Jack Guy
Foto: Infoqroo
La Jornada Maya

Chetumal, Quintana Roo
Viernes 1 de diciembre, 2017


[i]El periodista británico Jack Guy entrevistó recientemente a Carlos Meade, colaborador de[/i] La Jornada Maya[i] y destacado ambientalista. La crisis ecológica que vive la costa quintanarroense y las labores de activistas locales figuran entre los temas que se abordaron.[/i]


[b]¿En qué año llegaste a la costa de Quintana Roo y cómo era la zona en esa época, en términos ambientales?[/b]
Conocí esta región a mediados de los años setentas y vivo permanentemente aquí desde 1983.

A principio de los años ochentas casi toda la costa, con excepción de Cancún, era virgen. La única actividad que existía eran los ranchos copreros. Aunque había grandes extensiones sembradas de palma de coco, el efecto sobre el ambiente no era muy notorio ni muy agresivo. En esos años, estas palmas fueron atacadas por una plaga conocida como amarillamiento letal y prácticamente desaparecieron. Se sembraron palmas enanas resistentes a la plaga pero, por la influencia del turismo, muchas playas fueron destinadas a la construcción de hoteles y la actividad coprera fue declinando poco a poco hasta desparecer.

Entre Cancún y Tulum había un montón de playas que se podían visitar libremente y que estaban casi siempre vacías.

Los arrecifes, a lo largo de la costa, eran un espectáculo de biodiversidad, vitalidad y colorido.

En muchas playas arribaban tortugas de diversas especies para desovar.

Muy pronto en Cancún empezaron a generarse afectaciones ambientales. La laguna Nichupté, formada entre la isla de Cancún y la tierra firme, empezó a recibir las aguas negras de los hoteles. La dinámica de la laguna se alteró también cuando las bocas de comunicación con el mar fueron reducidas para facilitar la construcción de los dos puentes que unían a la isla de Cancún con la tierra firme.

La generación y manejo de la basura empezó a ser un problema serio. Aunque las afectaciones ambientales eran evidentes y amenazaban la viabilidad del proyecto turístico, ni autoridades ni inversionistas trabajaron con seriedad y oportunidad para resolver los problemas. En lugar de eso, permitieron que se hicieran más grandes. En este contexto surgieron las primeras ONGs ambientalistas de Quintana Roo, que identificaron los drenajes que descargaban en la laguna, promovieron análisis del agua, propusieron planes de manejo para los residuos sólidos y presionaron a gobierno y empresas para tomar acciones.

[b]¿Cuál es el cambio ambiental que te ha marcado más?[/b]
El cambio en el paisaje ha sido tan violento y acelerado que es difícil de asimilar. Hace apenas 25 años la carretera Tulum-Cancún era un estrecho camino sin acotamiento. Los árboles a ambos lados unían sus ramas arriba, formando un túnel vegetal.

En las playas de Tulum es alarmante la velocidad con la que se están destruyendo los manglares.

Los asentamientos humanos a lo largo de la costa han crecido a la misma velocidad que la infraestructura turística y los municipios no son capaces de cubrir la demanda siempre creciente de servicios públicos básicos, como la recepción y tratamiento de las aguas residuales.

En los últimos 3 años, la apacible Bahía de Akumal se ha convertido en un caótico lugar donde miles de personas vienen diariamente a visitar a las tortugas que se refugian en la bahía y que se encuentran estresadas y enfermas.

[b]¿Cuáles son los impulsores más importantes del desarrollo desordenado?[/b]
El desorden se deriva de un marco jurídico deficiente, pero, sobre todo, de la falta de capacidad y de voluntad política de las autoridades.

Aunque existen instrumentos de regulación como el PDU (Programa de Desarrollo Urbano) o el reglamento de construcción, son letra muerte en las manos de una burocracia ineficiente, indolente y corrupta.

Hay mucha presión de inversionistas y, dado nuestro sistema burocrático inoperante y la corrupción asociada a ello, el estilo para el establecimiento de infraestructura turística fue por mucho tiempo el de “más vale pedir perdón que pedir permiso”. O sea que cada quien hace lo que le place sin consultar a la autoridad para luego recibir una multa que no compensa el daño ambiental y que está calculada en el proyecto de inversión. Por increíble que parezca, así surgió Puerto Aventuras, en palabras del propio socio mayoritario, Román Rivera Torres.

Entre los inversionistas turísticos que trabajan en la región existe la aspiración de una tasa de retorno de la inversión de 2 o 3 años. Con esta expectativa, la visión empresarial de corto plazo no tiene ningún interés ni compromiso con el futuro del destino. Su prisa, además, es un factor de desorden.

