Jesús Aranda, Emir Olivares y Arturo Sánchez
Foto: Jesús Villaseca
La Jornada Maya

Ciudad de México
Domingo 5 de febrero, 2017

Al cumplirse el centenario de la Constitución de 1917, el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), José Ramón Cossío Díaz (Ciudad de México, 1960) destaca que la carta magna se mantiene vigente, “más allá de sus deficiencias técnicas”, pero asevera que el gran pendiente es “la parte de la eficacia, pues tenemos un catálogo de derechos muy precioso y la gente sigue muy lastimada”, con un sistema federal “que es un desastre” y un sistema de responsabilidad de los servidores públicos “muy deficiente y pobre”.

Cuestionado sobre la polémica de si hace falta una nueva constitución, responde: “Saldría peor de lo que tenemos”. Éste no es el momento, “por las condiciones exteriores, nacionales, por la frivolidad de muchas personas que deberían participar en estas acciones, por los protagonismos que también hemos visto”.

Mejor pensemos en una cosa para darle eficacia al país. Un país de más de 120 millones de personas con estos niveles de desigualdad, debería tener un diseño muchísimo más ordenado, más profundo. Las constituciones “no pueden ser solamente objetos simbólicos, objetos de culto; tienen que funcionar para que la ciudadanía tenga una vida eficaz, una vida menos dura, porque de lo contrario, la vida se vuelve “más triste, más pobres y más miserable”.

Coordinador de la SCJN para el festejo de la Constitución de 1017, lamenta que hasta la fecha, la Carta Magna se ha ido construyendo “a base de chipotes y parches”. Y ejemplifica dos recientes reformas que no han dado por ello, los resultados esperados: la implementación del nuevo sistema de justicia penal oral y la reforma en materia de derechos humanos en las que se evidenció que se hicieron proyecciones muy fuertes hacia una modernidad jurídica y las condiciones sociales no se adaptaron a la misma velocidad.

En entrevista con [i]La Jornada[/i], el ministro habla sobre el centenario de la carta magna:

-¿Realmente hay qué celebrar con estos 100 años’

-Yo creo que sí, una constitución de 100 años es un fenómeno muy raro en el mundo, mantenerla vigente, más allá de sus deficiencias técnicas en algunos puntos, vale la pena que siguiendo su propio mecanismo se haya estado reformando, adicionando, actualizando , me parece que es algo digno de mención, no hemos tenido golpes de Estado, por ejemplo.

Tenemos derechos humanos, derechos políticos, como parte de ellos, tenemos un sistema de suspensión de derechos, tenemos democracia, elecciones…, es una parte que si tiene un sentido celebratorio.

Dónde ya no es tan celebratorio, en la parte de su eficacia, tenemos un catálogo de derechos precioso y la gente sigue en condiciones muy lastimadas, tenemos una forma para llevar a cabo determinados tipos de procesos y detenciones que en muchos casos no se cumple, tenemos un sistema de protección de víctimas y ofendidos que también está lejos de lo ideal, la parte de derechos sociales no se ha desarrollado tan extraordinariamente como quisiéramos, sigue habiendo personas sin salud pública, personas sin habitación y alimentos.

Luego, el sistema de pesos y contrapesos, yo creo que está bien diseñado en lo general, pero hay cosas que no funcionan tan bien, es un sistema muy desordenado, muy desubicado.

El sistema de responsabilidad de los servidores públicos, más allá del Sistema Nacional Anticorrupción, me parece que sigue siendo muy deficiente, un sistema que sigue siendo muy pobre, para tratar de regular las conductas indebidas.

El nuevo sistema de justicia penal, en junio de 18 del año pasado entró en vigor, y no nos hemos sentado a reflexionar sobre lo complicado que está siendo llevar a cabo este sistema de justicia acusatorio, en los próximos años, desafortunadamente, nos va mostrar que los niveles de impunidad pueden estar creciendo cada vez más de lo que ya son ahorita.

-Y la reforma sobre derechos humanos, también impactó la justicia, no?

-La reforma a derechos humanos, la mayoría de la gente no se ha dado cuenta de su profundidad, me parece que las personas pensaron que era algo trivial, que era algo moderno o divertido, pero si está teniendo muchas consecuencias en la vida jurídica de todos nosotros y por ende la vida social, política, económica, religiosa, etcétera, porque pusimos un estándar muy alto de protección para todas las autoridades, le conferimos nuevas facultades al Poder Judicial de la Federación para que hiciera respetar esos derechos en el juicio de amparo, le conferimos a todos los jueces locales el control difuso, en consecuencia, sí tenemos estándares muy altos donde estamos exigiéndole a las autoridades que cumplan con esos estándares y les estamos anulando los actos que no los satisfagan.

-¿Qué fue lo que falló en la reforma a los derechos humano?

-Yo creo que como diseño nada, creo que la reforma al artículo primero hay poquísimas constituciones en el mundo que tengan un artículo tan potente para lograr la protección de los derechos humanos, me parece que eso no falló. Lo que me parece es que, se dan estos momentos de desfase, que nos han pasado varias veces en la historia nacional donde se hace una proyección muy fuerte hacia una modernidad jurídica y las condiciones sociales no se ajustan a la misma velocidad.

Si de por sí tenemos muchos órganos del Estado deficientes, al no haber podido comprender y actualizarse en la dimensión de los derechos humanos, pues resultan ineficientes ahora, porque no pueden lo que la constitución y los tratados les están ordenando y nosotros se los estamos anulando.

