México es un ‘estado mental’: Alejandro González Iñárritu

El cineasta compite con 'Bardo' por el León de Oro en el Festival de Venecia
Foto: Netflix

Jorge Caballero 

 

El cineasta Alejandro González Iñárritu ha dicho que Bardo, su nueva película, no es una biografía, sino una emografía, es decir una biografía emocional de cosas que no son ciertas, y que para él México es, luego de vivir más de 20 años fuera del país, un estado mental.

Con esta carga emocional y mental realizó la cinta, que se anuncia a sí misma como “Falsa crónica de una cuantas verdades”, y que actualmente compite por el León de Oro del Festival Internacional de Venecia.

En espera del 10 de septiembre, cuando el Jurado se pronunciará por la obra ganadora, ha corrido mucha tinta acerca de esta película protagonizada por Daniel Giménez Cacho, que se estrenará en México en cines el 27 de octubre, el 4 de noviembre en Estados Unidos, Canadá y Argentina, el 18 de noviembre en todo el mundo y el 16 de diciembre en Netflix.

La Jornada buscó a Daniel Damuzi, quien forma parte del elenco, para recoger sus impresiones sobre la experiencia del rodaje con uno de los directores más celebrados de este siglo.

Damuzi, quien participó en las series Narcos México y Oscuro Deseo, expresó que para él actuar en Bardo fue cumplir su sueño de trabajar con sus héroes, no sólo del cine sino del arte.

Iñárritu y Giménez Cacho, explica el actor, "son artistas que no se han doblegado ante la predominante vocación comercial de los medios audiovisuales, artistas que han luchado por mantener su voz como estandarte de sus creaciones. Al interactuar con ellos y aprender de ellos puedes entender y sentir por qué están en dónde están. Alejandro tiene un ojo único, y una autoexigencia que unifica al equipo en esa actitud y hace que des lo mejor de ti, sencillamente porque eso es lo que espera”, asegura Damuzi.

 

¿Cuáles son los personajes que te han dado mayor satisfacción en tu carrera?

Los que representan un alto reto actoral. En teatro, los personajes con enormes dimensiones que me ha tocado representar han sido Ricardo III, de William Shakespeare; K, en Judgment on a Gray Beach, obra dirigida por Elia K. Schneider y presentada en La MAMA ETC, en Nueva York; y Trigorin, en La Gaviota, de Anton Chejov. En la pantalla, hay otros que disfruté mucho, gracias a los compañeros y las producciones, lo que permitió que fueran series exitosas. Cito dos: Carmona, en Oscuro deseo, de Netflix; y Emir, en Preso Número 1. Y claro que el personaje que hago en Bardo, la nueva peli del rock star del cine mexicano, pero de ese personaje aún no puedo hablar.

 

¿Cómo nació tu interés por la actuación?

No tengo un momento específico. Siempre supe, desde niño, que eso era lo que yo quería hacer el resto de mi vida, nunca hubo otra opción. Me acuerdo que iba al teatro o al cine y me sentía encantado y a la vez intrigado por todo lo que habría tenido que suceder para llegar a esas imágenes. Quería saber qué se necesitaba para para poder contar esas historias y vivir vidas que no eran la mía, vidas de otros tiempos, otros lugares. Supongo que es una forma de descifrar el misterio de viajar en el tiempo y el espacio.

 

¿En qué escuela iniciaste tus estudios actorales?

Empecé a los 15 años en el Centro de Arte Dramático AC, CADAC, en Coyoacán. Ahí fue donde aprendí el respeto al ritual del teatro, el respeto a la profesión, así como la necesidad y el gusto de estudiar a los clásicos, saber de dónde venimos como actores, como creadores e intérpretes de historias.

 

¿Qué te llamó más la atención, el teatro, la televisión o el cine?

Siempre estuve en escuelas con un mayor enfoque teatral. El arte vivo del actor, donde todo está en tus manos. Sin embargo, cuando estuve en el conservatorio Stella Adler Los Ángeles, en Hollywood, me enamoré del cine y fue allí, sin siquiera darme cuenta, que fusioné ambas pasiones, el cine y el teatro.

 

¿Y cómo te sientes ahora que acabas de participar en una cinta que verán millones en todo el mundo?

Contento y exigido. Hay mucho que trabajar, mucho que aprender. Y, como siempre, mucho que agradecer.

 

Edición: Laura Espejo


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