Las olas producidas por cientos de miles de pequeños peces que viven en un manantial salobre en Teapa, Tabasco, reducen la posibilidad de ser atacados por aves depredadoras.
Estas ondas pueden funcionar como una señal de los peces a las aves: "Sabemos que estás allí, ¡no pierdas el tiempo atacándonos!", según descubrieron investigadores del Leibniz Institute of Freshwater Ecology and Inland Fisheries.
Los manantiales de Baños del Azufre son un ambiente extraño para los peces: debido a que son manantiales volcánicos, el agua tiene un alto contenido de sulfuro de hidrógeno tóxico y muy poco oxígeno. Solo peces especialmente adaptados como el molly del Teapa (Pocilia sulphuraria) pueden sobrevivir allí.
Los peces pasan gran parte de su tiempo cerca de la superficie del agua para respirar, momento que aprovechan muchas especies de aves para atacarlos. Sin embargo, los peces que miden cerca de dos centímetros, forman grandes cardúmenes de alrededor de 100 mil individuos, y cuando un pájaro se acerca o ataca, los peces reaccionan colectivamente zambulléndose de manera escalonada, cada pez tocando la superficie del agua con su cola.
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Este movimiento se asemeja a las olas que realizan con los brazos los aficionados en los estadios de futbol, que comenzaron en la Copa Mundial de la FIFA de 1986 en México, y que fueron bautizadas como ondas mexicanas.
Los peces realizan estas olas una y otra vez, a veces hasta por dos minutos. El movimiento ondulatorio influye en el comportamiento de las aves que cazan los peces, ya sea que retrasan su ataque o tienen menos éxito.
Los investigadores encontraron que cuantas más olas hacían los peces, más tiempo esperaban los martines pescadores para atacar de nuevo.
"A veces, las aves incluso abandonaban el lugar antes de realizar su siguiente ataque", dijo Carolina Doran, una de las autoras principales de este estudio.
Sin embargo, no todas las aves que atacan hacen que los peces produzcan estas olas repetidas: los kiskadees, otra especie de aves, tienen una forma diferente de atacar que implica simplemente insertar sus picos en el agua, por lo que no crean una perturbación tan grande en la superficie del agua como martines pescadores, que atacan sumergiéndose en el agua con todo el cuerpo. Los ataques de kiskadee hacen que los peces solo produzcan una sola ola y esto permite que las aves repitan sus ataques una y otra vez, con una frecuencia muy alta.
Los investigadores encontraron que las olas que realiza el molly del Teapa están destinadas a causar confusión, pero también pueden ser una señal para el pájaro, pero el comportamiento del pez tabasqueño es único.
“Sin importar la frecuencia con la que los peces repitieran su movimiento, asumimos que los movimientos de las olas son más que una mera reacción de escape", explicó en un comunicado David Bierbach, autor principal del estudio.
Los autores argumentan que el comportamiento de agitar también podría funcionar para confundir al ave atacante, pero esta puede no ser la historia completa: el saludo podría haber evolucionado como una señal de los peces a las aves, beneficiándose tanto los peces como las aves.
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