Entonces, se vuelve algo muy delicado, porque se hacen muchas acciones públicas, acciones grandes, se gasta mucho dinero, se mueve mucha gente, se lastima mucha gente y después resulta que eso no tenía posibilidad de llevarse a cabo por la forma, por el fondo, por el contenido de la disposición. Eso también pasa.

-Hablaba de que la constitución se ha ido adaptando, ¿se mantienen los valores fundamentales de la constitución de 1917?

-Yo creo que si, porque la constitución nuestra tiene tres grandes pilares: el sistema de derechos que incluye la liberta de tránsito, reunión, manifestación etc.

Los derechos sociales, que aún y cuando empezaron muy incipentemente en 1917 se han consolidado y tiene también un sistema democrático.

Si se mantiene el espíritu, sigue siendo una constitución bastante nacionalista.

Entonces, como marco general, yo creo que se ha actualizado y me parece que mantiene los valores.

Por otro lado, muchos de los valores que están en la constitución son valores universales.

-¿Qué pasa con cuestiones como la seguridad social, cuando se cambió de régimen y se crearon las Afores, con la propia reforma energética, la del campo, las reforma religiosa, temas que en los que las reformas constitucionales aprobaron criterios totalmente contrarios?

Como cambios constitucionales me parece que estamos en la media general, bastante razonable del mundo. Que hemos abandonado algunos de los valores que supusimos o se sigue suponiendo por muchos, por pocos, por mí, por otros, da igual, como valores de la nacionalidad, sí, en eso creo que tienes toda la razón, siempre y cuando se acepten estas cosas.

-En ese sentido, la Corte tiene que interpretar estos cambios. Algunos los pueden ver como una interpretación que necesariamente es sumisa. La interpretación que hace la Corte, ¿debe estar apegada a estos cambios, no tiene margen de maniobra?

-Durante muchísimos años supusimos la Corte tenía un protagonismo mucho más pequeño. La Corte resolvía casos, hacía interpretaciones, pero tenía una conformación o una aplicación de sus criterios para los casos muy concretos. Cuando la Corte pasó ser un tribunal constitucional, dejó de ser intérprete marginal de la constitución.

Cuando la sociedad distingue entre ministros liberales y conservadores, creo que lo que está diciendo es: hay ministros que por su forma de pensar, por su forma de ser, de hacer, están más favorables a que este tipo de elementos constitucionales se interpreten de una forma y no de otra.

La clase política ya se dio cuenta de la importancia de esta institución, la sociedad también, entonces estamos recibiendo presiones en la designación, en los ejercicios, porque todo mundo quisiera que la lectura que nosotros once hacemos de la Constitución fuera un cierto tipo de lectura, que autorizara unas cosas socialmente y desautorizara otras. Y esa es la disputa en la que estamos metidos.

-¿Hace falta una nueva Constitución?

-Yo creo que si nos vendría muy bien una nueva Constitución. El problema que yo tengo, y este me parece que es un tema importante, la Constitución no puede salir a partir de un deseo, como casi nada en la vida. La Constitución tiene que salir en un momento histórico muy particular, donde las fuerzas políticas tengan una conciencia de lo que quieren hacer, una necesidad por hacerlo, una base de los acuerdos. Por eso muchas constituciones son resultado de crisis,

Yo temo muchísimo es que, s se abriera un Constituyente, ante esta falta de necesidad tengamos una fiesta, donde que cada quien le quiera poner lo que se le ponga la gana, un mundo de derechos y un mundo de competencias, un sistema federal mal articulado, y simplemente por el deseo de ser modernos.

De que sería deseable una nueva Constitución, sí, yo no tengo ningún inconveniente con eso. De que no crea que este es un momento, por las condiciones exteriores, por las nacionales, por la frivolidad de muchas de las personas que deberían participar en estas acciones, por los protagonismos que también hemos visto, yo creo que no es un buen momento. Creo que saldría algo peor que lo que tenemos.

-¿Y si la respuesta fuera afirmativa, qué habría que cambiar?

-Únicamente lo que a mí más me preocupa de todo, de todo, es lo mal diseñado que está el sistema federal mexicano. Lo hemos ido construyendo de chipotes y de parches, entonces no sabe uno bien a bien qué se tiene que hacer en materia de educación, de salud, esto es un desastre. Y después la asignación de recursos, y la reclamación de responsabilidades está muy roto.

Si me dijeran, pensemos en una cosa para darle eficacia al país, muchas cosas están razonablemente bien, lo que no le encuentro ninguna razonabilidad, o si la tiene es muy baja, es el tema del sistema federal.

Ahora, para arreglar el sistema federal no se tiene que ir a un Constituyente nuevo, lo que se tiene que hacer es imaginar de una forma de impedir que ciertas autoridades locales, sean gobernadores o municipios, se conviertan en entes aislados, que rindan cuentas, que se les asignen recursos, que se les pueda exigir el cumplimiento de responsabilidades, administrativamente o penalmente inclusive, y esto que tenga una dinámica en este sentido.

Las constituciones no pueden ser solamente objetos simbólicos, no pueden ser objetos de culto.

Para que funcionen el Estado, los órganos del Estado, la gran cantidad de personas que trabajamos en Estado tiene que haber un diseño normativo muy claro para saber qué sí puedo hacer, qué no puedo hacer, hasta dónde llega mi competencia, cuáles son mis responsabilidades. Si eso no está claro, se vuelve un desastre y todavía las cosas empeoran más.

-Finalmente, ¿tribunal constitucional o no es tema?

No, para que no digan que como ya me voy, ahora sí quiero el tribunal constitucional –comenta el ministro, quien deja su cargo a fines del año próximo-.
-No, para que no digan que como ya me voy, ahora sí quiero el tribunal constitucional.


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