Uganda: el nuevo objetivo del califato yihadista en el oriente de África

Una serie de ataques reclamados por el EI han encedido las alarmas de la región
Foto: Xinhua

El grupo yihadista Estado Islámico en África Central (ISCA) ha reclamado durante las últimas semanas la autoría de una serie de atentados en Uganda, los primeros que perpetra en el país africano. Los incidentes han hecho saltar las alarmas regionales por el riesgo de una expansión de la amenaza extremista desde la vecina República Democrática del Congo (RDC).

El primer ataque de ISCA, que opera también en el norte de Mozambique, fue perpetrado a principios de octubre contra una comisaría de la capital, Kampala, suceso al que siguieron otro contra un bar de esta ciudad y un atentado suicida contra un autobús en el distrito de Mpigi.

Las operaciones de ISCA en Uganda están vinculadas al grupo islamista local Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), que en 2019 sufrió una escisión tras la detención de su líder, Jamil Mukulu. Musa Baluku, quien lo sustituyó al frente de la agrupación, anunció ese año que juraba lealtad al Estado Islámico, tras varios meses de información sobre contactos entre ambos grupos.

 

Historia de insurgencia

Las ADF fueron creadas en 1995 por Jamil Mukulu -un católico nacido como David Steven-, quien sufrió un proceso de radicalización tras su conversión al islam y quien llegó a estar en contacto con el fundador de la organización terrorista Al Qaeda, Usama bin Laden, cuando  residió en Sudán a principios de los años noventa.

Mukulu participó en 1991 en ataques contra la Mezquita Antigua de Kampala -ahora la Mezquita Nacional de Uganda- que se saldaron con cuatro muertos, si bien fue liberado dos años después tras ser absuelto de asesinato.

Poco después de su fundación, las ADF se unieron con el Ejército de Liberación Nacional de Uganda (NALU), encabezado por Amon Bazira -quien fue viceministro de Inteligencia durante el régimen de Milton Obote (1980-1985)-, con el objetivo declarado de derrocar al entonces presidente ugandés, Yoweri Museveni, quien había accedido al cargo en 1986.

En 1996, las ADF-NALU se alzaron en armas para denunciar la persecución a la comunidad musulmana local, desencadenando unos combates que se saldaron con la victoria del Ejército ugandés en 2003, tras la cual el grupo optó por ubicar sus bases en el este de RDC y comenzar un proceso de reorganización.

Posterior a su derrota, las ADF mantuvieron acciones militares de baja escala, especialmente en la provincia congoleña de Ituri, cerca de la frontera con Uganda, hasta el 2014, cuando lanzaron una serie de ataques que marcaron su regreso a la primera línea de la insurgencia.

El grupo sufrió un importante revés político en 2015 con el arresto en Tanzania de Mukulu, quien un año antes había sido sentenciado a muerte por un tribunal congoleño y quien fue entregado al Tribunal Penal Internacional (TPI) para ser juzgado por supuestos crímenes de guerra y contra la humanidad.

Sin embargo, la detención de Mukulu supuso el ascenso del actual líder Musa Baluku -sancionado por Naciones Unidas y Estados Unidos-, bajo cuyo mando el grupo recrudeció sus ataques y eligió, en 2019, jurar lealtad al Estado Islámico y empezar a actuar bajo la bandera de ISCA.

 

Lazos con el Estado Islámico

El fallecido líder del EI, Abú Bakr al Baghdadi, confirmó la existencia de una Provincia de la agrupación en África Central durante el 2018, año en el que además se registró el mayor número de víctimas mortales en ataques achacados a las ADF en la región. Dicha cifra fue superada en 2019, cuando Muluku juró lealtad al grupo, según recoge el Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington.

Ante esta situación, el presidente de RDC, Félix Tshisekedi, ordenó a finales de octubre de 2019 una ofensiva a gran escala contra el grupo para “exterminarlo definitivamente”, lo que derivó en un repunte de los ataques de las ADF contra la población civil para vengar sus pérdidas.

