Una organización no gubernamental danesa recoge en toda Europa bicicletas usadas para enviarlas a los territorios liberados o más castigados por los bombardeos rusos en Ucrania, donde trabajadores sociales y activistas de la sociedad civil las utilizan para llegar a quienes viven en los lugares más remotos y necesitan ayuda.
“Necesitamos sobre todo bicicletas de mujer, con el cuadro bajo, porque muchos trabajadores sociales son mujeres”, dice a Efe uno de los fundadores de Bikes4Ukraine, Mikael Colville-Andersen, que en su página web anima a todos los europeos que quieran donar sus bicicletas a ponerse en contacto con ellos.
Otra de las características que hacen especialmente útiles a estas bicicletas es que tengan cestos en los que poder cargar los productos que necesitan las personas más afectadas por la guerra.
“Una humilde bicicleta es una herramienta vital en las zonas rurales y urbanas bombardeadas para que la gente reciba comida, medicinas y otros bienes básicos, pero también para que pueda ir al médico o a la escuela”, dice este especialista en movilidad y planificación urbana danés.
Debido a la destrucción de las calzadas y del transporte público, y a la escasez y el alto precio del combustible, millones de ucranianos tienen grandes dificultades para desplazarse, lo que hace de la bicicleta un medio de transporte extremadamente útil.
Una petición de Ucrania
Bikes4Ukraine empezó a concebirse cuando Colville-Andersen recibió una petición de ayuda de urbanistas de la ciudad ucraniana de Leópolis que habían leído sus libros sobre cómo propiciar el uso de la bici en entornos urbanos.
La población de esta ciudad del oeste de Ucrania se ha incrementado en cerca de un 30 por ciento desde el comienzo de la guerra, como consecuencia de la llegada de unos 200 mil desplazados internos procedentes del este y el sur del país, las zonas que más han sufrido las consecuencias de la agresión rusa.
Como respuesta a esta presión demográfica que desbordó el transporte público municipal, el activista danés movilizó a sus contactos en Copenhague y, junto a sus nuevos socios en Ucrania, organizó la colecta y el envío a ese país de centenares de bicicletas que hoy facilitan la movilidad de los desplazados asentados en Leópolis.
Gracias a las donaciones de bicis y de dinero para recogerlas desde todos los puntos de Europa y transportarlas a su destino final, el proyecto se ha extendido a localidades que fueron liberadas por el ejército ucraniano tras ser ocupadas por Rusia, como Bucha e Irpin, al lado de Kiev, o Jersón, en el sur del país.
Con el patrocinio de la empresa de cerveza danesa Carlsberg, que ha pagado el flete de los camiones a los puntos de recogida en Ucrania, la iniciativa ha enviado ya cientos de bicis que se utilizan a diario en ciudades muy golpeadas por los ataques rusos como Chernigiv, Dnipró, Kriviy Rih, Zaporiyia o Mykoláiv.
La “parte poética” del proyecto
En medio del intenso trabajo que supone cargar y descargar a pulso junto a otros voluntarios centenares de bicicletas que acaban de llegar a Kiev procedentes de Hungría, Colville-Andersen destaca la “parte poética” de un proyecto que conecta directamente a los dueños de las bicicletas donadas con sus beneficiarios.
En algunas de las bicis, sus antiguos propietarios cuelgan mensajes plastificados traducidos al ucraniano en los que cuentan cuándo compraron la bicicleta, explican el valor sentimental que tiene para ellos y transmiten su simpatía por Ucrania, al tiempo que dejan sus datos de contacto para empezar a comunicarse con el receptor.
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