Texto y foto: Afp
La Jornada Maya

Berlín, Alemania
Domingo 17 de diciembre, 2017

En Berlín, la noche está de capa caída. Amenazados por la presión inmobiliaria y las quejas de los vecinos, los míticos clubes berlineses van a beneficiarse por primera vez de una ayuda financiera de la ciudad.

"La cultura tecno ha hecho tanto por Berlín que utilizar el dinero del contribuyente para ayudarla es lo mínimo que se puede hacer", argumenta el principal impulsor del proyecto, el diputado Georg Kössler.

El parlamento de Berlín aprobó el desbloqueo de una primera partida de un millón de euros para ayudar a los clubes a insonorizar los locales y contratar más personal, esfuerzo importante para esta administración ya muy endeudada.

El propósito es frenar la salva de cierres que está acechando a la capital alemana desde hace varios años: 170 desde 2011, de las más de 500 discotecas que están abiertas actualmente en Berlín.

"Antes los políticos hablaban de los clubes berlineses como cosa simpática, marginal", explica este diputado de 32 años, él mismo, cliente de estos locales.

“Pero, de forma sorprendente, incluso nuestros adversario de la CDU (conservadores) se interesaron de repente por este tema que ellos llaman “‘la economía de la noche’”, agrega.

[b]Aburguesamiento[/b]

En Berlín, la escena tecno, que nació durante la reunificación, ya ha tenido tiempo de organizarse como grupo de presión.

En el centro del dispositivo se encuentra la poderosa Comisión de Clubes, sindicato que representa los intereses de la flor y nata de la cultura nocturna berlinesa, integrada por unos 220 locales.

Cuando se creó, en 2001, la organización trataba casi siempre con la policía tras las redadas antidroga. Hoy, prueba del cambio de la situación, está representada en la Cámara de Comercio de Berlín.

“Somos conscientes de nuestro poder, así que insistimos en los beneficios que obtiene la ciudad gracias a nosotros, desde el turismo hasta la inmobiliaria, pasando por las [i]start-ups[/i]”, resume su representante, Lutz Leichsenring.

Aunque aún hay un rica oferta y demanda nocturna en Berlín, "la muerte de los clubes" es debida al aburguesamiento galopante de una ciudad cuyos alquileres fueron ínfimos durante mucho tiempo, explica.

Las naves industriales, donde los clubes se instalaron en los años 90, están hoy día rodeados por barrios ricos. Desde sus nuevas residencias con terraza, las familias ven los hangares donde los altavoces emiten muchos decibeles de música.

[b]El elitismo o la muerte[/b]

Con la multiplicación de las quejas y el aumento de los alquileres, la Comisión de Clubes teme que Berlín pierda su imagen [i]underground[/i], a causa del turismo masivo.

“La idea es mantenerse en la cima de la cultura musical contemporánea. Si proponen fiestas ‘gratis para las chicas’ o ‘1a cerveza comprada igual a otra cerveza gratis’, no los defenderemos”, advierte el representante del sindicato.

Este enfoque elitista también tiene un trasfondo económico, ya que los clubes luchan para hacer reconocer sus derechos y beneficiarse de un IVA de "artistas", es decir de 7 por ciento en lugar de 19 por ciento impuesto a bares y restaurantes.

En 2016, el Berghain, templo mundial del tecno, tras conseguir probar a los inspectores fiscales que sus clientes venían sobre todo por su programación y las actuaciones de los DJ, consiguió ganar su primera batalla ante un tribunal.

[b]En Düsseldorf[/b]

Pero en Düsseldorf, el panorama es distinto. La justicia alemana inició recientemente un juicio contra 10 personas sospechosas de negligencia durante un festival de música electrónica en el que 21 jóvenes murieron aplastados por la muchedumbre hace siete años.

La fiscalía acusa de homicidio y heridas involuntarias a cuatro organizadores del Love Parade y seis empleados de la ciudad de Duisburgo, en el oeste de Alemania, responsables según ella de faltas graves en la organización del famoso festival de música electrónica.

Los acusados, defendidos por una treintena de abogados, se enfrentan a condenas de hasta cinco años de cárcel.

Frente a ellos, la parte civil reúne a unas 65 personas representadas por cerca de 40 letrados.

El juicio, que se celebra en la sala de congresos de Düsseldorf por falta de espacio, será largo: unas 111 audiencias están previstas de aquí a finales de 2018.

Lo que está claro es que habrá un veredicto antes de mediados de 2020, ya que los delitos prescribirán después de esa fecha.

El 24 de julio de 2010, 21 personas, de entre 17 y 38 años, murieron asfixiadas cerca de un túnel, el único acceso a la antigua estación de trenes que donde se celebraba la Love Parade. La catástrofe, que dejó 650 heridos, conmocionó a Alemania.

El juicio estuvo a punto de anularse, ya que en 2016 el tribunal de Duisburgo se negó a celebrarlo al considerar que los cargos presentados contra los acusados eran insuficientes.

La corte de apelación de Düsseldorf invalidó esta decisión en abril de este año.


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