Gracias a la presión ciudadana, ahora los proyectos de inversión tienen que pasar obligatoriamente por una Manifestación de Impacto Ambiental, donde se detallan las afectaciones ambientales y las medidas para mitigarlas.

La ciudadanía ha ganado también el derecho de Consultas Públicas donde el inversionista tiene que presentar su proyecto a la población afectada y ésta puede cuestionar y manifestarse en relación al proyecto para que las autoridades competentes sopesen los argumentos de las partes, con auxilio de abogados y expertos en la materia, y puedan decidir sobre la viabilidad de cada proyecto.

Bajo el esquema de las consultas públicas se han podido evitar algunos desarrollos turísticos, como es el caso del proyecto de Xcacel. También se ha logrado que los condicionantes para muchos proyectos tengan mayor rigor y que las densidades se ajusten a lo establecido en el PDU.

[b]¿Por qué el desarrollo desordenado afecta el medio ambiente?[/b]
Toda actividad humana en el entorno natural implica afectaciones. Algunas de éstas no sobrepasan la capacidad de la naturaleza de regenerarse pero desde los inicios de la revolución industrial y hasta ahora, el poder destructivo de las sociedades humanas sobre el medio ambiente es tan evidente como preocupante.

Cuando además de las propuestas agresivas para el establecimiento de la hotelería, éste se realiza de forma acelerada y sin control, la afectación al ambiente es mayor, además de ser más difícil de estimar los daños.

[b]¿Por qué el plan de desarrollo no se implementa como debe ser?[/b]
Existen varios instrumentos de planeación que aplican en el municipio de Tulum. Los más importantes son: el Plan Municipal de Gobierno y el Programa de Desarrollo Urbano (PDU). El primero es un documento sin sustento técnico que no cuenta, además, con un programa de acciones concretas para su aplicación. El PDU contiene lineamientos para regular el crecimiento urbano pero el municipio no tiene la capacidad de hacerlo valer. Además de capacidad técnica, el gobierno carece de interés para regular el crecimiento. Por lo general, los funcionarios públicos están más interesados en sus negocios privados, que realizan a la sombra del poder, que en hacer cumplir las normas para el desarrollo. De esta manera, la corrupción entre desarrolladores y funcionarios municipales sustituye a las reglas establecidas.

[b]¿Los ambientalistas sufren amenazas y represión? ¿De parte de cuáles grupos?[/b]
Cuando los grandes consorcios hoteleros se ven amenazados por la acción de organizaciones ambientalistas, utilizan todo su poder corruptor para presionar a las autoridades y echan mano de despachos de abogados para acusar a los ambientalistas y meterlos a la cárcel. Esto fue lo que pasó cuando el Grupo Gema cuestionó la construcción de hoteles de una poderosa cadena española. La presidenta de Gema, Araceli Domínguez, fue detenida por la orden de un juez y llevada al reclusorio.

Las autoridades no esperaban la reacción de acogida de Araceli por las reclusas. No sabían que ella tenía mucho tiempo trabajando con las presas en temas de género y derechos humanos.

Finalmente, Araceli salió de la prisión y, en lugar de ablandarse, se convirtió en una luchadora más tenaz y combativa.

No es el único caso. Muchos activistas han sido acosados y amenazados. Recientemente, una organización de Playa del Carmen fue objeto de robo y vandalización de sus oficinas.

[b]¿Cómo ves el panorama para el futuro de Tulum y el área cerca de Chetumal?[/b]
Tulum está siguiendo el proceso que se dio en Cancún, primero, y en Playa del Carmen, después: crecimiento acelerado y desordenado, asentamientos humanos irregulares y sin servicios y gran afectación al medio ambiente. En medio del desorden, hay quienes salen beneficiados, ya sea con permisos ilegales o con operación que incumple la normativa legal.

Como existen planes de construir más cuartos hoteleros es de esperarse que nuevos flujos de migrantes lleguen para ocupar los nuevos puestos de trabajo que se abrirán.

Se estima que cada nuevo cuarto hotelero genera alrededor de 18 habitantes más, debido a los empleos directos e indirectos que implica. En la Riviera Maya existen actualmente alrededor de 50 mil cuartos de hotel, cantidad que se quiere duplicar en los próximos años. Esto implica casi un millón de habitantes más que poblarán Puerto Morelos, Playa del Carmen, Akumal, Puerto Aventuras, Chemuyil y Tulum.

Con estas cifras, sumadas al modelo de crecimiento depredador e irresponsable, no es muy halagüeño lo que podemos esperar para el futuro de Tulum.

Si ya vivimos una alarmante situación ambiental, podemos imaginar el desastre que se nos viene con miles de cuartos hoteleros nuevos y cientos de miles de habitantes más, asentados desordenadamente sobre los frágiles ecosistemas de la costa de Quintana Roo.


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