Armando G. Tejeda/corresponsal
Foto: Afp
La Jornada Maya

Madrid
Martes 11 de septiembre, 2018

Centenares de miles de personas volvieron a salir a las calles de Cataluña para celebrar la fiesta nacional de la región, la Diada, y para exigir el derecho a votar por la autodeterminación de la región. Este año además se convirtió en un clamor por la “libertad de los presos políticos” y el “regreso de los exiliados”, en alusión de los líderes políticos catalanes que llevaron a cabo el proceso de independencia unilateral fallido de octubre del año pasado, que se saldó con un proceso judicial abierto contra 25 personas, acusadas de los delitos de rebelión, malversación de bienes públicos y desobediencia.

El movimiento independentista catalán hizo una nueva demostración de fuerza en las actividades para celebrar la Diada, que en los últimos años se ha convertido en una protesta popular a favor de la independencia. El punto álgido de la movilización fue en los años 2013 y 2014, en los se manifestaron más de un millón y medio de personas. Este año, como en los anteriores, también proliferaron las banderas independentistas y las pancartas.

En la edición de este año, los organizadores calculan que hubo “aproximadamente un millón de personas”, de los cuales 460 mil se presentaron voluntarios para formar la cadena humana que recorrió el centro de la capital catalana para desplegar los mensajes de “libertad a los presos políticos”.

El gobierno catalán, presidido por el nacionalista Quim Torra, centró las actividades públicas de la celebración en reivindicar el legado independentista y en recordar a los políticos que se encuentran presos desde el año pasado y a los que decidieron refugiarse en otros países para eludir a la justicia española, entre ellos el ex presidente Carles Puigdemont -que huyó a Bélgica sólo unas horas después de que él mismo encabezó la declaración unilateral de independencia y la supuesta proclamación de la nueva “República catalana”-.

La mayoría de los dirigentes políticos que acudieron a los actos de homenaje portaban lazos amarillos en la solapa, que se ha convertido en el símbolo de la movilización para lograr la liberación de los políticos presos y de que puedan volver al país sin el temor de ser detenido los otros dirigentes que se encuentran refugiados en otros países.

Desde la proclamación de la declaración unilateral fallida, el pasado 27 de octubre, se abrió un proceso judicial contra 25 líderes independentistas, de los cuales se encuentran en prisión nueve de ellos, entre ellos el ex vicepresidente de la Generalitat y líder de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Oriol Junqueras, y los ex consejeros de Interior y de Presidencia, Joaquim Forn y Jordi Turull. Además están en prisión la ex presidente del Parlamento catalán, Carme Forcadell, y los presidentes de las plataformas civiles por la secesión, la Asamblea Nacional Catalana y Omnium Cultural, Jordi Sánchez y Jordi Cruixart.

El propio mandatario catalán, Quim Torra, insistió hoy mismo que ni su gobierno ni él van a acatar una eventual sentencia condenatoria contra los políticos procesados. De hecho al ser preguntado por corresponsales extranjeros si eso supondría abrir las puertas de la prisión y dejarlos en libertad -algo que en teoría podría hacer al estar encarcelados en centros que dependen orgánicamente del gobierno catalán-, Torra aclaró que en ningún caso abriría las prisiones, pero que “no vamos a considerar nunca que votar sea un delito”.

El presidente del gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, insistió en que su gobierno “hará que se cumpla la ley, pero también apostamos por el diálogo” para darle salida a la peor crisis política entre España y Cataluña de las últimas décadas.

Los únicos momentos de tensión en la manifestación se registraron cuando un grupo de activistas independentistas tiraron pintura contra un grupo de agentes españoles, que estaban postrados en la puerta de una comisaría adscrita a la Delegación del gobierno español en Cataluña. También hubo tensión cuando dos grupos de extrema derecha procedentes de la Liga del Norte italiana y del Movimiento Identitario Catalán expresaron su apoyo al proceso separatista, lo que provocó cierto malestar entre los propios independentistas catalanes, que insistieron en que “un fascista es un fascista, ya sea español o catalán”.


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