Sicarios adolescentes: Dos historias en el sureste

'Cárteles' reclutan a menores de edad para vender droga y asesinar a rivales
Foto: Reuters

Omar y Sebastián no se conocen y aunque sus vidas se han desarrollado de forma distinta, ambos tienen en común que siendo menores de edad fueron reclutados por la delincuencia organizada. Los dos se convirtieron en sicarios en el sureste y ahora enfrentan una condena en prisión.

Omar, nombre ficticio para identificar al joven, vivió una infancia llena de conflictos: su padre alcohólico, su madre violenta y a los 10 años nunca había pisado una escuela, ni siquiera tenía un acta de nacimiento que lo identificara.

A los 14 años comenzó a fumar y a beber y un año después se mudó sólo con su papá a un estado vecino para comenzar una nueva vida.

Lejos de sus expectativas, la nueva vida era en realidad otra historia de vejaciones por parte de su padre, quien le quitaba el dinero que ganaba trabajando como mesero. Fue entonces que usó las drogas para olvidarse de todo lo que le atormentaba.

Omar tenía 15 años cuando cometió su primer asesinato, una misión que cumplió para poder ingresar a un cártel donde se desempeñó como sicario que cobraba 4 mil pesos a la semana.

“Mi primer trabajo fue salir en la moto y matar a un güey del cártel contrario. Yo iba muy espantado, pero me atasqué de droga y todo salió bien, después de ese me aceptaron y me enseñaron a manejar las armas”, comenta el joven a Reinserta, en el marco del Estudio de niñas, niños y adolescentes reclutados por la delincuencia organizada, que será presentado hoy 13 de octubre.

Durante menos de un año, Omar se encargó de supervisar y cuidar los puntos de venta de droga en una zona turística, si era necesario, también tenía que asesinar a sus rivales para garantizar que el cártel para el que trabajaba tuviera el control.

 

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Después, una trampa de sus mismos compañeros lo llevó a la cárcel, pero al ser menor de edad consiguió una condena de dos años y seis meses, que actualmente cumple.

En la cárcel le dieron, al fin, un acta de nacimiento, y aprendió a leer, escribir y a hacer operaciones matemáticas.

“La verdad estoy a gusto, aquí tengo todo, allá afuera no tengo nada. Ya mero acaba mi sentencia y me siento preocupado, no sé qué voy a hacer, no tengo a nadie”, manifiesta el joven.

Y aunque el destino es incierto, si algo tiene claro Omar es que no regresará a la delincuencia.

 

"Me llevaron a donde descuartizaban a las personas"

Por el contrario, Sebastián, también nombre ficticio para identificar al adolescente, aunque se encuentra en prisión, asegura que al salir buscará venganza y asesinará a quienes amenazaron a su familia.

Y es que Sebastián sí tiene una familia, una muy cariñosa compuesta por sus abuelos, su hermano, su papá y su madrastra. Su padre siempre le ha brindado apoyo y aunque luchó porque sus hijos no entraran al mundo de las drogas, no lo logró.

En la secundaria, Sebastián comenzó a fumar mariguana, provocó que su hermano también consumiera y cuando fueron descubiertos en la escuela el castigo fue la expulsión, algo que molestó bastante a su padre.

En su nueva escuela, y con apenas 12 años de edad, Sebastián entró al cártel de los Zetas, primero distribuyendo droga y luego como sicario. Para poder desempeñarse como delincuente, el joven huyó de casa y se instaló en el domicilio del jefe de la organización criminal.

“Conocí a muchas personas, había un grupo de sicarios que andaba por ahí peleando plaza, eso me daba curiosidad… les decía ‘se me hace que ni es cierto todo lo que dicen de ustedes’ y entonces me preguntaron si quería ver y me llevaron a donde descuartizan a las personas”, comentó a Reinserta.

A los 14 años, además de ser consumidor de cocaína, éxtasis, LSD y piedra, Sebastián ya administraba, solo, un punto de venta y después comenzó a trabajar para elementos federales que lo obligaban a vender droga.

El consumo y su dominio en el negocio lo llevó hasta el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), organización que buscaba reclutar sólo a menores de edad para poder evitar las detenciones o las penas extensas en prisión.

Fue entonces que Sebastián fue elegido para ser sicario y dejó de vender droga.

En cuatro años dentro del cártel, el joven mató a cuatro personas y terminó asqueado. Su salida del grupo criminal fue producto de una detención y ahora cumple tres años de condena.

Asegura que buscará venganza en contra de los responsables que ingresaron a su casa y amenazaron a su familia mientras él se encontraba en prisión y después de eso dejará la delincuencia y buscará superarse.

Reinserta presentará el miércoles el estudio mencionado, para evidenciar el impacto del crimen en los menores de edad de México. Historias como la de Omar y Sebastián se repiten en todo el territorio nacional y son contadas desde centros de internamiento para adolescentes.

 

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Edición: Estefanía Cardeña


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