Descendientes de indígenas no quieren aprender lenguas madres por pena

Pareja llegó a México hace 40 años, huyendo de la guerra entre el poder militar de Guatemala
Foto: Jairo Magaña

Tras 40 años de llegar a Campeche y un calvario al huir de la guerra entre el Poder Militar de Guatemala y guerrilleros contra el gobierno chapín, don Diego López Vázquez asegura que su descendencia y los demás jóvenes del pueblo Mayatecun II no quieren aprender las lenguas madre, en su caso sus hijos desecharon la oportunidad de hablar mam, pero lo entienden.

"No lo hablan porque se chivean, pero no entienden que eso es parte de nosotros y de lo que somos", destacó.

Además que el uso de la televisión, la radio, la tecnología en el teléfono celular, no sólo alejan a los jóvenes indígenas de sus raíces o de su cultura, sino que además hace que aquella costumbre que los hijos de campesinos que antes ayudaban a los mayores con las labores del campo, hoy sea también pena a la hora de divertirse con sus amigos o círculo social.

“A mí me tocó trabajar con mi papá, vivíamos en Guatemala, en un lugar donde de por sí el acceso era difícil, con lodo hasta la rodilla para llegar, y cuando ya estábamos en los cultivos, a atender al campo y las cosechas, no fue fácil, a mis hijos les digo que están en el cielo, porque estar ahí en Guatemala y ser indígena, es el infierno”, señaló.

Relató que a sus hijos les habla en su dialecto madre, el mam, y que como él, otros mayores del pueblo lo hacen, pero son las nuevas generaciones las que no quieren aprender a hablarlo, incluso cuenta que de forma graciosa les pregunta si prefieren que uno los insulte en otra lengua y no la entiendan.

Junto a don Diego y doña Juana, llegaron más de mil familias a México, de distintas etnias como el mam, kanjobal, kekchí, awakatekos, entre otros, y que aunque vivían en zonas cercanas, cada lengua tiene sus características fonéticas que las hacen diferentes y específicas, es decir, él no entendería lo que dice un kanjobal y viceversa, sin embargo, dadas las condiciones de vida y lo que les ha tocado ver, aprendieron a subsistir con esas etnias ya en Campeche. 

“Llegué aquí cuando tenía 22 años, ya tenía mujer y venimos con tres chamacos, dos mujeres y un varón, aquí tuvimos nueve hijos más, le doy gracias a Dios porque los más grandes no recuerdan mucho de la guerra y cómo tuvimos que huir de Guatemala, pero nosotros vimos sangre correr, violaciones a nuestras mujeres y luego a todos por igual los mataban”, contó. 

“Si un soldado te veía con un guerrillero, mataban a tu familia y luego a ti, si un guerrillero te veía con un soldado, pasaba lo mismo, para ambos bandos eras un sapo que les pasaba información, aunque no fuera cierto”, agregó. 

Destacó que caminaron tres días desde donde estaban y lograron tomar “La Bestia” para llegar a Chiapas, durante un año completo indígenas de las etnias mencionadas iban llegando a Chiapas producto de esa guerra, luego fue que los mandaron a Campeche, primero vivieron en el poblado de Chiná cuando aún era ejido, pero no eran dueños de sus tierras. 

Incluso hizo paréntesis y recordó a una familia que los atendió a su llegada a Chiapas y les prestó unas tierras para que cultivaran maíz, frijol y chigua. Ya en Campeche, les dijeron que los iban a trasladar a una zona que no tenía posesiones de tierra y que con el paso de los años, esas tierras estarían a sus nombres y así fue. 

Ahí el motivo por el cual existen los pobladores de Mayatecun I, Mayatecun II y Santo Domingo Kesté en el municipio de Champotón. 

Don Diego aún se pregunta cómo con esta historia sus hijos podrían avergonzarse de hablar su dialecto, cómo los jóvenes prefieren hablar español antes que su lengua madre, pues si bien México les ha visto crecer, a Guatemala siempre lo llevarán en su sangre. 

Edición: Elsa Torres


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