistas en los hombres.

El 5 de septiembre pasado, en una fiesta con amigos de su facultad, Karla C. bebió y se divirtió. Explica que en algún momento llamó a Z. A. para saber si se uniría a ellos. Él fue, dice, sólo porque le dije que ya tenía un dinero que le debía. Cuando llegó se vieron envueltos en otro episodio de celos y ella decidió irse del lugar, llorando.

“Él sabía que estaba ebria y no fue tras de mí. Un amigo suyo le dijo que iría por mí y que podía quedarme en su casa que estaba cerca. Z. H. lo malinterpretó y con tal de que yo no me quedara ahí, fue a verme y nos fuimos en taxi a su casa”, comenta.

Hay cosas que no recuerda de ese día, pero recuerda estar tirada en el piso mientras Z. A. le golpeaba la cabeza contra el suelo. “Le decía que por favor me dejara, me dolía mucho. Me quitó el dinero que tenía en la cartera, aventó mi celular, me dio bofetadas en la cara, me lastimó los brazos y las piernas. Al final me sacó de su departamento”, relata.

Sin dinero y sin celular, le pidió a los vecinos que llamaran a un taxi porque él la había golpeado. Aún con las marcas en la cara y en los brazos, los vecinos la vieron con desagrado y le dijeron que llamarían a un taxi pero que si no se iba, llamarían a la policía.

“Sentí feo porque pensaron mal de mí. Había bebido mucho ese día y apestaba a alcohol. Él salió a decir que dejara de molestar a sus vecinos. Le llamé a su mamá y le dije lo que había pasado, no me creyó y me colgó”.

Su último intento fue llamar a la policía, agrega que tampoco le hicieron caso por su mismo estado de ebriedad. Ella les mostró las marcas en su cuerpo y les dijo que Z. A. había robado todo su dinero.

“Lo único que hicieron fue decirle que me devolviera mi dinero y sólo me dio una parte. Él estaba sobrio y alegó que yo había ido a hacer un escándalo a su casa, que me llevaran a mí”, aclara.

La Constitución Política del Estado de Yucatán cuenta con leyes generales y estatales de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia que tienen como objetivos “prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres”, así como “propiciar las modalidades para favorecer el desarrollo y bienestar de las mujeres, basados en los principios de igualdad y no discriminación”. Las leyes Generales y Estatales de Víctimas obligan a los gobiernos y dependencias a velar por la protección de las víctimas, proporcionar ayuda, asistencia o reparación integral.

Al llegar a su casa, su mamá también la culpo de haber sido golpeada. Como su suegra le diría más tarde, era su culpa porque sabía que Z. A. era una persona violenta y celosa. Además, ella había bebido. Esos mismos comentarios se repitieron cuando decidió hacer pública su denuncia, con fotografías de su rostro golpeado y su historia. “Es tu culpa por borracha”, le escribieron algunos.

Otros, conocidos de Z. A. le enviaron mensajes de apoyo, diciendo que también habían notado actitudes negativas en el joven. La escuela a la que asistía el agresor emitió un comunicado diciendo que no permitirían ningún tipo de violencia, y dado que tenía antecedentes cuando robó, lo expulsaron. Él le llamó para reclamarle que había arruinado su vida.

Después de ese día, volvió a su departamento porque había dejado papeles de su escuela. “Cuando me vio se asustó mucho. Supongo que los moretones eran más evidentes que cuando recién me golpeó, tenía las rodillas moreteadas, los brazos marcados, tenía toda la cara hinchada. Sabía que se había descontrolado pero tampoco me iba a pedir disculpas”, explica.

Un estudio realizado en Yucatán por el Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” (UADY), titulado Elaboración de un diagnóstico sobre la situación de la violencia, establece que en Yucatán, del 2011 al 2013 se interpusieron 33 mil 685 denuncias en total por hechos violentos. De estas, el 93 por ciento resultaron ser mujeres y 7 por ciento hombres.

Al preguntarle la razón por la cual decidió hacerlo público, además de realizar una denuncia en su contra, contesta que sintió mucho coraje porque nadie la había ayudado. “Había muchas señales pero yo estaba muy enamorada. Aprendí que lo que mal empieza, mal termina. Todo inicia con pequeñas cosas como celos o agresiones verbales”, finaliza.


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