¡Taxi! ¡Taxi!

Jesús Hernández Martínez
Foto: Juan Manuel Valdivia
La Jornada Maya

Lunes 18 de marzo, 2019

En Quintana Roo recorren las ciudades, y prestan también el servicio de transporte a las comunidades rurales e incluso a las entidades vecinas, unos 18 mil taxis pero, aunque debieran estar mejor organizados, prevalece en la mayoría de sus agrupaciones sindicales una serie de irregularidades que aún no ha logrado eliminar el recién creado Instituto de Movilidad (Inmoveqroo).

De los taxis quintanarroenses se pueden decir muchas cosas: que un porcentaje muy alto de las placas o concesiones no están en manos de los verdaderos taxistas sino en poder de políticos, amigos del gobernador en turno, los líderes de sus sindicatos y que, quienes más luchan para que esa variedad de transporte se mantenga, son los martillos o sea, quienes a falta de otro empleo, manejan un taxi por el que liquidan al concesionario una cuota por cada uno de los dos turnos diarios, entregan también el vehículo lavado, bien limpio y con el tanque lleno de combustible al concluir el turno de ocho horas. Lo que sobra, que casi siempre es una cantidad de dinero no tan bondadosa, es su “sueldo”.

Los martillos carecen de prestaciones pero, cada fin de año sus patrones les “regalan” el ingreso de un turno o de los dos si es el caso pues varios operan los dos turnos, es decir, trabajar 16 horas diarias.

Un dato positivo es que, al menos en Chetumal, las tarifas son de las más bajas de la península. En algunas rutas de más de seis o siete kilómetros, el pasaje es de 20 pesos y por eso nadie protesta que operen como ruleteros; levantan a uno o más pasajeros que van por el mismo rumbo del que los aborda inicialmente. Esas condiciones también las aprovechan los estudiantes; tres o cuatro abordan un taxi y solo pagan una tarifa.

Últimamente entraron en operación los “taxis naranja”´que, en teoría, ofrecen mayor seguridad a las mujeres. La mayoría de éstos los operan mujeres. Por otra parte, uno de los mayores temores de los taxistas es la llegada, ya oficial, de los vehículos de alquiler Uber.

Un tiempo se dio en crear la figura de “socio operador” o “socio ayudante” que eran los “martillos” que pagaban una cuota mensual para que fueran inscritos en una lista y a quienes, según su turno, se les entregaría una de las concesiones que anualmente les concedía el gobernador en turno a los sindicatos de taxistas. En la actualidad ya no es común esa práctica, ya no es necesario aumentar el número de concesiones y, quienes pagaron esas cuotas que en algunos casos llegaron a los 10 mil, se quedaron esperando.

Aunque no lo dicen abiertamente, los taxistas le tienen “terror” a Uber; los dirigentes de la plataforma ya anticiparon que entrarán a Chetumal pero, en verdad, los 2 mil taxis de esta ciudad ya son más que suficientes.

Otra alta competencia, en los municipios rurales, son las mototaxis que, por ejemplo, en la cabecera municipal de José María Morelos, superan las 2 mil unidades.

Un socio del Sindicato único de Choferes de Automóviles de Alquiler, (Suchaa) con sede en Chetumal aceptó platicar de la situación de su gremio y anticipó que tiene dos juegos de placas, uno que le entregó el sindicato hace más de 20 años y la otra la obtuvo en un sorteo, que antes practicaba el Suchaa pero ya no lo hace; afirmó que las cosas ya no son como antes: el gobierno entregó en otros tiempos miles de concesiones a diestra y siniestra y el mercado se saturó. Un ejemplo es Cancún donde circulan unos 7 mil taxis pero su actividad perdió rentabilidad. Algunos socios mal vendieron sus concesiones y se retiraron de la actividad.

“El gobierno parece nuestro enemigo; el Instituto de Movilidad exige vehículos nuevos, más seguros y otras condiciones, pero hace más de cinco años que nos niega aumentar las tarifas mientras el combustible y las refacciones aumentan de precio constantemente. Nosotros no hemos aceptado el ingreso de Uber. Pareciera que nuestra actividad tiene un futuro incierto, pero ya estamos aquí y debemos seguir”.

En ese contexto, se vislumbra un trabajo arduo para el Instituto de Movilidad. Hace falta ordenar mejor a los taxistas, equilibrar las tarifas con el aumento constante de los insumos que requieren los vehículos y, sobre todo, que las concesiones y operación del servicio esté en manos de quienes se dedican a esa actividad, retirarlas tal vez de quienes, en otros tiempos, recibían las concesiones como un regalo oficial.

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