Las operaciones militares de RDC no han logrado eliminar las actividades de las ADF y, a pesar de que el Estado Islámico nunca ha mencionado directamente al grupo en sus comunicados de propaganda, el propio Baluku dijo en 2020 que las ADF “ya no existen”.

“Las ADF dejaron de existir hace mucho. En estos momentos somos una provincia, ISCA, que es una de las numerosas que componen al Estado Islámico, bajo mando del califa y líder de todos los musulmanes Abú Ibrahim al Hashimi al Quraishi -quien sucedió a Al Baghdadi en octubre de 2019-”, dijo Baluku en un comunicado emitido en septiembre del 2020.

Así, el Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington subraya que “hay un número creciente de pruebas que sugieren que las ADF han establecido lazos de comunicación con el Estado Islámico”, así como un nexo financiero para gestionar sus actividades, lo que ha permitido al grupo una expansión de las mismas.

Este aumento de sus capacidades se vio reflejado en el ataque ejecutado en octubre de 2020 contra la prisión central de la ciudad de Beni -capital de Kivu Norte-, que se saldó con la fuga de más de mil 300 personas, muchas de los cuales fueron capturados por sus lazos con las ADF.

Sin embargo, el grupo de expertos de la Organización de las Naciones Unidas sobre RDC afirmó en diciembre de 2020 que, “pese a que el Estado Islámico ha reclamado la autoría de muchos ataques en Beni, no ha sido posible establecer ningún vínculo directo entre los grupos”, situación que el Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington atribuye a “la naturaleza extremadamente aislada de las ADF”.

 

El “regreso” a Uganda

En este contexto, los recientes ataques de ISCA apuntan a un intento por parte de las ADF de volver a centrar sus operaciones en Uganda, su lugar de origen. 

El actual presidente del país, Yoweri Museveni, prometió en días recientes actuar para erradicar nuevamente la amenaza que la agrupación supone para la zona.

Tras el atentado del mes pasado contra un bar en Kampala en el que según el Estado Islámico había “agentes y espías del Ejército cruzado ugandés”, y que la policía Nacional calificó de “terrorismo interno”, Museveni señaló que el mismo se debió a “cerdos parásitos” y aseguró que los responsables serán capturados.

El mandatario también reveló que el responsable del atentado perpetrado contra un autobús en Mpigi “era parte” de un grupo enviado por las ADF para llevar a cabo ataques durante el funeral del general Paul Lokech, un subinspector de la policía muerto en agosto pasado.

Recientemente, Museveni ha hecho hincapié en que en Uganda ya “arrancó irreversiblemente la rendición de cuentas total de los criminales de las ADF” y que “su impunidad en terrorismo urbano terminó”; también ha abogado por trabajar con los demás países africanos para hacer frente al grupo.

El propio presidente reconoció el jueves que “pese a algunos éxitos en la lucha contra el terrorismo, hay huecos en las capacidades policiales en el país” y denunció una “infiltración” en los cuerpos de seguridad por parte de “elementos criminales”, según recogió el Daily Monitor. “Ni la insurgencia con base rural ni el terrorismo urbano supondrán un desafío para nosotros”, destacó.

Tras los ataques del mes pasado, el ministro de Seguridad, Jim Muwhezi, subrayó que “no puede decirse que haya lapsos en la seguridad”, pero reconoció la existencia de cierta “laxitud” antes del primer ataque, e hizo hincapié en que las fuerzas de seguridad “han logrado mantener este país seguro durante muchos años”, según el diario Nile Post.

Sin embargo, estos sucesos -que han derivado en varias detenciones- han aumentado la preocupación regional y, por ejemplo, el gobierno de España desaconsejó los viajes al país, a menos que sean esenciales, dado que “el nivel de alerta terrorista es elevado”, según el Ministerio de Asuntos Exteriores, UE y Cooperación.

Por su parte, el portavoz de la Policía de Kenia, Bruno Shioso, afirmó que Nairobi está “alerta” ante la situación en Uganda y agregó que “se han adoptado medidas” para reforzar la seguridad en el país.

 

Edición: Laura Espejo


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