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Carlos Luis Escoffié Duarte*
Foto: Archivo La Jornada Maya
La Jornada Maya

Martes 9 de octubre, 2018

Los seres humanos tenemos una gran capacidad de agencia. Podemos romper dogmas fuertemente impregnados en la sociedad en la que nacimos y crecimos. Y por supuesto, somos los responsables inmediatos de nuestras acciones y omisiones; sin embargo, esa capacidad de agencia se realiza en un entorno. Lo que hacemos y lo que no se explica fuertemente en nuestra sociedad. Este argumento no sirve para expiarnos de culpas en lo individual, pero sí para analizar casos como el del restaurante polémicamente nombrado La Casta Divina.

Debo hacer unas brevísimas aclaraciones. Yo no conozco, ni sé quiénes sean los dueños del negocio. No puedo hacer valoraciones sobre su persona. Por el contrario, parto del supuesto de que la elección del nombre fue sin intención alguna de reforzar ideas discriminatorias. Tampoco pretendo dañar el futuro desempeño de su negocio; sin embargo, que algo sea o no discriminatorio no depende de nuestras intenciones, sino de sus efectos.

En Sudáfrica sería impensable poner un restaurante llamado Apartheid; en Argentina a nadie se le ocurriría nombrar a una cafetería La Junta Militar; en Guatemala difícilmente encontraríamos un negocio llamado Genocidio a los ixiles bar; o uno en Rusia llamado Gulag. Esto es porque en los cuatro ejemplos existe un consenso acerca de que ciertas instituciones o sucesos dejaron graves heridas frente a las cuales debe existir un esfuerzo colectivo para repensarse como sociedad.

¿Por qué no vemos así en Mérida –donde se concentra la mayoría de la población no-maya de Yucatán– lo ocurrido durante la explotación henequenera en las haciendas? Porque, a diferencia de todos los casos mencionados, mucha gente en la ciudad ni siquiera piensa en ese período como algo negativo. Si bien en Sudáfrica, Argentina, Guatemala y Rusia hay también posturas revisionistas, existe el suficiente consenso para que a nadie entienda como inofensivos ciertos nombres para negocios.

Inicié este artículo haciendo referencia a la capacidad de agencia. Si bien ésta es innegable, nos criamos en espacios familiares y sociales que no son neutros o ajenos a la historia. Los bisabuelos o incluso abuelos de muchos de los hoy presentes vivieron ese período. Los resentimientos entre grupos generaron una ruptura en el tejido social entre los mayas y los no-mayas. Si hoy somos una sociedad fragmentada, en la cual la consciencia de grupo es sólo para el sector socioeconómico del cual uno forma parte, es precisamente por ideas, mitos, narrativas y dolores heredados directa o indirectamente.

No es exagerado externar preocupación cuando el nombre La Casta Divina es visto como inocuo, ignorando que refuerza discursos e ideas inaceptables. No es contra los dueños o contra un negocio: lo que se pone en el banquillo es nuestra sociedad. ¿Qué hemos hecho mal que seguimos creyendo que esa época fue una época gloriosa para nuestro estado sólo porque los ricos pudieron hacerse más ricos?, ¿qué ha pasado que aún muchos no identifican que en ese período no había trabajo en las haciendas, sino condiciones de neoesclavitud?

Es por eso que no es posible impedir el debate alrededor de este tema. No se tiene que ser maya para considerar que el nombre es alarmante, tanto como no se requiere ser judío o sudafricano para condenar que un bar se llame Auschwitz o Apartehid, pero además, quienes no somos mayas pero tenemos amistades y familiares mayas, sabemos que ese tipo de narrativas permean en su día a día. Desde la discriminación de un estudiante indígena al entrar a una universidad, hasta el despojo de tierras de comunidades mayas en la entidad.

Sería un gran gesto y un gran ejemplo que los dueños reconsideren el nombre de su local.

PD: No puedo dejar de referirme a quienes han alegado que el rechazo al nombre es exagerado dado que tenemos un monumento a las haciendas. Y tienen razón: externo mi propuesta para que el nuevo alcalde Renán Barrera renombre el monumento a Memorial a la explotación de las haciendas, convirtiéndolo en un espacio que indique que debemos construir una nueva relación entre mayas y no-mayas para tener un futuro.

[b]@kalycho[/b]


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