Pablo Espinosa
Foto: Afp
La Jornada Maya

Estocolmo
Domingo 11 de diciembre, 2016

La Fundación Nobel transmitió en vivo la ceremonia de la entrega de los Premios Nobel 2016 desde la Konserthuset de Estocolmo. La presencia simbólica del principal laureado de la noche, Bob Dylan, la vivimos en la voz de quien eligió para representarlo y hacer sonar con ella su poesía: su hermana del alma Patti Smith, quien realizó una interpretación histórica de la obra que eligió Robert Zimmermann para recordarle al mundo cómo podemos estremecernos con la poesía: [i]A Hard Rain´s A-Gonna Fall[/i].

Representación histórica porque ni el propio autor, Dylan, podrá alguna vez conmocionar al auditorio como lo hizo Patti Smith, quien en el momento de entonar los versos más candentes de esa obra, sencillamente se rompió.

Ni el método Stanislawsky, ni el del Actor´s Studio, ni Grotowsky, ni Tadeusz Kantor, ni los más radicales procedimientos actorales pueden compararse con la interpretación artística hiperrealista que hizo Patti Smith. Una forma primitiva de decirlo: se rompió la madre en escena.

Los medios de comunicación y las redes sociales aprovecharon: se le olvidó la letra. ¿A la hermana de Dylan? ¿a su mejor intérprete?

Fue en este momento de la obra cuando se rompió, cuando entonó estos versos:

I saw ten thousand talkers whose tongues were all broken

I saw guns and sharp swords in the hands of young children

y no pudo seguir, sencillamente la voz no llegó a su garganta, se le quedaron atorados los siguientes versos (los del estribillo ¿a quién se le puede olvidar un estribillo?), miró al vacío, estupefacta, conmocionada, su rostro comenzó a configurar el inminente llanto. Pero decidió no llorar. Solamente atinó a decir: disculpen, pido perdón, estoy muy nerviosa. Respiró hondo y siguió, pero al llegar a los siguientes versos:

Heard the song of a poet who died in the gutter

Heard the sound of a clown who cries in the alley

volvió a romperse, pero en esta segunda ocasión retomó pronto el aplomo. Las cámaras tomaron [i]close ups[/i] que aumentaron el dramatismo del momento: una bellísima mujer de raza negra, vestida en rojo profundo, lloraba a mares; otra dama en las butacas también lloraba. Y Patti Smith entonces siguió:

I met one man who was wounded in love

I met another man who was wounded with hatred

Antes de ella, Horace Engdahl, miembro de la Academia Sueca, puso puntos sobre íes: “no debería nadie llamarse a sorpresa de que hayamos premiado a Bob Dylan, pues en el pasado distante la poesía se cantaba o recitaba con melodías y los poetas eran rápsodas, bardos, trovadores, líricos; y [i]lyrics[/i] (letra de canciones) viene de [i]lyre[/i] (lira, el instrumento musical)”.

Dylan, prosiguió su argumentación el académico sueco, muy pronto dejó de ser comparado con Woody Guthrie y Hank Williams para ser puesto al lado de Blake, Rimbaud, Whitman, Shakespeare.

Fue más contundente todavía: devolvió a la poesía su estilo sublime, que se había perdido desde los Románticos. No escribe para la posteridad, sino para hablar de lo que está pasando alrededor nuestro. Como si el oráculo de Delfos estuviera leyendo las noticias de la mañana.

Bob Dylan, remató el representante de la Academia Sueca, cambió para el mundo la idea de lo que es la poesía y cómo funciona y para qué. Si personas del mundo literario están gimiendo, indignados, debemos recordarles que los dioses no escriben, ellos bailan y cantan.

La transmisión en vivo de la ceremonia de entrega de los Premios Nobel mostró otras cosas bellas en su protocolo: los laureados haciendo su entrada triunfal a la sala con una marcha de Mozart y la Filarmónica Real de Estocolmo, dirigida por una mujer, Marie Rosenmir, interpretó partituras de mujeres: la francesa Germaine Tailleferre (1892-1983) y la británica Doreen Mary Carwithen (1922-2003).

Y una mujer, Patti Smith, dio voz al principal laureado de la noche: el poeta Bob Dylan:

[i]And it´s a hard, and it´s a hard, it´s a hard, it´s a hard[/i]

[i]It´s a hard rain´s a-gonna fall.[/i]


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