Gustavo Castillo
Foto Alfredo Domínguez
La Jornada Maya

1 de octubre, 2015

Aunque muchos hablan de la cocaína, muy pocos conocen sus componentes, impurezas, efectos y riesgos, sus secretos, pues. Para los consumidores lo importante es que el producto estimule, desinhiba, eleve, dé placer. Y para los traficantes, vender cada vez más sin importar que la droga haya sido alterada.

Aunque para los consumidores en cada viaje el placer sea más corto, porque nunca llega a ser como la primera vez, y el retorno a la realidad esté acompañado de ansiedad, miedo, depresio?n, cólera, paranoia, males renales, cardiacos y cerebrales, para los traficantes la ventaja es que la mayoría de los clientes no conocen la cocaína “pura”, porque nunca la han visto ni probado, a pesar de que es el segundo narcótico más consumido y adictivo del mundo.

La cocaína se ingiere de tres maneras: fumada, a partir de la pasta base también llamada sulfato, baserolo o basuko, y la pureza es de 90 por ciento; inhalada en polvo o inyectado, disuelto en agua, a partir del clorhidrato o nieve, en la que la pureza disminuye hasta 5 por ciento, y fumada en una pipa como crack o piedra, que se obtiene al combinarse con bicarbonato de sodio, el efecto es el más fuerte y dañino, porque tarda 10 segundos en impactar al cerebro.

[h2]Efectos[/h2]

Estudios de la Coordinación de Servicios Periciales de la Procuraduría General de la República (PGR) han detectado que hace 20 años la cocaína que se vendía en México y Estados Unidos tenía grados de pureza de 85 por ciento. Una sola dosis de nieve de 100 miligramos tenía efectos que duraban hasta ocho horas, y era consumida exclusivamente por personas de altos ingresos. Actualmente se venden grapas por 50 pesos y cada una pesa 100 miligramos, que contienen 5 o 10 por ciento del alcaloide y los efectos duran de 15 a 30 minutos, lo que propicia que se quiera consumir más seguido.

Las autoridades mexicanas han descubierto que 90 por ciento de las dosis que se decomisan contienen medicamentos, como benzocaína, novocaína (calmantes de dolor que bloquean los impulsos nerviosos al cerebro) o levamisol (producto de uso veterinario), con los cuales se simulan los efectos reales que produce el estupefaciente. Y para darle volumen, los traficantes utilizan azúcar glas, yeso, harina, aspirinas o talco, y para que excite: anfetaminas.

El comercio de cocaína se ha socializado porque se venden dosis a bajo precio. Pero ni los estadunidenses escapan a la distribución de alcaloide rebajado. En 2007 el producto que se vendía en las calles de Nueva York, Washington o Los Ángeles tenía 70 por ciento de pureza y un gramo costaba 97 dólares. Tres años después la calidad disminuyó a 47 por ciento y su precio promedio aumentó a 165 dólares.

En el mundo solamente tres naciones tienen las condiciones climatológicas para cultivos de hoja de coca: Perú, Colombia y Bolivia. En esos países es utilizada de manera tradicional como una planta medicinal y ritual, que también sirve para combatir el llamado mal de montaña y como energetizante. No se han documentado efectos nocivos por el consumo natural de la planta, porque “la hoja de coca no es cocaína”.

El alcaloide se produce mediante procesos químicos en los cuales, para obtener un kilo se requieren decenas de litros de queroseno o gasolina, permanganato de potasio (que sirve para tratar enfermedades de peces y de la piel humana, como hongos o dermatosis), acetona, éter, benzol o tolueno (disolvente para pinturas), ácido clorhídrico (disuelve el sarro de los inodoros) y 100 kilos de hoja de coca, por los cuales los narcotraficantes pagan 30 pesos por kilo en promedio.

Organismos internacionales calculan que en el mundo existen 14 millones de consumidores: 7 millones se encuentran en Estados Unidos, 2 millones en México y 4 millones en todo el continente europeo, de los que España tiene el mayor número de usuarios.

Desde 2004 la producción global anual de esta droga se estima en mil toneladas de cocaína base y aproximadamente cuatro de cada 10 son decomisadas. Aun así los grupos criminales obtienen ganancias que superan

Los 48 mil millones de dólares al año, según cálculos de la Organización de las Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y del Centro Nacional de Inteligencia contra las Drogas de Estados Unidos, entre otras instituciones.

