Afganos atraviesan la nieve alpina en su largo viaje a Europa

En la búsqueda de una nueva vida, recorren miles de kilómetros, algunos tramos a pie
Foto: Ap

Cuando atacantes suicidas y hombres armados masacraron a la gente que abarrotaba el aeropuerto de Kabul, también cortaron una vía de escape que esperaba tomar Ali Rezaie para buscar una nueva vida en el extranjero, lejos del Talibán y sus suspicacias hacia las personas de clase media y con formación que trabajaron con extranjeros en Afganistán.

En medio del caos, Rezaie no podía llegar al aeropuerto mientras un vuelo tras otro salía sin él. El hombre de 27 años se vio sin más opciones que buscar su futuro por sus propios medios. Como muchos afganos, optó por otra forma de salir y se embarcó en un duro viaje de miles de kilómetros hacia Europa, que incluyó largos tramos a pie.

Más de tres meses después, la odisea de Rezaie a través de cinco países le ha llevado a lo alto de los Alpes entre Francia e Italia, donde se abre paso con la nieve hasta la rodilla para evitar a los guardias de fronteras, con un periodista de Ap detrás.

El éxodo afgano que algunos temían pudiera inundar Europa de migrantes después de que el Talibán tomara el poder no se ha materializado. Y entre los escarpados riscos alpinos con brillantes témpanos, pronto queda claro por qué: Sólo los exiliados más duros, más motivados y con más recursos llegan tan lejos.

 

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Por delante de Rezaie, en el paisaje nevado, está la frontera francesa. No está marcada, pero sí vigilada a todas horas por policías con binoculares térmicos. El compañero de Rezaie, otro afgano que lleva las cicatrices de un ataque suicida que le convenció para marcharse, ya intentó sin éxito llegar a Francia por esta ruta invernal.

De modo que los hombres caminan con cuidado. Se detienen a escuchar en medio del gélido silencio, para consultar un mapa en el celular de Rezaie antes de que el frío lo deje sin batería y para comer unos croissants relleno de mermelada que compraron en el poblado fronterizo de Claviere, en Italia. Si se ven descubiertos por los guardias franceses que patrullan la frontera a pie, con motos de nieve o con camionetas, se verán obligados a regresar a Italia.

La toma de poder de los talibanes y el rápido colapso de la economía afgana ha hecho que la gente cruce de forma ilegal a la vecina Irán, que a menudo es el primer paso en la ruta de los afganos que, como Rezaie, quieren llegar a la Unión Europea.

Los afganos van camino de superar a los sirios como el grupo más numeroso de solicitantes de asilo en Europa en 2021. Los reportes internos de la UE sobre tendencias migratorias indican que más de 80 mil afganos pidieron asilo hasta noviembre. Es un aumento de 96 por ciento respecto al año anterior, impulsado en parte por las evacuaciones desde el aeropuerto de Kabul.

Rezaie es de Herat, en el oeste de Afganistán. Dice que viajó a Kabul para tratar de tomar un vuelo, pero cambió de opinión tras el ataque registrado en los últimos días de la evacuación aérea. Cree que si se hubiera quedado en Afganistán, podrían haberle matado porque trabajó con grupos humanitarios extranjeros.

 

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De modo que liquidó sus ahorros, pidió dinero prestado y dejó atrás su imprenta, sus amigos y su vida cómoda.

Primero viajó a Irán y Turquía, tomó un barco y caminó durante 25 días hasta Grecia. Luego llegaron Italia y la frontera de Francia.

Rezaie supone que en comparación con todo lo que ha pasado, cruzar la linde será sencillo. Pero es aún más fácil para los turistas europeos a los que se encuentra de pronto en una excursión de esquí que se cruza con su ruta de montaña. Pasan deprisa, sin prestarle atención ni preocuparse por las patrullas policiales.

Rezaie se siente expuesto en la cuidada pista de esquí, y le impacta el contraste entre la alegría despreocupada de los esquiadores con su urgencia por volver al camuflaje que ofrecen los árboles.

“Unos bajan felices”, dice, y respira el aire de montaña. “Otros suben tristes”.

Al encontrar la senda al corazón de Europa, Rezaie y otros migrantes ofrecen esperanza a los que sin duda vendrán después. Su conocimiento sobre los obstáculos, sus contactos y sus consejos de viaje se transmitirán de vuelta a Afganistán. Los migrantes que intentan el cruce comparten mapas de celulares con indicaciones GPS que marcan el camino.

 

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Rezaie intenta llegar a la población fortificada francesa de Briançon. Sayed y Mortaza, primos y ambos de 16 años, pasaron por Briançon unas horas antes. Ellos también huyeron en los días después de que cayera Kabul y atravesaron Irán para llegar a Turquía. Desde allí, unos contrabandistas los llevaron en un barco abarrotado hasta Italia, un brutal viaje de seis días que los dejó tan débiles que no podían tenerse en pie.

Los descubrieron en la frontera francesa, pero les permitieron seguir adelante por ser menores. Siete afganos adultos con los que cruzaron fueron enviados de regreso.

La toma del Talibán dispersó a la familia de Sayed. Su padre y su hermano mayor trabajaban como policías. Han huido, y Sayed cree que se ocultan en Pakistán. Sin sus salarios, Sayed y su madre se quedaron sin ingresos, de modo que también se marcharon. Ella se quedó con una hermana en Irán. Él intenta llegar a Alemania.

“Quizá Dortmund, porque me gusta el club de fútbol de Dortmund”, dijo. “Sólo queremos escapar”.

Otros que se marcharon mucho antes de que el Talibán tomara el país dicen que ya no tienen esperanzas de regresar.

“Se ha acabado para nosotros, para cualquiera que esté en Europa”, dijo Abdul Almazai, de 26 años y que se fue de Afganistán cuando era adolescente. A él y otros ocho afganos los habían enviado de vuelta en la frontera francesa, y planeaba intentarlo de nuevo.

 

 

“Hemos cruzado muchísimos países”, dijo. “Tengo que labrarme mi futuro”.

Los trabajadores humanitarios temen que los afganos más acostumbrados a las montañas y los peligros del invierno estén tomando rutas más peligrosas por la nieve que los migrantes de climas más cálidos.

“Tienen confianza, y en ocasiones tener confianza no ayuda”, dijo Luca Guglielmetto, voluntario en un refugio en el lado italiano que equipa a los migrantes con ropa cálida y botas para el cruce.

Cuando cae la noche, la batería del celular de Rezaie se agota. Su compañero y él siguen adelante a través de la nieve.

Son pocos los que lo consiguen en el primer intento. Rezaie consiguió esa hazaña, y al día siguiente brillaba de orgullo mientras desayunaba en un refugio para migrantes en Briançon.

Envió un video de sí mismo caminando por la nieve a su madre y su hermano en Irán.

Su objetivo ahora es Alemania. Pero confía en volver a casa algún día.

“Yo tenía un auto. Tenía un empleo, trabajo”, dijo. “Tenía una buena vida”.

Edición: Emilio Gómez


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