Ana María Georgina Diez Aguilar, de 94 años de edad, fue reconocida por los organizadores de Cruce Vallarta como la deportista más longeva de la competencia de natación dentro del mar pacífico.
Doña Ana nada casi a diario en el estilo crol y recorre la distancia que une la playa del hotel Rosita con las primeras palapas, donde ahora estuvo instalado el campamento del equipo patrocinado por Rancho León Mantecón, equipo al que pertenece.
Desde ahí prefirió acompañar a sus 220 colegas; por esta ocasión decidió ver el homenaje.
“Cuando me meto al mar, en su inmensidad, todo se me olvida”, declamó mientras su mirada se fijaba en la competencia.
Ana María bracea 200 metros hacia el centro del mar en un tiempo estimado de 25 minutos, con la ayuda de las olas, en forma constante, sin alteraciones en su ritmo, hasta el término del recorrido.
“No me canso, no sé porqué “, afirma al tiempo en que cruzan la meta los jóvenes; tal vez recordando cuando sus hijos competían.
Bien conoce esa zona, pues desde hace más de 40 años vive en esas aguas, aunque ella practicó la natación desde joven.
La vida de Ana
Hija de Rosa Aguilar y Manuel Diez, Ana María nació en el año de 1929. Oriunda del barrio de Azcapotzalco, en la Ciudad de México, estudió la preparatoria y tomó algunas lecciones de piano, pues su sueño era brillar como una concertista en el Palacio de Bellas Artes.
Contrajo matrimonio en 1952 con Lorenzo León Zazueta (Mazatlán, Sinaloa, 1928-2004). Criaron ocho hijos, siete hombres y una mujer, quienes obviamente le dedicó este triunfo deportivo.
Luego de vivir largos años en la capital de México, la homenajeada se trasladó, hace 42 años, a Puerto Vallarta para vivir aquí definitivamente; primero habitando en un departamento frente al malecón y ahora en el Rancho León, propiedad de su hijo, el veterinario Ricardo León Diez.
El 2 de octubre, no se olvida y la natación
En su larga vida se han cruzado sucesos históricos que marcaron el rostro del siglo XX. Entre ellos la masacre del 2 de octubre de 1968, pues su familia habitaba en un departamento cercano a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, cuando aquella tarde de miércoles fueron desalojados cientos de estudiantes que protestaban por la cerrazón del gobierno a sus demandas.
En aquella ocasión, Ana María Diez, a los 40 años y con una hija recién nacida y siete varones, tres de ellos adolescentes, protegió a todos ellos poniéndolos bajo las camas y alejándolos de las ventanas que eran impactadas por las balas, pues vivían en el primer piso del edificio Vicente Guerrero, ubicado a 300 metros del Chihuahua, el condominio donde sucedieron los hechos.
Fue hasta la medianoche en que salieron de ahí, luego de que su marido, el periodista Lorenzo León, pudo ingresar a la zona para auxiliarlos, caminando con ellos hasta la avenida Reforma, donde en un taxi pudieron llegar a la casa de la abuela.
El club
Fue en ese tiempo también en el que tuvo la iniciativa de inscribir a todos sus hijos al club Tlatelolco; de tal manera que el nado la ha acompañado desde siempre, dándole la condición física y mental que ahora posee.
En Vallarta salvé la vida
Al término de la competencia, sentada y bebiendo una cerveza Pacífico, observa la medalla. En sus ojos se refleja un desierto blanco de nubes, como aquellas que se ven por la ventana de un avión y donde destaca el sol de los recuerdos que se repiten.
Ahora no me conozco, no sé quién soy, musita y agrega; “En Vallarta salvé la vida”. Pero vuelve a repetir, una vez más; “Cuando me meto al mar, en su inmensidad, todo se me olvida”.
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