Enrique Méndez, Andrea Becerril, Víctor Ballinas y Roberto Garduño
La Jornada Maya
Foto: Carlos Ramos Mamahua

Ciudad de México
Sábado 1 de diciembre, 2018

En el sótano, después de haber salido por la puerta lateral del salón de plenos de la Cámara de Diputados, Enrique Peña Nieto respondió emocionado a una docena de legisladores priístas que, a trompicones, le acompañaron hasta el final para despedirlo: “Gracias su lealtad…”

Así se escribió el colofón de la controvertida presidencia del mexiquense, quien hace cuatro meses fue el primero en aceptar el triunfo inobjetable de Andrés Manuel López Obrador. Ayer, en sus últimas palabras como Presidente y antes de salir hacia la Cámara de Diputados, anunció: “Me voy a reinventar. Me retiro a la vida privada”.

En la ceremonia de transmisión del poder presidencial Peña Nieto cumplió con el protocolo de entregar la banda presidencial, en un rito que impone per se el silencio a los ex presidentes. Sentado a la izquierda del presidente en turno de la cámara, Porfirio Muñoz Ledo, el ex mandatario permaneció en inmutable, en momentos con la cabeza baja y en otros con la frente recargada en su palma izquierda.

En sus últimas horas como titular del Ejecutivo Federal, al salir de su casa ubicada en las Lomas de Chapultepec, emitió sus parabienes al sucesor en el cargo: “Deseo que a México le vaya muy bien. Deseo al Presidente de la República que le vaya muy bien, tenga éxito en su gestión, que se cumpla todo lo que todo él se ha propuesto realizar para el país. Creo que el gran punto de coincidencia es desear a México lo mejor, hacer nuestro mayor esfuerzo, nuestro mayor empeño para alcanzar ese propósito. No importando la óptica que uno quiere trabajar, lo importante es servir a México.”

Antes de trasladarse a San Lázaro, Peña cortó de tajo con la política, en el papel que en México se tiene para los ex jefes de Estado: “por ahora y como lo he dicho públicamente en otra ocasión, me retiro a la vida privada, al ámbito privado y no deseo tener ya participación alguna en la vida política del país. Tener tiempo para poder pensar y meditar, y reinventarme.”

A las once de la mañana llegó a las instalaciones del palacio legislativo, en compañía de quien se desempeñaba como jefe de la Oficina de la Presidencia de la República, Francisco Guzmán Ortiz; el hasta ayer jefe del Estado Mayor Presidencial, Roberto Miranda, y su ex vocero, Eduardo Sánchez.

Se dirigió al salón de plenos en compañía de una comisión de recepción, integrada por diputados y senadores de distintos partidos, y para la historia: los grupos parlamentarios mandaron en esa comitiva a Gerardo Fernández Noroña (PT), acérrimo detractor de su gobierno.

Con esa compañía, a las 11:02 al cruzar el umbral y ya en el pasillo central, el diputado José Ricardo Del Sol Estrada (Morena) desplegó frente a él una cartulina con el mensaje, alegoría de la frase que las mujeres le gritaban a Peña en la campaña: “Peña bombón, te espera la prisión…”

Peña bajó las escalinatas arropado por la comisión de recepción y de un nutrido grupo de diputados y senadores del PRI, que lo arroparon, entre otros Enrique Ochoa Reza, Manuel Añorve y Jorge Carlos Ramírez. Luego, subió la escalinata de la presidencia cameral y ahí lo alcanzó el diputado del PT, Oscar González Yánez.

Después del diálogo González Yáñez contó: “Le dije que habríamos de platicar algunas cosas sobre la nueva etapa que vivirá el país. Nos quedamos de ver para reflexionar sobre el rumbo de la nación, de esta tan importante transición a una nueva idea de México”. Peña le prometió: “te busco en los próximos días”.

Ya en la Mesa Directiva, Peña Nieto esperó casi diez minutos el arribo de su sucesor. Luego, como ordena el ceremonial, se quitó la banda presidencial –ya con el nuevo orden de los colores: verde, blanco y rojo-; la entregó a Muñoz Ledo, quien con los brazos en alto la sostuvo unos segundos y enseguida éste la entregó al nuevo mandatario.

Peña lució incómodo y en cuanto se decretó el fin de la sesión de Congreso General, abandonó el salón de pleno bajó por la escalera derecha, frente a las curules panistas y el sitio donde se acomodó al nuevo gabinete. Desapareció por la puerta de al lado.

Seguido de legisladores priístas caminó al sótano de San Lázaro. En el estacionamiento se le rindieron sus correligionarios, los últimos beneficiarios de su gobierno que ahora ocupan lugares en el Congreso.

“¡Aquí nos quedamos a defender lo que hiciste, Presidente!”, gritaban diputadas. “¡Usted se quedará aquí siempre! ¡Te queremos presidente!”, añadieron.
Emocionado, Peña les replicó: “¡A todos muchas gracias! ¡Gracias por la gran solidaridad con su amigo!”

En esos últimos momentos, los priístas tronaron en una porra: “¡A la bio, a la bao, a la bim bom bam, Presidente Peña, Presidente Peña! ¡Ra, ra, ra!”
Ante esa muestra, Peña se sinceró: “Me voy lleno de gratitud y reconocimiento. Gracias, muchas gracias. Hasta luego, muchas gracias. Gracias por su lealtad.

Ya en el asiento del copiloto de una Suburban negra blindada, se llevó dos veces la mano derecha a la altura del corazón y se despidió, con los ojos brillosos. La última imagen que tuvieron los priístas de Peña Nieto fue cuando él cerró la puerta de la camioneta.


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