La llamada “guerra contra las drogas”, auspiciada a escala mundial desde 1969 por Estados Unidos, provocó desde 2001 una disminución de la superficie de cultivo de hoja de coca, sin embargo, los narcotraficantes utilizan métodos de sembrado más eficientes y procesos de extracción de alcaloide y refinación de cocaína más potentes, lo que les ha permitido mantener su producción, indica un estudio de Daniel Brombacher y Günter Maihold, publicado por el Real Instituto Elcano, de España.

Las acciones gubernamentales propiciaron que el precio de la droga se incrementara más de 50 por ciento ante las dificultades para su traslado y distribución al menudeo. Para compensar, los cárteles mexicanos han solicitado a las organizaciones colombianas que les envíen la droga con al menos tres cortes, es decir, rebajada 30 por ciento, revelaron los químicos Sara Mónica Medina Alegría, titular de Servicios Periciales de la PGR, y el perito Eduardo Sánchez Ruiz.

Desde 2010 el gobierno de Estados Unidos descubrió que los productores colombianos están agregando levamisol para compensar la disminución de la producción y aumentar el volumen del alcaloide. Se trata de un agente farmacéutico que se utiliza normalmente para la desparasitación del ganado.

En los humanos el levamisol “produce granulocitosis, un padecimiento que destruye la médula ósea, lo que provoca que el cuerpo no pueda combatir eficazmente infecciones potencialmente mortales”, según investigaciones del Centro Nacional de Inteligencia contra las Drogas de Estados Unidos.

[h2]Entre más lejos y difícil, más cara[/h2]

En el comercio de cocaína, cada tramo que recorre un cargamento multiplica el precio. En 2008 en Colombia un kilo de pasta base vendido al mayoreo se cotizaba en mil dólares; el mismo kilo, pero ya en territorio mexicano, se cotizaba en 8 mil; en Estados Unidos, 44 mil 200, y en Europa, un kilo de cocaína de alta pureza vale alrededor de 80 mil euros, según el estudio publicado por el Instituto Elcano.

El gobierno de Estados Unidos estima que 50 por ciento de la cocaína es enviada de Colombia hacia América del Norte en lanchas rápidas, minisumergibles o embarcaciones, por aguas del océano Pacífico, y que el [i]cártel [/i]de Sinaloa controla la mayor parte de esa zona en el territorio mexicano.

Veinticuatro por ciento del tráfico se realiza por la zona del Caribe y el Golfo de México, y los [i]cárteles[/i] del Golfo y [i]Los Zetas[/i] se disputan el control de las rutas de tráfico y los puntos fronterizos. Otro corredor hacia Estados Unidos se localiza entre Centroamérica y México, ya que los cargamentos son enviados vía terrestre.

En México, el consumo ilegal de cocaína es abastecido por los [i]cárteles[/i] de Sinaloa, [i]Los Zetas[/i], [i]Golfo[/i], [i]La Familia Michoacana[/i], [i]Los Caballeros Templarios[/i] y otras 80 pequeñas organizaciones regionales, distribuidores al menudeo.

En los años 80 la mayor parte de la cocaína era enviada a Estados Unidos. En nuestro país la consumían sólo las personas con alta capacidad económica y los capos mexicanos obtenían dinero. En los 90 las organizaciones colombianas modificaron su forma de operar y en lugar de dólares pagaban con alcaloide los servicios de sus socios mexicanos. El consumo en el país se expandió debido a que [i]cárteles[/i] mexicanos no podían venderla en los mismos lugares que los sudamericanos.

Para ello, los traficantes han tenido como estrategia incitar a los jóvenes al consumo mediante dosis que inicialmente son regaladas, y una vez que se genera adicción, pagan su droga convirtiéndose en distribuidores, por lo que tienen ingresos que van de 200 a 400 pesos por cada 50 grapas vendidas, según información de la extinta Secretaría de Seguridad Pública federal.

Lo que más venden los dealers o narcomenudistas mexicanos es piedra o crack (cocaína a la que se le ha extraído el hidrocloruro y se vuelve más potente), cada una en 30 pesos. El consumidor tarda entre 10 y 15 segundos en sentir euforia, y ésta le dura 30 minutos en las primeras veces y 15 cuando se convierte en adicto. El corazón late más rápido, los vasos sanguíneos se contraen, las pupilas se dilatan, los labios y la boca se secan, además se suprimen el apetito y el sueño. En tres meses una persona puede perder hasta 30 por ciento del peso que tenía antes de la adicción, y cualquiera de sus consumos puede causarle ataques cardiacos, derrames cerebrales, comportamiento suicida o delirios.

El síndrome de abstinencia no es tan severo en los cocainómanos, lo más grave es la imperiosa necesidad de seguirla consumiendo. Pero casi nada de lo anterior es previsto, porque los secretos de la cocaína son poco conocidos.


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