Graciela Ortiz
La Jornada Maya

Mérida, Yucatán
Martes 1 de octubre de 2019

“El turismo va mutando todos los días, está creando nuevas problemáticas, por lo que tenemos que hablar de una política pública que inicie, en primer lugar, reconociendo la diversidad que hay de turismos y no solamente apuntarle a un turismo masivo”, expresó el antropólogo Óscar González López, quien junto al geógrafo e investigador Samuel Jouault y el egresado e ilustrador Edgar Sabatini Carrillo coordinaron el cómic [i]La otra cara del turismo[/i] (lo que el turista no ve, pero las sociedades locales viven en la Península de Yucatán), que se exhibe en la Alianza Francesa y en varias dependencias de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).

[i]La otra cara del turismo[/i] fue realizada por 50 estudiantes de la licenciatura en Turismo, adscritos a la facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY, donde González y Jouault son profesores, y denuncia diferentes manifestaciones vinculadas a la masificación de flujos turísticos, tales como: folclorización de lo maya contemporáneo, a través de los “Mayan village” (villas mayas), dispersos en varias regiones de la península Yucatán, iniciativas exógenas escenificando la cultura maya; el acceso restringido a las playas públicas y otros cuerpos de agua; la presión que realizan grupos de interés sobre la tenencia de la tierra y buscan la privatización de bienes de uso común; la gestión de los desechos sólidos y de las aguas negras en destinos turísticos, etc.

“El turismo masivo no es la única vía, hay muchos otros turismos que se pueden hacer, empezando por el doméstico. Llevamos décadas en México desarrollando un turismo para la gente de afuera, para el extranjero, para que pague en dólares, y nos olvidamos de la gente local”, agrega el antropólogo.

La historieta presenta a dos personajes, estudiantes universitarios: Natalie, de 21 años, de Angers, Francia, y Poncho, de 22, nacido en Mérida, quienes recorren Tulúm, Holbox, Pacchen, Tres Reyes, Punta Laguna y Laguna Chabela, en plan turístico, y comienzan a descubrir las realidades que viven las sociedades locales.

El paseo inicia en Laguna Chabela, Quintana Roo, un área protegida por familias mayas de la región. Los jóvenes observan lo descuidada que está la zona y descubren el interés externo por vender las tierras de los que allí habitan.

En tanto, en Punta Laguna, algunos campesinos quieren vender parte de sus tierras para ganar algo de dinero, incluso aquellas destinadas para la conservación ambiental.
En Holbox, el problema principal se encuentra en el manejo de la basura, ya que no hay como sacarla de la isla y se generan 14 toneladas de basura diaria, que permanece en el basurero municipal.

Los residentes sostienen que la falta de pavimentación ocasiona encharcamientos, por lo que se exponen a enfermedades; hay problemas con el agua potable y un mal sistema de alcantarillado.

Cuando llegan a Tulum, se encuentran con que los empresarios restringen el acceso a la playa si no se consume en sus negocios, en tanto el manejo de los “Mayan Village,” se realizan a través de agencias turísticas que se llevan las mejores ganancias, en detrimento de los verdaderos dueños de la tierra, a quienes prohíben trabajar por cuenta propia, ya que los proveen del equipo.

Cuando se disponen a regresar a Mérida, se topan en la Plaza Grande con una manifestación de los habitantes de Homún, rechazando la construcción de la granja porcícola, ya que afirman que contaminará los cenotes, su principal fuente de ingreso, así como el agua dulce.

[b]Saturación turística[/b]

González López menciona el overtourism (saturación turística), vinculado a la masificación de flujos turísticos que se ha expresado en diferentes ciudades europeas como Barcelona y Venecia, entre otros lugares, con movimientos de rechazo al turismo internacional por parte de las sociedades locales; lo mismo está pasando en algunas playas asiáticas como Tailandia.

“Nos está por llegar con un proyecto como el Tren Maya. Lo que vemos es simple matemática, tenemos 26 millones de llegadas anuales al aeropuerto de Cancún y entonces lo que va a hacer el tren es ‘vomitar’ esos flujos turísticos a diferentes lugares”.

González López y Jouault explican que lo que desean es que el trabajo de sus estudiantes haga reflexionar a otros jóvenes sobre su patrimonio y despierte conciencia. Cuentan una terrible historia que sufrió la alumna que hizo trabajo en Tulúm, la estudiante entró a una cantina y no la atendieron, por su imagen de origen maya. “Era un lugar manejado por foráneos, tal vez pensaron que no tenía dinero, y no la atendieron”, cuentan. “Fue muy fuerte para ella, una muchacha joven, mexicana, discriminada en su propio país, en su territorio, por otros connacionales”, agregan.


González puntualiza que los alumnos comenzaron a darse cuenta como yucatecos de cómo fueron perdiendo espacios, que el turismo acapara estos espacios públicos y a los que ganan en pesos mexicanos les resulta prohibitivo ir a Tulúm o a Holbox en temporada alta, ya que son espacios dolarizados.

“Lo que denunciamos aquí es un desarrollo exógeno, un desarrollo que está pensado fuera de la comunidad, por gente que quiere enriquecerse rápidamente y mucho”, manifiesta el antropólogo.

Sostiene que esta noción utilitarista de los recursos, el recurso natural, el patrimonio biocultural como algo que puede ser explotado, que puede ser consumido y vendido, así como la importancia del agua cuando se convierte en un bien comercializable para fines turísticos y “tenemos el ejemplo de Xcaret que abrirá en 2020 el parque temático de Xibalbá, en Valladolid”, un parque acuático con cenotes y restaurantes con el concepto del inframundo maya.

Consideran que hay nichos de mercado, trabajando desde las comunidades se puede también proponer un turismo más inclusivo, que revalore lo maya. Desarrollar un turismo de bajo impacto, donde lleven gente a la milpa, a la parcela, al traspatio, a la panadería.

Este proyecto fue financiado por la Alianza Francesa y el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos y el aporte de la sociedad de alumnos de la facultad de Antropología, quienes brindaron presupuesto para las salidas de campo.

“Esto se va a publicar en un comic de papel, queremos traducirlo al francés y al maya y repartirlo en comunidades, como un programa para sensibilizar y demostrar que no se necesita migrar a la Riviera Maya, a veces manejando el recurso de manera adecuada se puede hacer algo, pero primero hay que proteger”, concluyen.


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