Mónica Mateos-Vega
Foto cortesía de la editorial
La Jornada Maya

Jueves 12 de enero, 2017

[i]Kobén [/i]es un niño que siente miedo cada vez que se mira al espejo. Un día percibe un aleteo en su corazón y se decide a hacer un viaje a su interior. En su periplo lo acompañan extraños personajes, sueños y pesadillas con infinidad de guiños al arte popular mexicano.

Los lectores son parte de ese viaje a la imaginación, ilustrado por el diseñador gráfico Edgar Flores, conocido como Saner.

Se trata del libro para niños [i]Kobén: un viaje dentro del corazón[/i], publicado por la editorial española Edelvives, un proyecto que pretende ser más mexicano que nadie.

Saner (palabra tomada del inglés, que quiere decir más sano mentalmente) se inició como grafitero. Luego de concluir sus estudios de diseño gráfico en la Universidad Nacional Autónoma de México, se ha dedicado al muralismo. Su obra ha sido expuesta en lugares públicos y privados en el país, Estados Unidos y Europa.

Fue precisamente en el Museo Nacional de Culturas Populares donde el director editorial de Edelvives, David Morrison, descubrió uno de los trabajos de Saner y le encantó su propuesta, la cual combina elementos populares del muralismo mexicano con el urbanismo del [i]Street Art[/i], así como máscaras y calaveras que dan cierto misticismo a sus imágenes, como lo explica el propio artista.

Morrison lo invitó a hacer un libro. El argumento fue que una edición impresa es sempiterna. Le dije que su arte me parecía espectacular, pero se borra, pues eso es parte del grafiti, el ser efímero. Le ofrecí hacer un libro. Saner no estaba muy convencido, pues sospecho que también para los muralistas y grafiteros el anonimato es parte de su trabajo, explica el editor en entrevista con [i]La Jornada[/i].

“Cuando nos entrevistamos coincidimos en varias cosas. Le pregunté si su nombre de artista, Saner, tenía que ver con el hecho de que creía en el poder de la imagen para sanar, y me dijo que sí.

“Comenzamos a trabajar, le di un cuento acerca de la autoestima de la mujer latina, que tenía que ver con los espejos. Desechó mi cuento, y de repente se enganchó al proyecto cuando me confesó: ‘pero yo tengo otra historia’. Perfecto, le respondí”.

Así fue como Saner ilustró su propio relato, lo que dio por resultado “un libro que es muy orgánico en su discurso entre imagen y texto. Tardamos seis meses en llegar a un primer borrador. Avanzamos en función del tiempo que él tenía, porque está lleno de proyectos; por ejemplo, ahora está pintando un mural en Santa Fe.

Saner tiene un manejo de la imagen que es claramente mexicano, añade Morrison; es así como llena las páginas de colibríes, máscaras de danzas populares y su propia versión del Guernica de Picasso.

“La máscara para Saner es a la vez un espacio donde uno se esconde y donde uno se revela, igual que el espejo. En el relato está el juego de la máscara que nos ponemos para vivir, pero que también en algún momento nos tenemos que quitar para vernos a nosotros mismos.

El discurso del artista es muy claro: solemos caer en la trampa de vernos con los ojos de los demás, y para eso está la máscara, para neutralizar esa mirada, pero hay un momento en el que nos comenzamos a creer esa imagen que no es necesariamente lo que somos. Por eso hay un momento en el que debemos enfrentarnos a todas nuestras facetas y reconciliarnos con ese yo central; es lo que plantea el libro.

En opinión del director editorial de Edelvives, Kobén y muchos libros en el mundo, así como la música, en el fondo no se limitan a determinado público. “Esas barreras ya no están; es algo que hay que celebrar, que existan propuestas como esta que pueden disfrutar y apreciar lectores de cualquier edad.

“Este libro lo va comprar siempre un adulto, pero lo puede leer una persona de 4 o de 90 años. Muchos de los clásicos de la literatura universal son cuentos aparentemente para niños, tanto Alicia en el país de las maravillas como Pedro Páramo, o De perfil, que se supone es para adolescentes, pero lo leemos los adultos. Cada quien encuentra su propio significado en esas lecturas, porque cada lector es distinto.

“Nuestra línea editorial es sencilla: presentar un buen cuento bien contado, lo cual incluye una buena ilustración. Kobén es un buen álbum ilustrado”, concluye Morrison.


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