Reuters/EP
Los altos muros que rodean los barrios de la asediada comunidad hazara en la ciudad de Quetta, en el suroeste de Pakistán, están diseñados para protegerlos de los extremistas, pero también sirven como un recordatorio constante de la amenaza a la que llevan enfrentándose desde hace 15 años.
Soldados y puestos de control reciben a los visitantes en Hazara Town, uno de los dos grandes vecindarios vigilados de la capital de Baluchistán, una provincia donde los grupos religiosos y sectarios a menudo atacan a los hazara -en su mayoría chiíes- con bombas y disparos.
Pese a la mejora de la seguridad en los últimos años, en parte porque la mayoría de los hazara se ha trasladado a los enclaves custodiados, los extremistas suníes continúan con los ataques.
"Estamos viviendo asediados desde hace más de una década y media por los ataques sectarios", explicó el abogado hazara y activista por los derechos humanos, Sardar Sahil.
"Aunque todos estos puestos de control han aparecido para mejorar nuestra seguridad, también creemos que han acabado aislándonos de otras comunidades", lamentó el letrado, que siempre sale de su casa armado. "Beso la mano de mi madre y ella también me besa y me despide con sus oraciones y buenos deseos".
Los hazara, que se dice descienden de los mongoles, que gobernaron todo Asia Central durante siglos, son fácilmente identificables por sus rasgos faciales. Ello les ha hecho vulnerables a los ataques de grupos como Lashkar e Jhangvi (LeJ) o el Estado Islámico (EI) tanto en Pakistán como en el vecino Afganistán, hogar también de muchos integrantes de esta minoría.
Cierre, pero no candado
Ahora, muchos negocios comunitarios que florecieron en los bulliciosos mercados mayoristas de Quetta han cerrado y se han mudado a Hazara Town o a Mari Abad, otra barriada hazara.
Sin embargo, la comunidad se niega a extinguirse. Algunos todavía se aventuran a la capital baluch en busca de trabajo, mientras que otros mantienen sus empresas funcionando.
La comunidad se esfuerza por mantener sus protestas pacíficas pese a los intentos de los militantes de enfrentar a personas de diferentes sectas entre sí, asegura Abdul Khaliq Hazara, presidente del Partido Democrático Hazara (HDP, por sus siglas en inglés), que tiene dos representantes de la asamblea provincial.
Los medios locales suelen representar a los hazaras como objetivos de ataques sectarios o protagonizando sentadas para exigir más protección, pero la comunidad se está desarrollando y creciendo, añadió el especialista en artes marciales Nargis Hazara.
Cada uno de nosotros tiene un sueño, un objetivo y una meta en nuestro corazón, que es cambiar la imagen de los hazara en el mundo y, especialmente, en Pakistán", agregó el joven de 20 años, que se convirtió el año pasado en el primer ganador de una medalla en karate en los Juegos de Asia.
Edición: Laura Espejo
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