Júbilo en Siria tras caída del gobierno de Bashar al-Ássad

El ex mandatario se encuentra ahora en Rusia en calidad de exiliado
Foto: Afp

Con información de Juan Pablo Duch

Multitudes de sirios celebraron el domingo la caída del gobierno de Bashar al Assad, derrocado por una fulgurante ofensiva de grupos rebeldes liderados por islamistas que llegaron a Damasco, sumiendo al país en la incertidumbre.

Al Asad, quien dirigió Siria con puño de hierro desde su llegada al poder hace 24 años, dimitió y dejó el país, afirmó Rusia, su principal aliado. Agencias de noticias rusas dijeron que había viajado a Moscú junto con su familia.

Decenas de personas irrumpieron en su lujosa residencia en Damasco, la capital. La casa del mandatario alauita, quien sucedió a su padre Hafez al Asad que gobernó el país de 1971 a 2000, fue también saqueada.

"Hoy ya no tengo miedo (...) Mi única preocupación es que estemos unidos y que construyamos ese país con todas nuestras fuerzas", dijo Abu Omar.


Una sala de recepción del palacio presidencial, situado en otro barrio, fue incendiada, al igual que edificios de entes de seguridad, según periodistas de AFP y una oenegé con sede en Reino Unido que monitorea el conflicto.

La alianza rebelde liderada por los islamistas de Hayat Tahrir al Sham (HTS) implementó un "toque de queda en Damasco desde las 16 horas hasta las 5 horas del lunes".

El anuncio se produjo horas después de su entrada en la capital siria, tras una fulgurante ofensiva lanzada desde la provincia de Idlib, en el noroeste del país, el 27 de noviembre.

La violencia también desplazó a 370 mil personas, según la ONU, en un país que sufrió una sangrienta guerra civil provocada por la represión de masivas manifestaciones prodemocracia en 2011.

"¡Siria es nuestra!"

El líder islamista de la coalición rebelde, Abu Mohamed al Jolani de su nombre de guerra, llegó el domingo a Damasco y se dirigió a la célebre mezquita de los Omeyas donde pronunció un discurso.

Videos que circulan en los medios muestran que fue recibido por una multitud entre gritos de "Allah Akbar" (Dios es grande).

Decenas de personas salieron a las calles, según imágenes de AFPTV, para celebrar la caída del gobierno. Imágenes mostraron personas pisoteando estatuas de Hafez al Asad, el padre de Bashar.

"¡Siria es nuestra, no es de la familia Assad!", gritaron combatientes en las calles de Damasco. En la plaza de los Omeyas, se podía escuchar disparos como señal de alegría.

Habitantes relataron cómo algunos soldados del ejército sirio se deshicieron de sus uniformes al abandonar el cuartel general situado en la plaza.

"Después de 50 años de opresión bajo el gobernante partido Baaz, y 13 años de crímenes, tiranía y desplazamiento [desde el comienzo del levantamiento en 2011] anunciamos hoy el fin de esta era oscura y el comienzo de una nueva era para Siria", afirmaron los rebeldes.

En la televisión pública, la coalición, que tachó a Al Assad de "tirano", dijo haber liberado a todos los prisioneros "detenidos injustamente".

La caída del gobierno abre un periodo de incertidumbre en Siria, fragmentada por una guerra civil que mató a casi medio millón de personas desde 2011. El conflicto dividió al país en zonas de influencia, con fuerzas beligerantes apoyadas por potencias extranjeras.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, celebró el fin del "régimen dictatorial" de Siria.

Francia y Alemania celebraron la caída de Bashar al Assad, pero instaron también a rechazar "toda forma de extremismo".

Hay que evitar que Siria "caiga en el caos", advirtió Qatar. Arabia Saudita, a su vez, pidió proteger al país del "caos y la división".

Turquía, muy influyente en Siria donde respalda algunos grupos rebeldes, pidió una "transición" pacífica en el país y afirmó estar en contacto con los rebeldes para garantizar la seguridad.

Una salida "negociada"

Washington tiene alrededor de 900 soldados en el país como parte de la coalición internacional que se creó en 2014 para ayudar a combatir al grupo yihadista Estado Islámico.

La jefa de la diplomacia de la Unión Europea, Kaja Kallas, afirmó que la caída del gobierno es "positiva" y muestra "la debilidad" de algunos de sus apoyos, Rusia e Irán.

Teherán, que vio su embajada en Damasco saqueada, avisó que su política era susceptible de cambiar en función "de la evolución" de la situación "en Siria y en la región".

Caída de Assad en Siria, más que un duro golpe para Putin

El repentino cambio de gobierno en Siria, en este momento en manos de grupos insurgentes, y la caída de Bashar al Assad que se mantenía en el poder en parte no menor por la ayuda militar de Rusia, tomó por sorpresa al Kremlin que este domingo, a través de su cancillería, informó que el derrocado gobernante decidió ceder el poder y abandonar el país.

Horas después, la agencia oficial de noticias TASS, dio a conocer que el defenestrado Al Assad y su familia se encuentran en Moscú en calidad de “exiliados políticos por motivos humanitarios”, con lo cual se puso fin a los rumores, difundidos por la agencia británica Reuters, de que habría muerto a consecuencia de un accidente aéreo o del derribo de su avión.


“Con profunda preocupación estamos siguiendo los dramáticos sucesos en Siria. Como resultado de las negociaciones de Bashar al Assad y una serie de participantes en el conflicto armado de Siria, éste tomó la decisión de renunciar al cargo de presidente y de salir del país, dando instrucciones de llevar a cabo una transición pacífica del poder”, indica en su parte medular el comunicado del ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia.

Aunque “Rusia no participó en esas negociaciones”, reconoce el texto, “está en contacto con todos los grupos de la oposición siria” y los insta a “evitar el uso de la violencia a la hora de solucionar los problemas del control de país por vías políticas”.

Moscú ofreció su respaldo al “diálogo político inclusivo, que se basa en la resolución 2254 del Consejo de seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, aprobada por unanimidad” (en 2015 y que sienta las bases para un alto el fuego y una solución política en Siria) y, en este sentido, pidió respetar “la opinión de todas los grupos étnicos y confesionales de la sociedad siria”.

La cancillería concluye afirmando que “se toman medidas para auxiliar a los ciudadanos rusos en Siria”, a la vez que las bases militares rusas ahí se “encuentran en estado de alta preparación de combate” y, por tanto, “en estos momentos no existe una grave amenaza a su seguridad”.

Para Rusia el fin de la dinastía de la familia Al Assad, con el padre Hafez y el hijo Bashar, que gobernó Siria el medio siglo reciente no sólo es un duro golpe para la imagen del presidente Vladimir Putin en el sentido de que ahora dejó caer a un aliado suyo, aunque le salvó la vida al darle asilo político, después de que en septiembre de 2015, en un contexto similar, evitó la debacle de su gobierno al intervenir militarmente en el conflicto interno de Siria.

También, y sobre todo, la caída de un régimen sirio afín a Moscú siembra serias dudas sobre el futuro de las instalaciones militares que Rusia mantiene en esa zona estratégica del Mediterráneo, el aeródromo de Hmeimin y la base naval de Tartus, sin hablar de los relativamente pequeños grupos de soldados que protegían yacimientos petroleros y otros bienes estratégicos del gobierno sirio en muchos sitios de su territorio.

La mayoría de los buques de guerra que había en Tartus abandonaron la base el pasado 3 de diciembre supuestamente para participar en unas maniobras en el Mediterráneo, según dijo hace poco el canciller Serguei Lavrov, y de acuerdo con imágenes de satélite de este domingo en el aeródromo de la región de Latakia todavía se podían ver aviones rusos.

En relación con el espinoso tema de las bases militares en Siria, el general (retirado) Andrei Kartapolov, diputado oficialista y presidente del Comité de Defensa de la Duma –el mismo que hace poco enmendó la plana a la viceministra de Defensa, Anna Tsiviliova, sobrina en segundo grado de Putin, al pedirle que “no vuelva a pronunciar esa cifra, que es secreto de Estado”: que hay al menos 48 mil solicitudes de familiares de “desaparecidos” en la guerra de Ucrania cuyos cuerpos no han sido identificados– admitió que “la situación en Siria es complicada, pero Rusia sabrá defender consecuentemente sus intereses y, en ese sentido, nada hay que temer respecto a nuestras bases militares”.

Recordando las condiciones humillantes del retiro de las tropas soviéticas de Alemania del Este y de otros países del llamado bloque socialista, Kartapolov exhortó a “no hacer ningún gesto de buena voluntad”.

Otro legislador ruso, esta vez de la Cámara Alta, Konstantin Kosachov, vicepresidente del Senado, escribió en Telegram que lo ocurrido en Siria “es un golpe muy duro para todos sin excepción”.

En que es un golpe muy duro coinciden quienes incluso no comparten la visión del mundo del Kremlin, como el politólogo Aleksandr Baunov, ahora en el exilio, pero desde otro ángulo: afirman que Putin “recibió su Afganistán”, recordando las burlas con que los voceros oficiales celebraron el bochornoso retiro de las tropas de Estados Unidos del país asiático.

Edición: Fernando Sierra


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